Respuesta unitaria

Levantadas las alfombras, la Unión Europea sigue sin poner orden al caos que vive por la crisis del euro. Las locomotoras de la eurozona siguen sin dar un paso al frente. Guardan las distancias ante el riesgo de que una mayor implicación condicione sus expectativas de crecimiento. La llamada Unión Europea sigue sin encontrar puntos de consenso para poner remedio a una pandemia económica, que si sigue a este ritmo no dejará títere con cabeza. Obviamente resulta lógica la negativa del eje franco-alemán a una política conjunta de deuda pública europea que ocasionaría la equiparación de los países en materia de deuda soberana. Hasta ahora, la política fiscal unitaria sigue esperando a ser rescatada y la idea, optimista en su creación, de crear un mercado único sin fronteras entre los 15 países de la zona euro tiene, cada día que pasa, más hilos sueltos que pueden acabar deshilachando el traje del euro. Porque más allá de lo global que pueda parecer esta crisis, son un puñado las economías europeas que están amenazadas. Y solo corren peligro las de la eurozona y el efecto contagio de unas a otras. El euro fue una excelente idea en sí mismo al abrir las posibilidades de mercados. A los países rescatados (Portugal o Grecia) o con peligro de ello (Italia o España) la entrada en el euro les permitió rebajar el tipo de interés que pagaban por su deuda soberana. En la balanza comercial, el euro está al mismo parangón que el dólar y una mayor estabilidad a los mercados internacionales que ahora se ha vuelto en su contra y especula contra su disolución de algunos de sus miembros. El consenso en política monetaria no fue acompañada por una unidad fiscal que extendió las diferencias y la consiguiente escasez de confianza de los mercados en algunas economías de la eurozona. Porque tanto Alemania como Francia han crecido en el tercer trimestre en términos económicos y su músculo creció un 0,5 y un 0,4 de su PIB respectivamente. Las medidas de urgencia en terreno político para dar una respuesta común desde las instancias democráticas siguen su camino. En la última resolución, la Eurocámara ha prohibido la especulación sobre la deuda pública. Los últimos cambios orientados hacia una tecnocracia en Italia y Grecia; y la sumisión de la democracia en favor de unos tecnócratas con unas ideas claras se enmarcan dentro de la misión para reinstaurar la confianza en estos países que debe pasar por la implantación de unas medidas que rebajen el déficit fiscal y devuelvan una estabilidad a la eurozona. Este relevo orquestado desde los altos despachos del Banco Central Europeo ha sido pan para hoy y hambre para mañana. Las primas de riesgo de los países mediterráneos –Italia y España- siguen disparadas con respecto al diferencial alemán. Los malos augurios sobre el ocaso en el modelo del bienestar y los derechos sociales adquiridos durante estos últimos años no tienen razón de ser si ante este problema se pusieran en marcha soluciones orquestadas entre todos los miembros implicados y sus políticas siguieran unos mismos criterios coordinados desde las instancias europeas.