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Resolver, la deuda permanente del Arsenal

Publicado el 01 octubre 2012 por Marianofusco

Resolver, la deuda permanente del Arsenal

En las dieciséis temporadas que hacen desde que en el banco de suplentes se sienta Arsene Wenger el Arsenal no ha ganado demasiados títulos, de echo no consigue uno desde hace siete años, sin embargo logró transformarse en un equipo completamente reconocible desde la idea de juego, que sobreponiéndose a las bajas que regularmente lo suelen mermar se mantiene fiel a la ideología en la cual confía para sacar adelante sus compromisos.

Uno lo observa y lo que ve es un conjunto que colectivamente procura ser pulcro, que crece a partir de la tenencia del balón y que para progresar desecha las vías rápidas y elige transitar los senderos de la elaboración siendo un once que apuesta por el toque corto y las triangulaciones, que percutiendo por el centro o por las bandas, sea en ataques posicionales o en acciones de contragolpe, menos o más veloces, avanza jugando al ras del césped, que al ser paciente no se desespera.

No obstante, lo que también percibe y con igual grado de regularidad que con la que contempla la mencionada receta es un equipo al que para terminar de reunir el poderío necesario para poder confirmarse como un once capaz de marcar diferencias respecto al resto le falta mayor resolución en los metros de la verdad, más que nada en encuentros trascendentes, en los que se enfrenta a rivales de entidad, ante los cuales no se puede fallar.

Al no ser solucionada esta es una falencia que temporada tras temporada limita de forma considerable las aspiraciones del Arsenal, que sobre todo en los momentos en los que se le reclaman golpes de efecto ve repetirse siempre el mismo guión y cae rendido ante una realidad que lo encuentra reuniendo merecimientos debido a lo que propone pero siendo incapaz de redondear su trabajo.

Ante el líder e invicto Chelsea, en el marco de uno de esos encuentros clave citados con anterioridad, lo volvió a sufrir, sobre todo a lo largo de un segundo periodo en el que disfrutó de momentos de gran dominio pero lució muy precipitado e impreciso, lo que al momento de darle cierre a cada una de sus maniobras lo llevó al desacierto y la inconexión permanente.

Para dotar al equipo de fluidez esta vez no apareció Santi Cazorla, quien aunque hizo gala de su movilidad para recibir en zonas de menor congestión encontró permanentemente tanto a Obi Mikel como a Ramires, quienes estuvieron siempre atentos a lo que pueda hacer y no le permitieron gestionar el juego con la maestría con la que lo hizo en jornadas anteriores.

Restringido el juego por adentro, el conjunto solo halló pequeñas soluciones incursionando por el sector derecho, por el que resultaron bastante productivas las incursiones de Karl Jenkinson y los intentos por desequilibrar de Alex Oxlade-Chamberlain, quien ingresó al campo al lesionarse Abou Diaby y provocó que Aaron Ramsey dejara una posición de volante externo que no le sienta nada bien, y además se gestó la acción que derivó en el gol del empate parcial.

La paradoja estuvo dada en que el que señaló dicho tanto fue Gervinho, quien dejando nuevamente en evidencia su poca pericia para resolver acciones que se presumen riesgosas para el rival redondeó otra actuación sumamente deficiente moviéndose como centrodelantero, posición en la que Wenger lo volvió a incluir de forma incomprensible desechando la opción de probar con una variante más lógica como la de hacer jugar ahí a Lukas Podolski, quien reúne más aptitudes para hacerlo, o directamente confiarle otra vez la titularidad a Olivier Giroud, quien disputó los últimos veinticinco minutos.

Habrá que estar atentos a los próximos encuentros y al devenir de la competencia para ver si el Arsenal puede encontrarle de una vez por todas soluciones a este inconveniente. Quizás lo logre cuando a Cazorla, quien más allá de su baja producción en este último choque viene brillando, se sume Jack Wilshere. Mientras tanto no basta, como en años anteriores.


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