Revista Sociedad
Reseña mía del libro de Ramón Serrano, 89 republicanos y el Rey (Barcelona, Plaza & Janés, 1998). Publicada en Lateral, noviembre de 1998, bajo pseudónimo de Julia Tamiris. Es evidente que este libro no ha perdido actualidad, salvo que el flujo de la opinión pública sí ha cambaido, quizás la sensibilidad en la ciudadanía es otra, más crítica hacia un monarca que no ha sabido mantener su perfil popular, porque seguramente era un montaje que funcionó durante mucho tiempo pero se ha desbaratado por las malas prácticas familiares descubiertas recientemente. El tiempo dirá...
Son pocos los que en este país profesan la fe republicana, y menos todavía los que están dispuestos hacerla pública. Ramón Serrano ha publicado un libro-encuesta donde 89 ciudadanos, en su mayoría intelectuales y profesionales liberales, expresan sus opiniones sobre lo negativo de la monarquía y las ventajas de la república. El autor ha programado siete preguntas que giran en torno a una cuestión esencial: la legitimidad de la monarquía, impuesta por la dictadura, y su sistema de sucesión, incompatible con un régimen basado en la elección de los cargos públicos en virtud de los posibles méritos de los candidatos.
Las respuestas de los encuestados resaltan los aspectos más grotescos y anacrónicos de la monarquía española: la inviolabilidad de la persona del monarca aunque cometa algún delito flagrante; el machismo implícito en el sistema sucesorio, que discrimina a la primogénita por razón de su sexo; el contraste entre el papel meramente representativo de la figura del rey y su poder efectivo en el terreno militar.
Desde el rigor de Pedro Altares, hasta la excéntrica respuesta de Fernando Arrabal, pasando por la coherencia de Heribert Barrera, el contenido de este libro es útil para tener una primera impresión del horizonte ideológico republicano, que no permite mucho optimismo. En España, el republicanismo está sociológicamente en estado comatoso, si no clínicamente muerto. Esto es síntoma de que en la ciudadanía hay una considerable dosis de negligencia política, suficiente para no tener en cuenta que las esencias democráticas han sido siempre republicanas, nunca monárquicas.