Revista Cultura y Ocio

Reseña - Nosotros en la luna

Publicado el 08 agosto 2020 por Alaluzdelasvelas


RESEÑA
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NOSOTROS EN LA LUNA


 ¡Hola, hola, hola! ¡Otra semana que se nos va! ¿Cómo se os está dando este agosto? Espero que estéis disfrutando de unos días muy tranquilos. Yo no me puedo quejar. O no demasiado, venga. De hecho, estoy muy contenta de poder traeros hoy la reseña de una novela que... ay, me gustó mucho mucho. Como dato totalmente irrelevante, quería aprovechar para comentaros que del mes de julio no hubo wrap up porque este verano estoy leyendo muy poquito. Cuando termine agosto, seguramente haré un recopilatorio de lecturas de este verano. Y ahora sí que sí, ¡dentro reseña!FICHA TÉCNICAReseña - Nosotros en la lunaTítulo:Nosotros en la luna Autora:Alice Kellen Editorial:Planeta Número de páginas: 480 ISBN: 978 84 08223290 Precio libro físico: 17,00€ (Tapa blanda) / 8,54€ (Edición para Kindle)

SINOPSIS Una noche en París. Dos caminos entrelazándose. No hay nada más eterno que un encuentro fugaz.  Cuando Rhys y Ginger se conocen en las calles de la ciudad de la luz, no imaginan que sus vidas se unirán para siempre, a pesar de la distancia y de que no puedan ser más diferentes. Ella vive en Londres y a veces se siente tan perdida que se ha olvidado hasta de sus propios sueños. Él es incapaz de quedarse quieto en ningún lugar y cree saber quién es. Y cada noche su amistad crece entre emails llenos de confidencias, dudas e inquietudes. Pero ¿qué ocurre cuando el paso del tiempo pone a prueba su relación? ¿Es posible colgarse de la luna junto a otra persona sin poner en riesgo el corazón? Una historia sobre el amor, el destino y la búsqueda de uno mismo.  Porque a veces, solo hace falta mirar la luna para sentirte cerca de otra persona.OPINIÓN Ginger no sabe cómo sentirse. Acaba de romper con su novio y se siente extraña, como si de repente ya no supiera quién es. Porque lo hacían todo juntos. Eran amigos. Y pareja. Así que necesita escapar hasta de sí misma. Poco tiempo, lo justo para demostrarse a sí misma que puede hacerlo, claro que puede. Y así es como deja los cielos plomizos de Londres para acercarse a la ciudad que parece atraer el romance. París, tan bonita, tan digna. París, con su metro. Y es en ese metro, delante de la maldita máquina de billetes, donde conocerá a la única persona que, como ella, tal vez sólo necesite pasar un tiempo en la luna.  Echaba de menos la prosa de Kellen. Tan bonita, tan cuidada. Esa forma suya de hacer que la situación más mundana sea preciosa. Porque ahí radica la magia de la escritura de la autora: hacer de lo cotidiano, lo anodino, algo maravilloso. Rhys no se puede creer que esté ayudando a una desconocida a pasar una noche muerta en París. Pero lo está haciendo. Y la chica es divertida, muy tierna. También está muy perdida, atada a un pasado que debería dejar ir, porque la vida sigue. Siempre sigue. Rhys lo sabe. Él rara vez para quieto en el mismo sitio, siempre a la caza de la siguiente ciudad, rozando con las yemitas de los dedos la próxima excusa para seguir siendo ese trotamundos que hace sesiones de DJ. Las horas que le roban a la noche parisina marca un antes y un después en sus vidas. Dos personas que se miran y saben, porque se sabe, que serán importantes para el contrario, la contraria. No, no hay amor. No aún. Hay reconocimiento. Hay curiosidad. Y por eso, cuando la luna empieza a desaparecer y la vuelta a la realidad es inminente, Ginger le da su email. No le da su número. Le da su correo electrónico. Me ha gustado, y mucho, que Alice Kellen nos dibuje una relación tan bonita. Una que empieza con esas horas perdidas y sigue con la cadencia de unos mensajes primero más bien impersonales, meramente divertidos. Cada vez más personales, más sentidos. Porque Rhys y Ginger se apoyan muchísimo mutuamente. Ella, que todavía está en la universidad decidiendo quién quiere ser; él, que cree que no tiene que preocuparse de algo tan mundano. Dos vidas que no deberían haberse cruzado, pero lo hicieron.  No os quiero contar más, no de la trama. Lo que sí quería era deciros que, cuando leo a Kellen, siento ese cosquilleo de curiosidad. Las ganas de hacer cosas, de sentirme muy viva. Porque su prosa es inspiración, también motivación. Una mezcla maravillosa que haga que te digas que sí, joder, que claro que puedes con todo. Porque invita a conocerse a una misma, a hacerse esas preguntas incómodas y, cómo no puede ser de otra manera, a cuestionarse si has sido capaz de encontrarte a ti misma.  