Revista Cine
Director: Quentin Tarantino
Hace ya un par de semanas, en medio de profesores traidores e hipócritas que primero dicen una cosa y luego afirman todo lo contrario, eximiéndose de cualquier responsabilidad y contraviniendo todas las estupideces que durante un año entero escupieron amarga y arrogantemente como si fuesen verdades absolutas, a fin de cuentas abandonando a los alumnos a su suerte y haciéndoles cargar con todo el peso de las equivocaciones (lo cual no me sorprende en lo absoluto, si bien no por ello uno se indigna menos), con un amigo conversábamos muy fugaz y casi unilateralmente (ejem) sobre que básicamente hay que hacer lo que a uno le salga de las pelotas y que sólo de esa forma sería posible no sólo lograr algo bueno sino que también aprender verdaderamente (después de todo el aprendizaje es algo tan único y personal como indescifrable e interminable). Llegamos a la conclusión de que en momentos como estos es mejor ponerse a ver películas como "Reservoir Dogs", opera prima de un sujeto, cinéfilo de corazón, que nunca fue a ninguna puta escuela de cine; que aprendió todo lo que se debe aprender en el videoclub en el que trabajaba, viendo todas las películas que encontraba a su disposición (además de devorar otro tipo de artes, como libros y cómics), y que después escribió un guión tan bueno que, de manera totalmente natural, comenzó a atraer a un amplio y consolidado grupo de talentos que creyeron en la frescura y autenticidad que destilaba la propuesta de este tipo llamado Quentin Tarantino, que llegó al cine para quedarse, pateando y entrando por la puerta grande, imponiendo sus términos y haciendo lo que le saliera de las putas pelotas. Tarantino hace cine y nadie le enseñó o le dijo cómo, simplemente lo hizo y lo sigue haciendo: un cineasta de tomo y lomo, un cineasta con todas sus letras.
"Reservoir Dogs" la vi cuando tenía diecisiete años; un compañero del colegio, buena onda el tipo, te regalaba películas pirata si se lo pedías, así que aproveché también de pedirle "Pulp Fiction" y "Inglorious Basterds" (más tarde le pediría "La naranja mecánica"). Llegaba del colegio, dormía un rato, despertaba y, en vez de estudiar y perder el tiempo en porquerías, prendía la tele y procedía a meter la película en el dvd. La película comenzaba y, shazam, me sentía completamente libre al poder disfrutar de esas obras de arte sin tener que preocuparme de fruslerías come-almas/chupa-sangres. Y ya todos saben de qué va "Reservoir Dogs". Seis sujetos vestidos elegantemente que van a asaltar una joyería, todo sale mal y el infierno se desata aún más en un abandonado almacén a donde van llegando los contrariados perros de la calle. Podría intentar analizar la película, podría lanzar frases para el bronce, podría caer en muchos lugares comunes, pero simplemente voy a decir que me encanta, que adoro "Reservoir Dogs". ¿Por qué? Por su violencia, por su personalidad, por su brutalidad, por su escritura, por su desenfado, por su apabullante estilo, por su admirable incorrección política, por su pasión elevada a la categoría de arte, por su insurrecta energía, por su irreverencia, por lo que significa y representa, por su actitud insobornable, por su férrea coherencia interna, por su fuerza dramática y su despliegue narrativo, por sus principios de acero y a prueba de balas, por su contundente puesta en escena, por su alma genuina, por su intemporalidad, y así podría seguir...
¿Dudas, inseguridades, crisis vocacionales? Vean esta vital y genial obra maestra y todo les quedará indudablemente más claro sobre cómo se deben hacer las cosas en esta vida. ¿Cómo se llama? Fuerte y claro: ¡Reservoir Dogs!