Revista Psicología

Respeto y discreción, reglas de oro de la buena comunicación

Por Gonzalo

¿Debemos responder a todas las preguntas que nos hagan? La respuesta es no. Sencillamente, no tenemos ningún compromiso -ni hay reglas que nos obliguen- a contestar siempre a las preguntas que nos formulen.

A la gente que recibe entrenamiento para comunicarse y relacionarse mejor, le llama la atención esta premisa. Ya que, de nuevo sin darnos cuenta, hemos elevado a categoría de norma, lo que simplemente es una costumbre; incluso nos atreveríamos a decir: una mala costumbre.

De pequeños nos acostumbramos a contestar a las preguntas que nos hacían. Si creíamos que la respuesta podía ir en nuestra contra, con más o menos habilidad podíamos intentar salvarnos con una mentira, pero raramente dejábamos de contestar.

Respeto y discreción, reglas de oro de la buena comunicación

Preguntas indiscretas

El resto de la historia es fácil de imaginar. De adolescentes mostrábamos nuestra rebeldía con “malas contestaciones”, pero habitualmente contestábamos y, desde luego, no parábamos de preguntar; seguramente con mal tono, pero exigiendo respuestas a nuestras preguntas o afirmaciones; incluso aunque éstas fuesen envenenadas.

De adultos nos parece poco educado no contestar, y nos pasamos parte de nuestra vida respondiendo a preguntas indiscretas, que formulan personas que abusan de “nuestra educación”, y no respetan nuestra intimidad. 

Cuando por fin nos damos cuenta de que una buena comunicación se basa en el respeto, no en la manipulación, comprendemos que no tenemos por qué responder a esas preguntas que parecen colarse en una intimidad que no les habíamos abierto. Igualmente, nadie nos puede obligar a responder cuando, sencillamente, no nos apetece hacerlo.

Estoy convencido de que cuando empecemos a poner en práctica esta regla de oro, nuestra confianza y seguridad se acrecentarán. No temeremos el rumbo que tomen determinadas conversaciones; no sentiremos miedo por las preguntas que puedan hacernos; no nos encontraremos forzados por determinadas personas… Al contrario, de vez en cuando nos alegrará recibir alguna pregunta indiscreta, para poder mostrar la contestación adecuada: la no respuesta.

Pero… ¿qué hacemos si el otro nos sigue insistiendo?, ¿si nos pregunta por qué no le queremos contestar? Como siempre, tendríamos que analizar cada caso, pero como norma general podríamos contestar con una sonrisa abierta, una mirada que deje entrever un pensamiento del estilo de “hay que ser torpes e imprudentes para seguir insistiendo”, y un largo silencio; tras el cual cambiaremos tranquilamente de tema.

En el caso de que consideremos que debemos verbalizar algo, después del silencio, fijando con fuerza la mirada en nuestro interlocutor, podemos decirle alguna frase corta como: “Parece que tu fuerte no es  la comunicación.”

Es muy importante que no añadamos más; simplemente cambiaremos de tema, de tono y, si es necesario, de lugar.

Si analizamos despacio la frase “parece que tu fuerte no es la comunicación”, veremos que es una frase cerrada, que no deja muchas posibilidades a que el otro continúe hablando; pero si lo hiciera, nuestra respuesta sería una sonrisa dura, y un gesto inequívoco de ponernos a hacer otra cosa.  También podemos terminar la conversación en ese momento con un “Buenos días/tardes/noches”.

En definitiva, ni hagamos preguntas poco respetuosas, ni contestemos a preguntas indiscretas.

Fuente:  EMOCIONES QUE HIEREN, De las tensiones inútiles a las relaciones inteligentes  (Mª Jesús Álava Reyes)

 


Volver a la Portada de Logo Paperblog