Pocas, muy pocas, son las novelas juveniles que tratan el tema de la muerte. Lo que no deja de ser algo normal, teniendo en cuenta el rechazo que existe en nuestra actual sociedad hacia algo tan natural como es morirse. La muerte no es guay y, desde luego, no mola nada; así que alejamos los cementerios todo lo posible de nuestras urbes, para evitar tener que pensar en ella. Como decíamos, hay pocas obras: Busco a Violet Park es una de esas excepciones.
Lucas, el protagonista de esta historia, es un personaje marcado por la misteriosa desaparición de su padre años atrás. Una noche, mientras aguarda un taxi que le lleve de vuelta a casa, se da cuenta de que hay una extraña urna encima del mostrador de la estación de taxis. El encargado le cuenta que ese curioso objeto, que alguien se olvidó en uno de los taxis, guarda las cenizas de una mujer fallecida. Este hecho obsesiona a Lucas, que cada vez se siente más intrigado por esa peculiar historia y por descubrir más pistas sobre la vida y la muerte de esa mujer: Violet Park.
La novela está narrada en primera persona y es la voz del protagonista la que reflexiona sobre la vida y la muerte, pero eso no la convierte en una obra densa y profunda, ya que la autora sabe muy bien cuándo y cómo introducir el humor que aligere esa trama. Las diversas pistas que sigue el personaje principal le llevan a averiguar más de sí mismo e, incluso, de su progenitor desaparecido. El tono, en algunos momentos, recuerda incluso a El curioso incidente del perro a medianoche, sólo que aquí el personaje narrador no es un autista. Un ejemplo de esto sería el listado que hace Lucas explicando por qué no fuma tabaco y por qué en cambio sí fuma marihuana.
Esta obra es la primera de Jenny Valentine, un nombre al que seguiremos de cerca, porque Busco a Violet Park promete, y mucho.
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