Restaurantes especializados en seleccionar las mejores carnes del mundo y servirlas de forma continua no hay muchos. Es cierto que hay txuletones, wagyus, vacas viejas, bueyes o kobes, pero suelen ser productos que destacan durante una temporada en algunos locales, pero no es habitual encontrar en muchas cartas estas carnes conviviendo durante todo el año y todas al mismo tiempo. Restaurante Filigrana compite por tenerlas. Podríamos ponerlas en primera posición si tuviéramos que específicar cuales son sus especialidades. La segunda posición estaría ocupada por los arroces y a continuación, los pescados. No es un podium que sirva para decir que una cosa es mejor que otra, sino para indicar con que se sienten más identificados.
Los platos elaborados con estos tres ingredientes forman parte de una carta mucho más amplia que incluye ensaladas y una gran variedad de entrantes para empezar. En definitiva, una carta completa y con platos para todos los gustos nacidos de la creatividad de Francisco Hernández, incorporado en Catalonia Hotels & Resorts desde 2001. Un chef que enseguida destacó y se encargó de varias de las cocinas de los hoteles de la cadenas. En 2009, fecha en que se inauguró el Restaurante Filigrana, se contó con él para dedicarse en exclusiva a la oferta gastronómica del Hotel Catalonia Barcelona Plaza.
Realmente Restaurante Filigrana pertenece al grupo Eboca Restaurants y aunque se ubica en el hotel su acceso es directo desde la calle Tarragona. Es fácil que entres en él sin ser consciente y sólo cuando has traspasado la puerta es cuando te das cuenta de que pertenece al hotel. El espacio destinado a él es amplio y agradable y siendo una continuación de su restaurante japonés quesolo es perceptible si se entra pasando por recepción o por el mismo restaurante nipón. Todo esto suponiendo que no te quedes en su seductora terraza.
Observando su carta de entrantes, vemos que muchos de ellos están elaborados con productos de proximidad, como es el canelón de Pota Blava, el ravioli de langostino de Sant Carles, boletus y butifarra o la sopa de boletus, tomillo limón y ventresca de l'Ametlla de Mar. Son solo tres ejemplos de sus primeros platos, que son ideales para ser compartidos. De hecho, toda su carta está pensada para tomarse más en compañía que de forma individual y así lo indica.
Mientras que llega la comanda, sirven algunos aperitivos como la bola de melón con anchoa o la bola de patata con cebolla caramelizada para abrir boca. Dos pequeños bocados con los que se presiente una cocina muy cuidada.
El primer entrante fue su coca de pimientos, calabacín, berenjena y gamba roja. Se trata de una especie de timbal que descansa sobre una fina tostada en el que se pueden saborear las verduras seguramente escalivadas con un buen equilibrio rematadas con las gambas gratinadas con un poco de all i oli muy suave. Un buen primer plato, bien hecho y bien presentado.
Continuamos con un segundo entrante para dos, verduras y setas de temporada a la brasa con salsa de chimichurri de hierbas frescas. Encontramos judias verdes, patatas, variedad de setas, tomate, cebolla, calabacín... una bandeja muy completa, con buen punto de cocción de las verduras (para mi gusto), ya que no estaban excesivamente hechas y permitía saborearlas mejor, bien solas o bien acompañándolas de la salsa chimichurri que le aportaba algo de frescor.
De los cuatro arroces que propone, tomamos el espardenyes y almejas de carril. Los arroces están hechos a la brasa, como cualquiera de los que sirven en Restaurante Filigrana. Como suele pasar, es necesario un mínimo de dos personas para poder probarlos. En este caso, la ración es más que generosa, hecho en paella con capa fina y con algún toque socarraet que tanto gusta rebañar y en él se notaba un buen fondo.
Llega el producto estrella, la carne. Sus proposiciones son solomillo gallego de vaca vieja, Black Angus de nebraska, Chuletón de buey gallego, wagyu, cordero lechal al carbón con patatas, miel y mostaza o solomillo de ciervo, boniato, escalonias y remolacha. El peso servido de cada carne está indicado, excepto en el cordero y el solomillo de cerdo.
En el caso de Black Angus y del Wagyu antes de servirla, depositan en la mesa una pequeña piedra de sal cuya finalidad es sustituir la típica losa y por suerte, prescindir de todas sus incomodidades de olores desagradables que impregnan la ropa y salpicaduras de grasa. Bajo esa piedra, como si fuera una fondue, hay una pequeña llama. Al verla la pregunta es ¿será igual de efectiva que la típica?. La verdad es que sí, lo es. La carne llega sellada por fuera y cortada a lonchas para que cada comensal se la acabe de hacer a su gusto y aunque parezca que no habrá suficiente calor como para ello, no es cierto y permite que la carne suba el punto de cocción o bien se atempere si ya está a tu gusto.
Los postres no se quedan atrás. Sobre todo, el Filigrana cheesecake, jardín de fresas, moras y frambuesas y crumble de cacao, que aunque en su carta está indicado para dos personas, diría que puede ser tranquilamente para cuatro y muy golosos. Una bandeja que realmente simula un jardin que al servir en la mesa riegan con nitrógeno líquido, provocando todo un espectáculo humeante. De esta forma, la capa exterior, sobre todo la fruta, queda algo congelada. Personalmente, creo que no era necesario helarlas, ya que pierden sabor. Aún así, el dulce es realmente bonito y está muy bien hecho como para necesitar ningún aderezo extra.
Si eres amante de la carne y te gusta apreciarla en un lugar donde la respetan al máximo, Restaurante Filigrana es una buena opción. Además, suelen hacer jornadas concretas de menús cerrados monotemáticos maridados por un precio muy atractivo. Lo mejor, es que, no solo los meatlovers pueden comer bien allí, ya que su carta es suficientemente completa como para que haya para todos los gustos.
@Filigrana_Bcn de @EbocaRest especialidad las carnes. Click to Tweet