Revista Cultura y Ocio

Reseña - La última noche en Tremore Beach

Publicado el 24 octubre 2020 por Alaluzdelasvelas

RESEÑA

-

LA ÚLTIMA NOCHE EN TREMORE 

BEACH

 ¡Hola, hola, hola!

 Hoy toca reseña hater. No sabía si subirla o no porque, bueno, luego pasa lo que pasa, pero es que este libro me ha cabreado mucho y… lo siento, me toca las jodidas narices que algo me moleste tanto y no pueda cagarme en todo. Así que, si os ha súper encantado el libro, casi que paséis de mi reseña. Como digo siempre en estos casos: no quiero malos rollos. Es sólo un libro. Si mi opinión os ofende, opinad con educación. Sabéis que siempre estoy encantada de leer opiniones diferentes a la mía.

 Aclarado esto, estoy segura de que muchas de vosotras, muchos de vosotros, sabéis que Omaira y yo tenemos una lista del terror. Una de la que, muy de vez en cuando, sale algo decente. Pues nada, siguiendo con la maldición de la lista, nos topamos hace nada con “esta joya”. Os dejo aquí su reseña, que es maravillosa, para que podáis ir a echarle un ojo. Como siempre, ella ha sido muy correcta – yo creo que no voy a serlo tanto… – ¿Todo claro? ¿Sí? ¡Dentro reseña!

FICHA TÉCNICA

Reseña - La última noche en Tremore Beach

Título:La última noche en Tremore Beach

Autora:Mikel Santiago

Editorial:B de bolsillo (Ediciones B)

Número de páginas: 416

ISBN: 978 84 90705865

Precio libro físico: 9,45€ (Tapa blanda) / 5,69€ (versiónKindle)

SINOPSIS

 La fascinante historia de un compositor que intenta recuperar la inspiración en una casa en la costa de Irlanda.

 Todo parece perfecto...hasta que llega la noche de la gran tormenta.

 Un compositor que ha perdido la inspiración.

 Una casa aislada en una playa irlandesa.

 Una noche de tormenta que puede cambiarlo todo.

 Peter Harper es un prestigioso compositor de bandas sonoras que, tras un traumático divorcio, se refugia en un rincón perdido de la costa de Irlanda para recuperar la inspiración. La casa de Tremore Beach, aislada en una enorme y solitaria playa, parece el lugar indicado para lograrlo.

OPINIÓN

 Peter Harper es un artista hundido e incomprendido. Un “pobre hombre” recién divorciado – ah, no, que de eso hace ya dos años, ups –al que ha abandonado la inspiración – ¡llorón a la vista! – y que decide retirarse a un pequeño enclave irlandés, Tremore Beach. Allí se pasa el día compadeciéndose de sí mismo, gastándose el dinero que le queda – en cerveza y tabaco principalmente, porque el tío es todo un ejemplo de salud – y pensando en su ex, que es mala malísima por haberlo dejado. ¿No es un “pobre hombre” encantador?

 Si me conocéis, sabéis que tengo serios problemas con las machistadas. No las soporto, me sacan de quicio. Y me sacan de quicio porque después de 2020 años de historia, jodida pandemia incluida, me parece de traca y media que se sigan diciendo según qué gilipolleces. Muy triste, eso de que se te valore sólo por tu aspecto físico… si eres una mujer. Porque eso hace nuestro gran protagonista: juzgar a las mujeres según sí “están buenas o no”– me pregunto si no será que les quiere dar un mordisquito –, cribando por peso y por, atentas y atentos, frigidez. Opiniones muy sólidas, las de Peter Harper. Las carteras gordas no le gustan, porque le van a aplastar – asco –, las bibliotecarias le parecen unas “frígidas y viejas chochas” – más asco – y Judie, la preciosa y maravillosa Judie, tiene “veintinueve años muy bien llevados”. Encantador.

 Con estos repulsivos antecedentes, nos metemos de lleno en una trama insulsa, carente de interés, más simplona de lo que parece a simple vista y… tirando a mal escrita. La prosa de Mikel Santiago está vacía: un catálogo de precios y posesiones, en el que nos informa de datos tan relevantes como el precio de la cerveza belga, libretas, etc. Y sí, he dicho libretas.

 Todo empieza una noche de tormenta. El cielo parece a punto de partirse en dos. Negro como un enorme pedazo de carbón, está preparado para descargar la madre de todas las tormentas. Se ve el rayo, ese temblor amarillo, casi blanco, que cruza el cielo. Y hace contacto…. Con Peter Harper.

