Eilis Lacey, una joven irlandesa sin un futuro prometedor por delante, se muda a Brooklyn, Nueva York y empieza una nueva vida allí. Pero cuando parece haberse acostumbrado a América, recibe noticias de su hogar...
Hemos escuchado a todo el mundo decir que el libro siempre es mejor que la película. Es una frase algo manida que parece estar en la boca de todos y que se utiliza como comodín cuando se estrena la última adaptación del bestseller de turno. Sin embargo, yo no estoy del todo de acuerdo con esa frase. Aunque es cierto que en muchos casos el libro nos parece infinitamente mejor, otras veces he disfrutado mucho más con la película, ya que en realidad son vivencias muy distintas.
En mi caso, y supongo que en el de muchos otros, me suele gustar más mi primer contacto con la historia, ya sea el libro o la película. La razón es en realidad muy simple: nos encariñamos con una trama y unos personajes y al querer conocer más sobre ellos o repetir la experiencia, esta no siempre cumple sus expectativas o no es capaz de llegarnos de la misma forma. Así pues, al ver la película antes de leer el libro, esto me ha pasado muchísimas veces. Brooklyn, de Colm Tóibín es la última en unirse al club.
Quiero decir, ante todo, que la novela de Brooklyn me ha gustado bastante. El libro me ha durado prácticamente un suspiro y creo que está escrito con suma delicadeza y aportando detalles que te ayudan a conectar con la trama y la época en la que se desarrolla. Brooklyn narra una historia sencilla, sobre una chica que se encuentra lejos de su hogar y decide formarse una vida por sí misma.
Al empezar la novela, debo decir que la manera de escribir del autor me cautivó en seguida; disfrutaba leyendo cómo nos contaba la vida de Eilis y su evolución a lo largo de los capítulos, de joven tímida e insegura a mujer adulta y responsable. Mi problema llegó justamente con la introducción de la historia de amor a mitad del libro, que desgraciadamente no supo transmitirme las mismas sensaciones que la película.
A partir de ese momento, Eilis se transforma en un personaje un pelín hipócrita, ya que en todo momento conocemos lo que piensa (hay pocos diálogos y muchos monólogos internos), y ella casi nunca transmite esos pensamientos en voz alta. La relación entre ellos me pareció más mágica y dulce en la película y eso es algo que definitivamente eché en falta.
Por otro lado, también se ha hablado mucho del final del libro, el cual resulta un poco desalentador y nos hace cuestionar las razones de la protagonista al tomar su decisión. En mi humilde opinión, hay historias que merecen finales abiertos y esta no era una de ellas. Además, creo que el final de la película con su moraleja final era simplemente perfecto.
¿Me hubiera convencido más la segunda parte del libro y su final de no haber visto antes la adaptación? Quién sabe.