Título: Sensatez y sentimiento.
Autor: Jane Austen (1775-1817) era la hija menor de un pastor protestante que se ocupó personalmente de su educación. Llevó siempre una existencia apacible en diversos lugares del sur de Inglaterra y permaneció soltera. Siendo testigo de la época de la Regencia, empezó a escribir con tan solo 16 años, en una época en la que la que a la mujer se le asignaba un rol más tradicional y sujeto a las normas de una sociedad estrictamente patriarcal. Además de Orgullo y prejuicio, su novela más importante y famosa, también escribió Mansfield Park, Emma, Sensatez y sentimiento, La abadía de Northanger o Persuasión entre otras; además de escribir una abundante cantidad de diarios personales que retratan y reflejan la realidad de una época. Su obra es una fabrica de generar controversia, interpretaciones, alabanzas y lo que es más importante; una atracción especial hacia un público más amplio y menos especializado. Murió de tuberculosis a los 41 años dejando incompleta Los Watson, quien años después su sobrina, la también escritora Catherine Hubback, sería quien la finalizase.
Editorial: Alianza Editorial.
Idioma: inglés.
Traductor: Miguel Ángel Pérez Pérez.
Sinopsis: centrada en la figura de la humilde y discreta Fanny Price, esta novela es una de las más deliciosas de Jane Austen, cuenta muchas de las vicisitudes en que se ve envuelta desde que a la edad de diez años va a vivir a Mansfield Park, nombre que recibe la casa de los Bertram, sus tíos ricos. Las distintas relaciones que establece con sus primos y con los diversos personajes que van apareciendo por la casa y complicando la trama, así como su evolución, con sus idas y venidas, sus avances y retrocesos, amores, rivalidades, tomas de conciencia y cambios de actitud van desarrollando un relato ameno, romántico y entretenido que culmina con un final feliz.
Su lectura me ha parecido: larga, algo densa, menos irónica de lo habitual, más oscura, con un personaje principal muy insípido...En el mundo de la crítica literaria existe una especie de veneración hacia los clásicos. No hay medio de comunicación que se precie que no ensalce de vez en cuando algunos de los textos más importantes y que han marcado un antes y un después en la escritura de las generaciones posteriores. Esto es así. Tal es ese entusiasmo por los clásicos que cada dos por tres en las redes sociales nos abruman con listas, temáticas y muy diferentes entre si, pero en las que podemos encontrar una enumeración del peor al mejor libro o simplemente enormes compilaciones de títulos. Sin embargo, creo que de vez en cuando debemos tomar el texto entre nuestras manos y analizarlo críticamente, con criterio, sin dejarnos llevar por las convenciones o el famoso "qué dirán". Reconozco que soy una gran amante de este tipo de literatura, suelo leerla muy a menudo y es verdad que muchos de los libros considerados imprescindibles para la historia lo merecen. Pero hay veces que conviene salirse del redil, opinar de forma diferente y demostrar que los clásicos también pueden ser criticados. El libro que hoy tengo el placer de reseñar es de momento, y a falta de leer sus novelas cortas, el que menos me ha gustado de Jane Austen, autora a la que este año estamos dedicando un espacio especial este año en el blog. No obstante, si bien es cierto que su lectura no ha logrado entusiasmarme, en esta novela reside un poso reflexivo de gran interés, por algo está considerado un clásico de la literatura universal. Mansfield Park: el esplendor de la burguesía rural frente a la corrupción de la gran ciudad.
