Aurélien no se había planteado cambiar de trabajo, como mucho tenía pensado cometer un atraco. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos lo atropellan, la palma y se encuentra convertido en un vampiro, o quizá en un hombre-lobo, y con un contrato indefinido como vendedor de algodón de azúcar en el parque de atracciones, Zombillenium.
Zombillenium no es un parque de atracciones de los de toda la vida. Los encargados son un vampiro y un hombrelobo; los trabajadores, muertos vivientes, momias, chupasangres; y hasta tienen por becaria a una bruja, Gretchen. Pero las visitas al parque están bajando, están al borde de la quiebra y necesitan una nueva estrella que atraiga a los clientes porque los jóvenes de hoy en día ya no se asustan tan fácilmente. Los monstruos de esta feria ven peligrar su puesto de trabajo y por ende, su no-vida, y tienen que sindicarse (intersindical de zombies) contra una empresa que sólo quiere vender y se rige única y exclusivamente por los números de los balances. Vamos, real como la vida misma, más o menos.
Con un diseño de personajes espectacular, tirando a realista pero sin perder un ápice de ese estilo simpático de grandes ojos redondos por el que es conocido, el francés Arthur de Pins (La marcha del cangrejo, Pecados Veniales) nos trae un cómic de vampiros y seres de la noche repleto de humor y sarcasmo, que se cachondea de los cánones de este género. La historia de Zombillenium acaba de empezar con Gretchen. En octubre del año pasado la revista belga Spirou retomó la publicación de Zombillenium, pero como se publican un par de páginas a la semana, tendremos que esperar a que se recopile todo en el próximo tomo. Con suerte lo tendremos en nuestras manos en 2012 y podremos seguir riéndonos con Aurélien y su recién estrenada condición de monstruo de parque temático. Mientras tanto, tenemos Gretchen para leer y releer una y otra vez recreándonos en los detalles.