La noche ha caído sobre la Estación Central de un mísero suburbio de Copenhague y los indigentes se preparan para hacer frente a otra gélida velada lo mejor que pueden. Junto a los tornos del vestíbulo, dos jóvenes traficantes intercambian sustancias; apoyada en una vieja cristalera, una adolescente tirita y espera impaciente la llegada del próximo cliente; sentado en el bordillo, un niño mendigo que no parece haberse percatado de que a estas horas ya puede guardar la mano; en la acera de enfrente, un tendero pega cuatro voces a tres vándalos que huyen con los bolsillos llenos; y en el más tímido rinconcito de esta escena, un pequeño bulto que intenta pasar desapercibido: Sanne, la pobre Sanne, que con tan sólo trece años ya ha visto y sentido más de lo que nadie debería.
Desde luego, merece la pena conocer su historia:
Sanne nunca ha experimentado el calor de un hogar, así como tampoco entiende muy bien conceptos como cariño o tranquilidad. Mamá Vibeke no hace más que traer borrachos violentos a casa (si es que a ese destartalado y sucio habitáculo se le puede llamar casa) y nunca ha mostrado el más mínimo interés por nada, ni siquiera por su hija, a la que ha enviado varias veces a diversos hogares infantiles sin resultado alguno. El pequeño Jörgen ya no necesita la atención de Sanne, y por tanto la chica ha dejado de ser de utilidad para convertirse en una odiosa carga de la que parece imposible deshacerse. No hay hogar infantil del que Sanne no haya escapado, y es que ante todo prefiere volver junto a mamá, y cuando las cosas se ponen feas, nada como la libertad que le ofrece la calle, una libertad que irremediablemente la conducirá a la marginación, a la búsqueda del sustento en un mundo de violencia, robos, drogas, prostitución, malas compañías, aventuras y peligros de los que muy difícilmente podrá llegar a desligarse. Para hacerlo, deberá dejarse ayudar, pero no es fácil confiar en los adultos cuando todo lo que te han aportado han sido patadas y desprecios.
Con un estilo directo y franco, la sueca Mecka Lind nos presenta sin tapujos la cruda realidad de los barrios bajos de Copenhague, aunando tristes vidas de niños de la calle a los que tuvo la oportunidad de conocer para reivindicar y alzar verdades a través de una sola voz, la de Sanne, ofreciendo al lector un resultado tan estremecedor como veraz.
Es sin duda una novela apasionante que abre fronteras y amplía el campo de visión del joven europeo, haciéndole ver, entender y pisar tierra para poder valorar y apreciar lo que tiene.
Sanne, su historia, merece ser escuchada, y es una pena que la novela no haya llegado a su cuarta edición. Fue publicada a mediados de los noventa en la colección Gran Angular de SM, pero parece ser que se mantuvo únicamente gracias a las lecturas obligadas, y una vez los colegios dieron paso a otros títulos, el relato de la niña vagabunda quedó descatalogado.
Pero quién sabe, quizá algún día SM se apiade de Sanne y decida concederle una nueva oportunidad.