La historia de como Mansfield Park llegó a mis manos y a ocupar el primer estante de mi adorada estantería es bien sencilla. De hecho, es similar a la de las veces que logré hacerme con un ejemplar de Orgullo y prejuicio, Persuasión, La abadía de Northanger, Emma y Sensatez y sentimiento. Como muchos ya sabréis, este año en Jimena de la Almena he decidido ofrecer un espacio más amplio para la literatura escrita por mujeres. La verdad es que han sido años de reivindicación, y en algunos casos de reconocimiento tardío, incluso de auténticos descubrimientos literarios con nombre de mujer. Por ello y porque me considero una feminista empedernida, he procurado descubrir al lector todos esos libros, todas esas historias, en definitiva, todas esas autoras que un día decidieron empuñar la pluma, el lápiz o la máquina de escribir y ejercer el oficio dignamente. Y de entre todas esas mujeres, este año una de ellas, Jane Auten, ha brillado más en este espacio de debate y opinión. Al conmemorarse los 200 años de su muerte en 1817, como crítica literaria sentí la responsabilidad de adentrarme en su literatura, la cual ha pasado a la historia como una de las más icónicas, llegando a adentrarse en el terreno de la cultura popular. Son numerosos las asociaciones dedicadas a la autora inglesa, capaces incluso de organizar importantes congresos, recreaciones históricas de la época o masivas quedadas de fans de todo el mundo. Pero más allá de todo esa admiración, lo que pretendí desde el principio fue tratar de desquitarme ese prejuicio que arrastré durante mucho tiempo, el prejuicio que mantenía que las novelas de Jane Austen eran cursis, algo que conseguí a medida que fui leyendo cada una sus novelas. No todas lograron tocarme la fibra sensible, pero si apreciar ciertos detalles que me permitieron asomarme a un tiempo en el que ser mujer no era nada fácil. En el caso de Mansfield Park, que leí con cierta cautela, pues, todas las críticas que leía al respecto no eran las mejores del mundo. Y la verdad no se equivocaban, Mansfield Park es tal vez la novela que menos gusta entre los fans al mismo tiempo de ser la más larga en cuanto a extensión. Sin embargo, y a pesar de todo, Mansfield Park esconde más que lo que aparenta, tal y como expondremos en los siguientes párrafos.
En lo que respecta a la crítica propiamente ducha, comenzaremos diciendo que Mansfield Park resulta ser hasta el momento la novela más larga que me he leído de Jane Austen, es más, no me equivoco en afirmar que es éste y no otro el libro más voluminoso que escribió la autora. Esto no tendría que significar nada en un primer momento, pero sinceramente, cuando se junta con una lectura menos ágil de lo habitual y menos irónica bajo mi punto de vista la experiencia acaba siendo ligeramente tediosa. Al contrario de lo que me ha sucedido con otras novelas de Austen, la verdad es que no he logrado disfrutar de esa gracia que destilaba gracias al espectacular manejo de la ironía. Tal vez sea por el número de páginas o puede que se deba a que, a pesar de movernos en un terreno conocido, ya esperemos un poco más de la autora en ese sentido y nos esperamos un poco más. Cuando uno ha leído varios libros de un autor o una autora en concreto, las expectativas siempre están altas y no siempre suelen cumplirse. En lo que respecta a los personajes, no he logrado empatizar ni conectar con alguno de ellos. Si bien es cierto que me parece muy interesante esa especie de "monólogo interior", por llamarlo de alguna forma, que alimenta la protagonista a través de su constante observación a lo que sucede a su alrededor, Fanny Price, que es así como se llama, me parece la heroína menos interesante del universo Austen. Su carácter introvertido hace que el lector se aleje más de sus problemas y preocupaciones. Y aunque en Fanny podemos establecer, bajo mi punto de vista, algunos puntos en común con el eterno Darcy de Orgullo y prejuicio, no logra tocar la fibra sensible del lector como si lo hacen Elizabeth Bennet o Anne Elliot. Una vez dichos los aspectos que me han parecido negativos, pasemos a los positivos, pues, como he comentado en el primer párrafo, Mansfield Park se considera un clásico por algo. La historia es sencilla: centrada en la discreta figura de Fanny Price, la novela nos narra su experiencia desde que a la edad de diez años es enviada a vivir a Mansfield Park, donde viven sus tíos ricos. A medida que avanza la novela veremos como se relaciona con los habitantes de la mansión y como se ve envuelta, en ocasiones sin querer, en los juegos de poder de sus inquilinos, llegando incluso a sufrir las consecuencias de los mismos. En primer lugar, llama la atención que Jane Austen le confiera personalidad y protagonismo a una construcción como Mansfield Park. Este mismo aspecto lo podemos encontrar en La abadía de Northanger, sin embargo, es en Mansfield Park donde se acentúa más, convirtiendo al edificio en un personaje más de la novela. En segundo lugar, por primera vez se nombra el tema de la esclavitud y de como en esa época reportaba grandes beneficios. Este aspecto tan polémico de la novela ha sido debatido por grandes intelectuales, entre los que se incluyen Edward Said o Vladimir Nabokov. Unos ven una defensa y otros una crítica, sin perder de vista que Mansfield Park, como construcción, es posible gracias al comercio de esclavos. Jane Austen adquiere en esta novela una posición indiferente, no sabemos si estaba a favor o en contra de esta práctica, o simplemente quisiera describir una realidad de su época. En tercer y último lugar, entre esa amalgama de personajes destaca el de Mrs Norris. Una mala de película, tan mala que logra convertirse casi en una grotesca caricatura, pero que sirve para que el lector haga un breve recorrido por ese mundo privado solo reservado para las mujeres. Con Mrs Norris no sólo conocemos la economía doméstica de la época, también el ideal de mujer que imperaba durante la transición del siglo XVIII al XIX. En ese sentido una vez más, Jane Austen deja de nuevo un testimonio valioso para la posteridad.
