¿Qué haces cuando terminas este libro? Te lo has pasado casi todo con el corazón encogido, una expresión de pérdida continua en el rostro y con unas ganas tremendas de entrar ahí, arropar a Sam y a Riddle entre tus brazos, sujetar la mano de Emily y decirles que todo saldrá bien; ¿lloras, entonces? ¿sonríes? ¿te preguntas por qué ha terminado? ¿descansas al fin? ¿te sientes bien, aunque un tanto inquieta?... Yo creo que un poco de todo, al menos es lo que me ha ocurrido a mí.
A Emily no le gusta cantar. Desafina. Y además,con tanta gente mirándola.... ¿Por qué se habrá empeñado su padre en que haga algo así?
Y luego está ese chico, sentado al final de la fila.
Tan guapo. Tan distinto. Oculta algo.
Y la mira, todo el tiempo. Solo a ella.
Y ella se ha puesto a cantar. Solo para él.
No busquéis en este libro más que una historia sencilla a simple vista, que se convierte en algo grande y complicado, y con la que llegarás a sentir una tremenda admiración por la autora y su capacidad para hilar vidas y momentos, pues os diré de esta novela que contiene una historia realista; que trata de Sam y Riddle, de Emily, y de muchos otros nombres. Que no lo rechacéis por esa sinopsis que muestra solamente la punta del iceberg y que a mi parecer no le hace justicia al contenido, ese contenido del que no os voy a contar nada.
Esta autora sabe enamorar poco a poco, y ese algo parecido a un flechazo que sufren nuestros protas, llegará a tu corazón. No es una novela romántica. Sí, encontraremos romance, pero lo justo para poner en marcha todo, y que luego ya ruede solo. Ésta es una historia de amor, pero de todo tipo de amor: amor maternal, amor conyugal, amor de hermanos, amistades que parecen ser amores… Es una historia dura en muchas de sus páginas (aunque soportable, es más bien en el sentido de la frustración que se siente en según qué partes), casi diría que es una historia con la que madurar.
I’ll be there, Siempre contigo: creo que es el título más apropiado que he visto nunca, las relaciones que se establecen a medida que avanzan las páginas te hacen pensar en el título en más de una ocasión.
La manera que tiene Holly Goldberg de contarnos las cosas no tiene precio. Es simple, no presume de adornos o frases elaboradas (esas que a veces se nota que se han pensado demasiado), pero no deja indiferente a nadie; con un ritmo sin prisa pero sin pausa, y ojo al detalle: los diálogos son pocos, poquísimos, pero os aseguro que no notaréis la ausencia en ningún momento. Hollyy Goldberg te hará soltar un suspiro de satisfacción y te hará sonreír a cada párrafo, porque tiene la frase adecuada, la coletilla adecuada, la reflexión adecuada para cada momento. Otra de las cosas admirables que tiene es que la autora divaga en sus párrafos y ahora está aquí, ahora está allí contándonos algo del personaje en cuestión, como muchas otras novelas que se van por los cerros de Úbeda y luego no hay quien se encuentre, pero en ésta no: en ésta esas pequeñas escapadas tienen un motivo, duran lo justo y necesario (no más de ese pequeño párrafo) y consiguen llegar hasta el fondo y hacernos sentir como os he contado antes. Porque la autora ha hilado perfectamente las vidas de todos aquellos que han aparecido, con más o menos protagonismo, en estas páginas. Y cuando tira de ese hilo y todo se une, es simplemente fantástico.
Durante la lectura he querido apuntar muchos de los párrafos que iba leyendo (cosa que hacía tiempo no me ocurría), pero cuando os imaginaba leyéndolos me daba cuenta de que tenéis que leerlos dentro del texto para captar toda su esencia, no son de esos párrafos que se puedan copiar a la ligera.
Los personajes, como podréis deducir, son los adecuados para cada escena. Unos destacan más que otros, y es que Sam y Riddle se llevan prácticamente todo el protagonismo, pero ninguno pasará desapercibido. Quizá Emily no es todo lo que esperaba de ella, puedo achacar su comportamiento a su edad o a esa conexión que siente hacia Sam, pero es la que más floja me ha resultado, quizá también porque como he dicho, Sam y su hermano eclipsan el momento cada vez que aparecen entre líneas y se nota que la autora se ha volcado en ellos, así que puedo asumir entonces que Emily se ha quedado un tanto corta pero porque es imposible ganar esta batalla si tus oponentes son los hermanos Border.
Debby y Tim Bell, son extraordinarios, sin más; unos padres admirables.
No como Clarence, al que no pienso nombrar más. Creo que Holly no podía crear ser más detestable, y que habría que acabar con todo hombre parecido a éste (pues por desgracia estoy segura que existirá más de uno igual en algún lugar del mundo). Por no hablar de Bobby, un muchacho que no es mal chico el pobre, pero al que le coges una manía terrible; la autora se ceba con él (me ha dado la sensación de que se ha desquitado de algo que llevara dentro haciéndole pasar las mil y unas a éste pobre, ridiculizándolo de todas las maneras posibles), la verdad es que es un personaje que en general no aporta nada significativo a la trama, es de esos pesados que se la ganan a pulso, de esos que parece que siempre estén en medio aunque nadie les haya llamado. Dos personajes con los que, por un motivo u otro, me pongo mala nada más pensar en ellos.
El final es lo suyo, para mi gusto demasiado corto, es de esos en los que quedan tres o cuatro páginas para el final y aún no se ve la luz, pero cuando llega es lo que tenía que ser. Autoconclusivo, también.
En definitiva, un libro que me ha hecho descubrir bastantes cosas y con el que he conocido a Riddle: mi personaje favorito, por su superación, su fuerza y sus ganas, por el amor que le profesa a Sam, por no rendirse, por ser más de lo que nosotros -y hasta él mismo- creíamos.
Sam se dio cuenta de que tenía la boca muy seca, como si fuera de algodón, o de tierra o de arena mezclada con esquirlas de vidrio y sangre. Hasta mover la lengua le hacía daño, pero se las arregló para preguntar:
- ¿Hay agua?
Sam vio que Riddle se ponía en pie. O sea, que Riddle podía andar. Eso era una buena noticia. Aunque andaba raro, como cojeando. ¿O iba arrastrando un pie? Estaba demasiado oscuro. No veía bien. Riddle volvió con un zapato entre las manos; un zapato lleno de agua.
Sabéis que la realeza porcina se deja ver poco por mis reseñas y que últimamente estoy yo muy quisquillosa, pero esta novela, aún con esos personajes a los que no he soportado [pero necesarios al fin y al cabo] y esa prota femenina que no me ha llegado del todo, se lleva uno de los puestos de honor en mi estante por todo el global
(y para qué negarlo: por Debby Tartadulce Bell).
Nia