 Pinta bien, ¿eh? Claro que pinta bien. Pero el autor la caga. A lo bestia, a lo grande, de forma tan jodidamente estrepitosa que siento vergüenza ajena. De salida, el señor no se ha informado bien. Lo siento, no lo ha hecho. Entre sus muchas cagadas, está el hecho de dejar cosas sin explicar – y esto lo puedo perdonar, si me pongo muy magnánima –, hace aseveraciones falsasaka:¿me vas a decir, colega, que Freud tenía razón en su interpretación de los sueños? ¡¡Venga ya, joder, venga ya!! – y no tiene ni jodida idea de neuropsicología, lo cual no deja de ser gracioso teniendo en cuenta que estamos hablando de un protagonista al que ha atravesado un rayo… Así que invito al autor a estudiar un poco, que nunca va mal y, bueno, con la de información fiable que hay por el mundo, es triste tener que recurrir a la hipnosis, tema harto controvertido – y frente al cual yo me muestro contraria, por si a alguien le interesa – sobre el que ni siquiera habla con verdadera propiedad. Así que lo dicho: no hay base científica en el libro. Maravilloso.

 Machismo, ausencia de criterio científico… ¿qué más, qué más? Ah, sí, ya sé – nótese el sarcasmo – falta de coherencia. Os lo explico y me dais vuestra opinión. Estamos ante un protagonista que dice haber tenido familiares con percepciones extrasensoriales y, aunque él también las tiende, las ignora. ¿Hola? ¿Es idiota? Qué tonta, no sé para qué pregunto: lo es. Mucho. Muchísimo. Si en vez de dedicarse a pensar en tonterías que no aportan nada a la trama hubiera hecho caso a sus percepciones, el libro tendría 50 páginas y yo no hubiera querido pegarme un tiro leyéndolo.

 Con esta maravillosa premisa, os preguntaréis por qué diablos no abandoné. Porque cuando opino me gusta hacerlo con toda la información. Me parece muy triste que se asuma que quién lee un libro se va a tragar cualquier mierda, y me parece triste, os digo, porque cuando algo está mal hecho se nota. Y esto no es sólo mejorable, es absurdo. Innecesario. Patético. No me acerco a nada más del autor, con eso lo digo todo.

 Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER

 Peter Harper es un padre de mierda. Ya lo he dicho. El hombre no está. No lo ha estado nunca. Para él, sus hijos son esos críos que ha cuidado su ex mujer, porque dentro de su retorcido razonamiento de hombre de las cavernas, somos las mujeres las que sabemos ocuparnos de los niños. Esto es machismo. Es machismo, joder. No entiendo que se sigan diciendo estas cosas, porque una mujer, por el mero hecho de serlo, no “es más maternal”. De verdad: invito nuevamente al autor a estudiar un poco. Es una pena la de estudios maravillosos – ¡y bien escritos! – que hay sobre el tema, y lo poco que este señor se preocupa por su existencia. ¿Y por qué digo que es una mierda de padre, a parte de por motivos evidentes? Bueno, el señor deja que sus hijos se vayan en barco con una panda de chavales a los que acaban de conocer. Y les da dinero para que compren algo en algún restaurante. Extasiada me hallo. Debe de ser que en el mar hay un bote móvil de zumos y bocadillos y yo no me he enterado… ¿Qué los niños no llegan? Bah, da igual, ya aparecerán, a él sólo le preocupa su prepucio.

 ¡Otro tema del libro! ¡El sexo y las bromas de sexo! Encantador. Maravilloso. Fantástico. Sabéis que a mí me da igual hablar de sexo, género y sexualidad. De hecho, son temas que me parecen francamente interesantes, siempre y cuando se traten con respeto. Las bromas rancias, machistas, no me gustan. Me cabrean. Y me cabrean porque muchas veces son ecos de los pensamientos de quién las escribe. Ahí dejo la información. No sé cuántas veces se hablará de pelotas a lo largo del libro, pero he acabado hasta los jodidos ovarios.

 El libro es algo así como una película mala, de serie B, de las que ponen un domingo a las cuatro de la tarde porque hay que rellanar programación. Un libro con trama insulsa, personajes trillados y vacíos, comentarios que sobran y molestan, secundarios prescindibles y “el factor hijos” para generar una empatía que muere en el mismo momento en que Peter demuestra que no está capacitado ni para cuidar de sí mismo. Si queréis mi opinión, es un libro que no merece la propaganda que se le ha hecho. Porque es nefasto. En mi segundo puesto de peores libros del año, con eso lo digo todo.

 El final… ay, por favor, es que ni una película de acción barata da tanta vergüenza ajena. No es que no sea creíble, que también, es que ni en los mejores sueños del autor las cosas podían acabar así. Sobra decir que se ríe de la seguridad de los hospitales, de la fuga de pacientes, de la salud mental en general, de las mujeres y… ¿sigo?, ¿o paro ya?

 ¿Queréis perder el tiempo? ¿Queréis perder neuronas? ¡Estáis de enhorabuena! ¡Os he encontrado “un libro”! Ay, la ironía, cómo me gusta. Espero olvidar pronto esta tragedia literaria… o esta tragedia, en general.

Aburrido, mal escrito, con ausencia de criterio científico; La última noche en Tremore Beach es un claro ejemplo de lo que no hay que hacer si se quiere escribir un buen libro. Pasen y vean, el pasaje del sopor está abierto para todos los públicos.

Nota: 1/5


Volver a la Portada de Logo Paperblog