Es un hecho que muchos dibujantes españoles tienen que hacer las américas para poder vivir de su trabajo, pero no todos dibujan superhérores para DC o Marvel; algunos prefirieron ir a Francia, donde la industria del cómic es un mercado competitivo y rentable. Uno de estos autores es José Luis Munuera, español afincado ya en el mundo del cómic francés gracias a, entre otros, su trabajo con el famoso personaje Spirou durante tres álbumes. Éstos fueron publicados originalmente entre 2004 y 2006 en Francia, y acaban de ser editados en castellano por Planeta De Agostini en un solo tomo. Y es que Spirou es un personaje casi tan carimástico en el mercado francobelga como pueda ser Tintín, mientras que en nuestro país es bastante menos conocido. Spirou, siempre acompañado de su infatigable amigo Fantasio y de la ardilla Spip, vive trepidantes aventuras en diferentes lugares del globo, enfrentándose a todo tipo de villanos en defensa de los más débiles. En sus inicios era un botones, profesión casi extinta en la actualidad, por lo que el personaje ha ido sufriendo diferentes evoluciones para adaptarse a los nuevos tiempos. No olvidemos que fue creado por Rob-Vel en 1938; desde entonces muchos han sido los autores que han pasado por sus páginas: Jijé, Franquin (que realizó veinte tomos y desarrolló más el mundo de este personaje), Fournier, Chaland, Tomé, Janry, etc...
En este tomo, el tándem formado por Jean-David Morvan (guionista) y José Luis Munuera (dibujante) rescata la clásica figura del genio del mal que usa sus invenciones para obtener sus fines, en este caso, inundando París, en la aventura titulada París bajo el Sena. En la segunda historia, El hombre que no quería morir, nuestros héroes emprenden un viaje éxotico en busca de la inmortalidad, hasta llegar a Japón en Spirou en Tokio, el último álbum, donde vemos cada vez más influencia del manga, tanto en el dibujo como en la trama.
Una única palabra resume estos tres tomos: aventura. Y también acción a raudales. El estilo de Munuera es dinámico, usa los encuadres precisos para aportar un ritmo trepidante, donde cada viñeta lleva a la siguiente, con un gran dominio de la planificación de cada página, tanto que, a veces, uno tiene la sensación de estar viendo una película de Jackie Chan o de John Woo. En cuanto a las tramas, las más redondas son las del segundo y tercer álbum. En El hombre que no quería morir aparecen algunos viejos conocidos de la saga, como Zantafio y Tanzafio, familiares de Spirou. Algunos gags juegan con el reconocimiento del personaje y su mundo (como el gag del psicoanalista, en el segundo álbum, o cuando Spirou se disfraza de botones, en el tercero). Y, aunque no es necesario haber leído los 46 álbumes anteriores para seguir las historias, es preferible haber tenido algún contacto con estos personajes.
Spirou sigue vivo, larga vida a Spirou. Si Indiana Jones o James Bond vuelven ¿por qué no lo va a hacer él? Además, el paso del tiempo cada vez le sienta mejor.