Los abuelos de Jewel han muerto, así que la joven vuelve al pueblo que la vio nacer para vivir con su madre, a la que no ve desde hace diez años. Pero todo ha cambiado: ella es una joven introvertida y poco dada a hacer amigos, y su madre es casi una desconocida. Pero lo que parece no haber cambiado es el lago, donde su hermano murió.
Y en ese mismo lago donde su vida se torció por el mal camino, esta volverá a tomar un rumbo desconocido. Aunque en un primer momento piensa que se trata de una alucinación al ver a su hermano, en realidad a quién está viendo es a Sacha hundiéndose en las aguas de lago. En un arranque de culpabilidad por no haber podido salvar a su hermano, Jewel rescata al chico. De esta manera las vidas de Sacha y Jewel se verán entrelazadas, aunque los secretos dichos a voces y los «quiero-pero-no-puedo» les impedirán disfrutar del tiempo juntos.
La chica del lago es una historia un tanto atípica para tratarse de una novela orientada a jóvenes. No esperéis un asesino en serie al que hay que atrapar ni un misterio que resolver. Jewel es una joven callada y con muchos demonios interiores, y Sacha vive con la losa del cáncer sobre su cabeza, y una manera de desfogarse es robando los enanitos de jardín de sus vecinos. Así pues, nos encontramos ante una novela triste donde las haya, con un lenguaje sencillo y a veces poético.
Pero no todo son alabanzas: los personajes secundarios pintan poco en la historia y el final resulta un tanto abrupto si se tiene en cuenta el estilo pausado de narración de la autora. Al dar la vuelta a la última página se siente que falta «algo» por explicar o que la historia podría haber seguido un poco más.
Steph Bowe, la autora, vive en Australia y cuenta sólo con 17 años. Sí, habéis leído bien, y eso no le ha impedido que su primera novela sea todo un éxito en su país. Podéis seguirla en su blog http://heyteenager.blogspot.com, donde mezcla entradas sobre su vida y sus gustos con noticias sobre su novela.