Es horrible, pero me he sentido más identificada con Rhys que con Ginger. Esto es, sencillamente, porque el chaval está más perdido que un pulpo en un garaje. No tiene ni idea de qué espera de sí mismo. Y tampoco quiere pensar en ello. Es gracioso, lo mucho que puede llegar a incomodar verse en un personaje que, en el fondo, ni siquiera te gusta, ¿verdad? Porque Rhys no me ha caído mal, pero tampoco bien. Ella es fuerte, fuerte como sólo alguien que lucha por sus sueños puede serlo. Él prefiere dejar que la vida le pase por encima. Los correos llegan cada día. Ginger espera con ilusión el momento de preguntar a ese chico de ojos tristes cómo le va todo, contarle cómo son sus días. Rhys también. Las conversaciones con esa chica le hacen sentirse vivo, feliz. Y qué miedo da eso, ¿eh, Rhys?, qué miedo da. Y ahora, bienvenidas y bienvenidos a la ZONA SPOILER  Si hubiera sido más fácil, la historia no tendría el impacto que, al final – y valga la maldita redundancia –, tiene. Os comento esto porque he leído todo tipo de opiniones y, bueno, os mentiría si dijera que me han sobrado páginas. Para mí, la novela es redonda. Ginger, en el fondo, se lo huele. Que se está colgando. Y que es una mala idea. Porque esa noche en París con Rhys, la misma en la que se sintió muy libre, le hizo darse cuenta de la magia que desprendía ese chico. El perdido, el que parece que se niega a crecer. Pese a todo, se lo niega. Se dice que sólo es su amigo, que no lo imagina como nada más. Que sabe que él es demasiado libre. Y sólo por eso, por el matiz que confunde libertad con tozudez, consigue mantener la pantomima más tiempo. Quedó todo dicho cuando Rhys apareció en su cumpleaños. Y quedó dicho, os digo, porque el chaval siguió el primer impulso inteligente de su vida. Está perdido. También roto. Y Ginger es luz. Es fuerza. Pero Rhys no está preparado, no todavía. Antes de intentar construir nada, hay que acepatar que uno, una, está destrozada, destrozado. Y ese paso es el que le falta a Rhys, aunque no lo sepa cuando la besa, cuando se da cuenta de que sí, joder, ella es mucho más de lo que quiere reconocerse a sí mismo. He llorado. Claro que he llorado. Jodida Kellen, qué bonito escribe. Y cómo duele. Porque cada página era ese bofetón que hace que te preguntes por qué narices sigues leyendo. Porque duele, claro que duele, ver a Rhys quedarse atrás mientras Ginger se convierte en una mujer maravillosa. No queda nada, de la estudiante aterrorizada. Sólo hay alguien que lucha, con uñas y dientes, por lo que de verdad quiere. Y no, amigas y amigos, no os hablo de amor. Ginger sabe cómo quiere que sea su vida. Y sabe, porque no es tonta, que Rhys está muy lejos de ser capaz de acompañarla.  Algo que me hace mucha gracia, en el mal sentido, es cómo Rhys acepta que Ginger vuele y él no sea capaz de levantarse del suelo. Porque él lo tiene todo, pero es infeliz. Su música está siendo un éxito, pero él sólo piensa en la siguiente raya que le haga olvidar todo. Y, ojo, aquí no puedo entenderlo. No concibo que alguien se drogue para olvidar su propia vida. Me parece triste. Mucho, joder. Y él lo hace de forma sistemática. Tengo curiosidad. ¿Alguna vez habéis conocido a alguien que sólo sea sincero, sincera, cuando está colocada, colocado? ¿Alguien que os llame roto, rota, para deciros que sabe que lo hace mal? Es horrible. Es repugnante. Y Ginger tiene que aguantarlo… hasta que no puede más. No os voy a mentir: la no-relación de Ginger y Rhys no es ningún paseo de rosas. Están siempre en puntos diferentes. Porque ella acepta. Él evita. Porque ella sabe cuánto está dispuesta a dar. Él no quiere ni tocar el tema. Y ese verano en Ibiza les hace mucho bien… pero también mucho mal. El final es muy bonito. Y hace mucho daño. Me encantó que Alice Kellen nos enseñara a dos personas que sí, saben que se quieren, pero que no, no están siempre preparadas. Porque Ginger hace su vida… sin Rhys. Hasta que las cosas cambian y sólo queda saber si Rhys, el jodido Rhys, es capaz de quererse a sí mismo primero y luego, quién sabe, tal vez a ella.  Algo que me ha encantado, y que quería guardarme para el final, es el amor por la literatura que se desprende en la novela. No os diré el por qué, pero la novela es un homenaje precioso a El principito...
Dulce, tierna, también dolorosa; Nosotros en la luna es una historia preciosa, llena de luces y sombras. Con dos protagonistas que parece que nunca acaban de encontrarse en el mismo punto de sus vidas; Alice Kellen nos regala lo que, al menos a mi juicio, es uno de sus mejores trabajos.Nota: 5/5

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