El crecimiento económico es uno de los obstáculos en la lucha contra el cambio climático. Foto: Pedro Terrades (vía Flickr)
Terminamos el año 2014 con la esperanza de alcanzar un nuevo acuerdo en materia de cambio climático. ¿Será posible un mundo sin gases de efecto invernadero?
Esta es la ambiciosa pregunta que nos sugiere el acuerdo no vinculante alcanzado en la 20ª Conferencia de las Partes celebrada en Lima (Perú) recientemente. Este acuerdo sienta las bases de la próxima cumbre de la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático que tendrá lugar en París en 2015, donde se espera alcanzar un nuevo acuerdo mundial sobre cambio climático.
Al inicio del encuentro, el pasado 8 de diciembre, el director del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), Rajendra Pachauri informó sobre las conclusiones a las que ha llegado el Quinto Informe de Evaluación, conocido por sus siglas AR5 (Fifth Assesment Report). Este informe es el resultado de las contribuciones realizadas por los tres grupos de trabajo en los siguientes ámbitos: bases físicas; impactos, adaptación y vulnerabilidad, y mitigación del cambio climático, además de un informe final de síntesis.
En comparación con los informes anteriores, en el Quinto Informe de Evaluación se hace más hincapié en la evaluación de los aspectos socioeconómicos del cambio climático y sus consecuencias para el desarrollo sostenible, los aspectos regionales, la gestión de riesgos y la elaboración de una respuesta mediante la adaptación y la mitigación.
El informe AR5, que cuenta con aportaciones de más de 800 científicos, revisa las evidencias empíricas de los efectos del cambio climático, y lo hace otorgando distintos grados de fiabilidad a sus afirmaciones (grado bajo, medio, alto) con el objetivo de mostrar al lector hasta qué punto han sido contrastadas científicamente dichas evidencias.
A corto/medio plazo, el informe señala la necesidad de que en 2050 las emisiones se hayan reducido entre un 40 y un 70% respecto a 2010. Este esfuerzo tan considerable supone la necesidad de abandonar los combustibles fósiles como fuente energética, o, al menos, combinar su uso con técnicas de captura y almacenamiento de CO2 a medio plazo y optar por fuentes alternativas tales como las energías renovables, sin desterrar, el uso, de la energía nuclear e incluso, a medio plazo, el fracking.
A largo plazo, la apuesta del IPCC es la de alcanzar emisiones cero en 2100. Para ello se reconoce la necesidad de que se produzca un cambio fundamental en nuestras pautas de consumo y en nuestro modelo de crecimiento.
¿A qué problemas se enfrentan las recomendaciones del IPCC?
El mayor temor para los países en expansión es que la lucha contra el cambio climático frene su crecimiento. Seguir las recomendaciones del IPCC supone modificar el modelo de crecimiento y racionalizar el uso de las fuentes energéticas. Por este motivo, las investigaciones recientes analizan, para distintos países y periodos, si es posible desvincular o desacoplar las tasas de crecimiento económico y las mejoras en el bienestar de las tasas de consumo de recursos y sus impactos ambientales.
La tasa metabólica, es decir, el consumo anual per cápita de los recursos naturales, es un indicador muy útil para identificar algunos rasgos diferenciadores entre los países en cuanto al consumo de combustibles fósiles. El Informe 2012 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) muestra que en 2050, la humanidad podría consumir al año alrededor de 140 millones de toneladas de minerales, combustibles fósiles y de biomasa, a menos que la tasa de crecimiento económico se desacople de la tasa de consumo de recursos naturales.
Los expertos recomiendan potenciar las energías renovables. Foto: MoZZia (vía Flickr)
En dicho informe del PNUMA se analizan algunos de los factores que pueden afectar a la tasa metabólica de los países y regiones. Así, el informe concluye que los países con baja densidad de población tienen más dificultades para reducir el consumo de combustibles fósiles ya que en dichos territorios el peso del transporte es mayor al producirse más desplazamientos. De esta forma se observa que el proceso de urbanización y concentración de la población en torno a núcleos urbanos resulta ser un factor amortiguador. Por otra parte, los países especializados en actividades productivas tales como la construcción y las infraestructuras, intensivas en consumo de recursos naturales, también presentan más dificultades para reducir su consumo. Asimismo, el clima es otro factor que afecta al consumo de combustibles fósiles, en forma de calefacción o aire acondicionado según el caso.
¿Qué deben hacer los países en estos casos? La Agencia Internacional de la Energía, además de recomendar en sus informes más recientes el aumento del peso de las energías renovables en la producción de energía final de los países, apuesta por promover la mejora de la eficiencia energética con el objetivo último de reducir el consumo de energía por unidad producida. De esta forma, los países pueden mantener su ritmo de crecimiento sin que esto suponga un aumento equivalente de los combustibles fósiles.
No obstante, aunque el cambio tecnológico puede mejorar la eficiencia del uso de recursos también puede causar un efecto ambiental negativo conocido como la paradoja de Jevons o efecto rebote. Dicho efecto consiste en el aumento del consumo de energía que se produce cuando la mejora en la eficiencia del uso de los recursos reduce su coste. Si el efecto rebote supera la reducción del consumo por la mejora de la eficiencia, el balance final puede tener un impacto ambiental negativo.
Otro de los factores que juegan en contra de la propuesta del IPCC es el proceso de desvinculación de las actividades productivas a nivel internacional. Son cada vez más los estudios que muestran cómo los países han desplazado la producción de las actividades más contaminantes hacia países en desarrollo donde los costes de producción son más reducidos, incluyendo entre éstos, una menor penalización por contaminar. Como señalábamos ya en otroartículo anterior, el comercio internacional supone un flujo no sólo de bienes y servicios entre distintos países, sino también de contaminación.
Y finalmente, de las medidas de mitigación propuestas por el IPCC en su informe se derivanmultitud de posibles efectos colaterales tanto adversos como positivos que todavíano han sido debidamente cuantificados y que, por tanto, requieren de un análisis más profundo.
La apuesta por una energía libre en emisiones de gases de efecto invernadero supone también un cambio en nuestras pautas de consumo. Los consumidores debemos apostar por racionalizar también el consumo de energía. Tenemos a nuestro alcance recomendaciones básicas como utilizar electrodomésticos con una alta calificación de eficiencia energética, hoy disponible gracias al etiquetado. Podemos reducir el uso del transporte privado e incluso compartirlo y optar por el transporte público, podemos reducir el uso de electrodomésticos en casa sólo cuando sean imprescindibles, desenchufar los aparatos electrónicos y no sólo dejarlos en modo descanso, invertir en el aislamiento de nuestras viviendas, reciclar, etc.
Tener un año como referencia resulta estratégico y, en este sentido, ayuda el hecho de plantear las cifras redondas del 0% de emisiones de gases de efecto invernadero en el año 2100. No obstante, nos queda un largo camino por recorrer.
PorRocío Románel 19 de diciembre del 2014
Publicado en fundrogertorne.org
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