La Posada del Dragón y su restaurante La Antoñita son como el ave fénix resurgido del abandono. Con su cocina de mercado por delante, han conseguido resucitar un edificio vacío desde hace décadas y colocarlo como uno de los lugares de peregrinaje de La Latina. Sentado a la mesa, respiras historia de Madrid en un entorno a la última mientras te decantas por unas croquetas, un crujiente de rabo de toro, unos tigres o un lomo de Ávila.
Los dueños de la Posada del Dragón rehabilitaron un edificio abandonado en la Cava Baja. El espacio se construyó como casa de huéspedes y la corrala del siglo XIX ahora alberga 27 habitaciones de diseño, todas diferentes. Frases y menciones alrededor del patio van relatando la historia de Madrid. El estudio Lamela realizó toda la decoración y la reforma.
En el espacio contiguo, la antigua jabonería ahora alberga el restaurante La Antoñita. “Queremos ser un sitio referente, que dure”, me explica Oscar Lucas, uno de los dueños. Gracias al chef Pedro Olocco, formado en La Broche o Arzak, la carta es cocina tradicional pero con guiños modernos, castiza pero de ahora, sin llegar al cocido pero sin prescindir de las deliciosas croquetas.
“Aunque hay mucho cliente extranjero, no queríamos olvidarnos de las raíces, de la historia que desprende este sitio”, afirma Óscar y por eso, aunque hay platos diferentes, siempre hay una base tradicional. Perfecto para tomar unas raciones con amigos en unas cañas de domingo o para hacer más especial ese momento latinero, más gastronómico.
Pero el último guiño, el que lo une todo, no es otro que un postre que no lo parece. Un homenaje. Un trampantojo que hay que paladear. Y que recoge la esencia de la jabonería y de la cocina de La Antoñita. No te vayas sin probarlo.
Los datos. La Antoñita. Cava Baja, 14. 91 119 14 24. Cocina abierta ininterrumpidamente desde las 14h. Más información en la web y en su Facebook.