“El tiempo no respeta nada que se hace sin contar con él”. Esta frase la leí el pasado lunes en un chat con el prestigioso cocinero vasco Andoni Luis Adúriz cuando le preguntaron si era capaz de preparar un plato “estrella” en diez minutos. En un mundo en el que vivimos donde prima la velocidad por encima de la calidad nos hemos malacostumbrado a obtenerlo todo de manera inmediata, no ya sólo en las comunicaciones (Whatsapp) sino también en la manera de consumir cultura, sin la reflexión de una lectura pausada y el trabajo elaborado sin ataduras del tiempo. Ah, el tiempo… “When you’re young, you’re a kid, you got time, you got nothing but time”, como diría Benny (Tom Waits) en ‘Rumble fish.’
Y es que no se puede preparar un plato de estrella Michelín en diez minutos si lo que uno espera es lo mismo elaborado con el ritmo necesario y la manera adecuada de prepararlo. En el fútbol no podemos aplicar el mismo ritmo de juego durante todo un partido, ya que o bien acabarían los jugadores extenuados o arrastrándose por el campo somnolientos. Cada momento del juego, cada rival, cada circunstancia exige un tratamiento específico del tiempo. En el cine ocurre exactamente lo mismo. A cada historia, su ritmo. En el mundo audiovisual es donde más estamos viendo esa evolución del uso del tempo fílmico. En cualquier película convencional la mayoría de planos apenas duran un segundo o dos como mucho, impensable hace apenas 30 años. No sólo en las películas de acción, si bien en estas es donde más hemos visto abusar de sobresaturación y confusión impostada para generar más tensión (y de paso disimular las carencias o los trucos del director). Basta con ver una película de artes marciales de los años 70 u 80 en las que se podía ver la coreografía precisa de los golpes. Por otro lado tenemos buenos directores que han sabido explotar estos recursos, exagerándolos hasta hacer un sello característico en sí de sus películas (las películas de la saga Bourne dirigidas por Paul Greengrass) hasta otros (saga Fast and Furious, por ejemplo) donde en busca de esa adrenalina recurren a todo tipo de trucos de montaje y realización dignos de trileros, que parecen que no responden a un criterio narrativo concreto.
Xavi dando oxígeno a la selección y al Barça
Resulta absurdo hacer este tipo de comparaciones, pero basta con mirar las primeras películas de James Bond para entender que acción, mesura y estilo no son incompatibles en una película de este género. O ‘El Salario del miedo‘, de Clouzot. Sí, eran otros tiempos y otro público acostumbrado a otro lenguaje menos televisivo. Pero vamos, que para gusto los colores, y siempre se puede acudir a Angelopoulos, Bela Tarr o Tarkovski, en busca de un lenguaje más “oxigenado” en el cine. Cada película, cada historia, cada narrador tiene un estilo adecuado para su género, y es en la pericia y buen hacer a la hora de saber llevarlo a cabo donde reside el talento del creador. Nadie espera a un Cristiano Ronaldo pisando el balón, parándose, abriendo el campo, oxigenando el medio del campo, como Pirlo o Xavi Hernández, donde los balones deben pasar por ellos durante cualquier jugada de ataque mínimamente elaborada. Pero tampoco nadie espera que Busquets suba y baje la banda en cada partido como si de un Petrescu, Cafú o un mismísimo Gareth Bale se tratara.
Además de las características propias de cada jugador, hay que entender el control del ritmo del partido, la unificación del mismo, adaptándose a cada circunstancia. No es lo mismo tratar de remontar un 1-2 en el minuto 88 del partido, a jugar esos últimos minutos con un 4-0 a tu favor. Pese a la urgencia, el cerebro de genios como Beckenbauer o Zidane va más rápido que sus piernas, pero saben combinarse con las características de otros compañeros del equipo. Suena la orquesta y nadie desafina, cada uno a su manera, pero ajustándonos siempre al metrónomo que marcan estos jugadores “pulmón” de cada equipo.
Alvin Straight, a su rtimo
No se puede, tampoco, comparar la rapidez física con la rapidez mental de un jugador. Para que el resultado sea el más efectivo posible, se debe combinar y encontrar soluciones en el menor tiempo posible, sí, pero con la suficiente sangre fría para no precipitarse o desbocarse. Para eso es muy importante también el trabajo del entrenador. Del Bosque vs Di Canio, para que nos entendamos, serían antagónicos en este sentido. Melville sabía sacar partido a estos recursos, con sus silencios, miradas, persecuciones, tiroteos. Sabía encontrar el punto preciso a la acción sin exagerar los recursos. John Woo sabe ralentizar el tiempo en pleno tiroteo, como si de un número de ballet se tratara, alargándolo a su antojo, recreándonos en la esencia misma de la violencia que muestra. ‘Pi’, el debut en la dirección de Darren Aronofsky, tiene el récrod guiness mundial de número de planos en un largometraje ‘El arca rusa’, de Aleksandr Sokúrov, en cambio sólo tiene un único plano de 96 minutos de duración (a la cuarta toma fue la vencida).
Como diría Benny, “Time is a very particular item”.