Centrándonos ahora en exponer la ya clásica reflexión final y tratándose de Mansfield Park, tenemos que detenernos en un tema en concreto. No es que no quiera hablar de otros como el de la esclavitud, el de la sociedad de apariencias o el del poder de la envidia; simplemente la relación que Jane Austen establece entre campo y ciudad me parece de lo más interesante. Para que nos hagamos una idea, toda la producción literaria de Jane Austen se encuadra en un momento de transición, del XVIII al XIX, coincidiendo con la etapa más álgida de las Guerras Napoleónicas y con el inicio de la Revolución Industrial en el horizonte. Esta privilegiada cronología nos sirve a nosotros como lectores para apreciar la opinión de la autora sobre ciertos aspectos de su tiempo, sin embargo, resulta especialmente llamativo que Jane Austen pase por encima todo eso, interesándose más por la historia, los personajes y los conflictos que estos puedan desarrollar a lo largo de la trama que por los acontecimientos históricos que están teniendo lugar. A simple vista Jane Austen puede dar esa impresión, pero, si sabemos leer entre líneas, comprobaremos enseguida lo equivocados que estábamos. Si por algo se caracterizan las novelas de la autora inglesa es por esa interesante capacidad de construir atmósferas ¡y que atmósferas! Infinitas praderas, interminables senderos, impresionantes mansiones en medio del campo...Ese permanente contacto de los personajes con la naturaleza es ya de por si un sello de identidad del universo Austen, pero que por otro lado, la autora no lo usa de forma inconsciente. Los protagonistas no pasean por bosques porque si, sino que lo hacen para demostrar que la vida en el campo es mucho mejor que en las ciudades. En sus novelas a penas se nombra el mundo urbano, es más, la autora no describe las estancias de algunos personajes en la capital, Londres, por cuestiones de negocios. Estos se van, desaparecen un tiempo de la trama y finalmente regresan. Eso si, en algunos libros de Jane Austen encontramos algunos comentarios y descripciones que hablan de las desventajas de vivir en las ciudades, especialmente si hablamos de Londres. De hecho, una de las frases de la autora británica que han pasado a la posteridad describe con las siguientes palabras la vida en la capital: "La verdad es que en Londres todas las temporadas son malas. Nadie esta sano en Londres ni puede estarlo." Esta frase tiene sentido si como avispados lectores nos damos cuenta de que en la época en la que Jane Austen escribió sus novelas, la Revolución Industrial comenzaba a dar sus primeros pasos, algo que provocó que Londres experimentase un cambio radical en su paisaje urbano, que el paisaje fabril se instalase a orillas del Támesis y que como consecuencia de todo ello, se originase la famosa niebla que ha caracterizado durante años a la capital. Obviamente, con este paisaje tan desalentador, normal que Jane Austen ensalzase las virtudes del ámbito rural, de esa campiña inglesa cuyos libros han ayudado a universalizar y embellecer. En Mansfield Park esa contraposición entre campo y ciudad se aprecia con más claridad, pero es una constante en el resto de novelas, hasta el punto de que con su pluma Austen logra que el lector encuentre en ciudades como Bath, menos populosa y bella que Londres incluso a día de hoy, un refugio, una escapatoria, una huida hacia adelante en la que pasas del adoquín a la tierra en un abrir y cerrar de ojos. Una vez dicho esto, ahora como lectores y seres humanos que somos, debemos preguntarnos si actualmente existe ese mismo debate, si ya está superado o si existen autores como Jane Austen capaces de transmitirnos la belleza de ese último resquicio de aire puro. Mansfield Park: una historia de amor, envidias, secretos, misterios, naturaleza, prejuicios, timidez, rebeldía...Una novela que, aunque no me haya entusiasmado en su totalidad, espero que leáis.
Frases o párrafos favoritos:
"El egoísmo tiene que perdonarse siempre, porque es un mal que no tiene remedio."
Película/Canción: además de las dos miniseries estrenadas por la BBC en 1983 y 2007, la adaptación más famosa es la de 1999. Una película escrita y dirigida por Patricia Rozema, contó con las interpretaciones de Frances O´Connor y Lonny Lee Miller encarnando a los personajes principales y con la interpretación estelar del actor, dramaturgo y premio Nobel de Literatura Harold Pinter en el papel de Sir Thomas Bertram.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Alianza Editorial