Revista Cultura y Ocio

Retazo - Tropezando

Publicado el 16 marzo 2019 por Alaluzdelasvelas


TROPEZANDO

 ¡Hola, hola, hola!

 Está siendo un mes complicado. Supongo que a veces pasa, ¿verdad?, que todo empieza a salir al revés, que a la vuelta de la esquina te espera algo que hace que quieras echarte a llorar de rabia e impotencia. Pese a todo, pese a que tengo que ponerme al día con vuestros blogs, pese a que se me cae la cara de vergüenza pensando en lo abandonado que tengo esto… quería escribir estas líneas y deciros que sí, que ha habido dos cosas buenas esta semana. Dos cosas que sacan a una del pozo en el que nos hundimos cuando menos lo esperamos. Ahora sólo me queda pediros paciencia para que me pueda poner al día.
 Hoy os traigo un escrito. Como siempre, quiero que seáis sinceras y sinceros. Si no os gusta, no os cortéis un pelo. No me gustan las mentiras, ya lo sabéis. Pero no me enrollo más, ¡vamos a ello!

TROPEZANDO
 Ayer me sentí pequeña. Fue por una tontería. Era muy tarde, hacía frío y todo me sabía a óxido. No sentía mi sonrisa, ni siquiera mi risa; pero me esforzaba. Me esforcé por fingir que todo estaba bien hasta que tuvimos que irnos y me quedé sola.
 Fue una estúpida casualidad. Una casualidad tan pequeña como tú y yo, pero que me dolió como si fuera lo más grande que hubiera rozado aquel campus casi abandonado. Estaba sentada contando las monedas para coger el estúpido autobús, cuando me fijé en cómo se sonreían. Eran un gran estereotipo. Él, acariciándole la mejilla; ella sonriendo mientras se inclinaba para besarle. Entonces me acordé de que, no hace tanto, éramos tú y yo quiénes hacíamos esas cosas.
 ¿A ti no te pasa? ¿Nunca te acuerdas de ti, de mí, de nosotros? ¿Nunca piensas que ojalá pudieses venir, que ojalá pudiese ir?
 Me arrastré hasta el autobús dejando que el olor agrio del tabaco me cortara la respiración, cediendo segundos a ese frío que, poco a poco, se me metía en los huesos. Ojalá te olvidara, me dije. Y me lo dije bajito, temiendo que algún día sea cierto.
 Cometí el error de acordarme. Joder, si me acordé. Me acordé de ti sonriendo como un gilipollas, tironeando de un mechón de mi pelo, mientras susurrabas tan bajito que casi no te oía, que había amores que hacían más ruido que los truenos. ¿Por qué tuviste que decir esa estupidez? Para que odiara la lluvia. Para quitarme lo único bueno de una tarde helada de noviembre, para robarme los días lluviosos de diciembre y las noches que rompían el cielo en enero.
 El autobús arrancó y en mis oídos empezó a sonar aquella canción de LP. Lost on you, manda cojones. Tú canción. Mi canción. Nuestra canción. Entonces me acordé de ti y de mí en aquel estúpido ascensor, me acordé de ti y de mí paseando mientras nuestros dedos se rozaban con falsa inocencia. Me acordé de cómo, cada vez que te quedabas de pie delante de mi estantería, acariciabas los lomos de los libros y me preguntabas si no serían una parte más de mí misma.
 Quiero que sepas que mi mejor recuerdo, el que atesoro porque me hace tanto daño que apenas puedo acariciarlo con la memoria; es el momento en que, mal tirado en una silla maltrecha en un bar cualquiera; sacaste de mi bolso 1984. Me preguntaste si creía en las revoluciones y, sin darme tiempo a contestar, escribiste apenas unas líneas en la última página del libro. Lo hiciste tuyo. Me lo quitaste. Joder, me lo quitaste.
 Lo peor fue que en aquel autobús roto de luces estridentes, pensé en lo mucho que me gustaría que estuvieses sentado a mi lado, preguntando qué quería cenar, diciendo que te beberías una cerveza mientras veíamos una película de esas que yo odiaba y tú adorabas. Pensé en lo bonito que sería poder volver a apoyar la cabeza en tu hombro y pedirte que me hablaras de esa música que hacía que se te llenara la sonrisa de cosas bonitas. Pero no podía ser.
 Ayer me sentí pequeña.
 Y lo peor es que fue por una tontería.

Volver a la Portada de Logo Paperblog