Bárbara G. Rivero habla de hadas. Perdón: de la Bella Gente, no vaya a ser que me escuchen y vengan volando enfadadas.
La Bella Gente es, por definición, bella... Pero no siempre cordial, ni justa, ni con los pies en la tierra (literal y figuradamente).
Posee alas cristalinas, cabellos de todos los colores y poderes extraordinarios; y es elegante, etérea y majestuosa; pero puede llegar a ser tremendamente malvada y cruel.
Porque la Bella Gente es tan humana como cualquiera…
Y, si no, que se lo digan a Laila Pelomoco, quien en su primera aventura descubrió que pertenecía a ambas razas y se echó un trío de amigas aladas muy peculiares: Cyinder, la princesa del reino dorado; Nimphia, la del reino de aire; y Aurige, princesa del reino sin soles.
Después de que en su primera odisea Laila y las demás salieran victoriosas del feroz reino de Acuarïe, ahora, sin apenas tiempo para respirar, vuelven a meterse en problemas. Y no es que a ninguna de las cuatro les apetezca volver a las andadas, pero el panorama pinta demasiado mal como para ignorarlo: varios tesoros reales han desaparecido, la inexpugnable reina Blanca avanza en su dominio, Titania teje su tela de araña incluso alrededor de aquella que se cree invisible, los Señores de los Vientos hacen su ¿terrible? aparición y los humanos que habitan el mundo de la Bella Gente prepararan su revolución.
Bárbara G. Rivero demostró en Laila Winter y las Arenas de Solarïe un estilo brillante, un ritmo implacable y unos diálogos ágiles, frescos y divertidos; y ahora vuelve con mucho más. Sus personajes cobran vida propia y nos marean a su antojo; sus salidas son enloquecedoras e imprevisibles; y la pluma que les guía es tan amable como afilada. No hay duda de que Rivero deja el pabellón de la fantasía juvenil española bien alto.
Paciencia, nemhiries, en 2010 llegará la tercera entrega.
Y quién sabe si existirá una cuarta…