Revista Arte

Retazos de Arco

Por Calamar
Retazos de Arco

En el último número de abril de ILikeMagazine hay entrevistas con The Very Best, Klaus & Kinsky, Electric President, Maika Makovsky, Nueva vulcano, Furguson, Teo Palacios...+ conciertos + discos + libros + exposiciones + diseño + etc.Podéis descargarlo aquí [pdf 7Mb] o suscribiros a la edición en papel a través de [email protected] (10 números 30€). Mi aportación en este número completa una entrada muy vaga sobre arco que puse por aquí hace un par de meses.

Retazos de ARCO 2010

Hace unos días terminó ARCO, la Feria de Arte Internacional que desde hace veintinueve años se celebra en Madrid, y que es, en palabras ficticias de José Luis Moreno, La Gran Fiesta Del Arte Español. La semana que dura la feria es prácticamente el único momento en todo el año en que se habla de arte contemporáneo en medios de comunicación generalistas in this country (a no ser que algún suceso rompa la norma, pongamos por ejemplo que unos ladrones roben una escultura de 38 toneladas de Richard Serra en un museo importante de la capital o que algunos políticos de alguna región donde se dan bien las naranjas se dediquen a censurar fotografías de políticos en una exposición y no dimitan al día siguiente, ese tipo incidentes extravagantes que sólo ocurren en países lejanos y atrasados). Por tanto, es en estos cinco días cuando una parte del arte español más oficialista muestra sus mejores galas ante medios y público buscando básicamente dos cosas, prestigio y beneficio económico.

De esos cinco días, un par son exclusivamente para profesionales y el resto para público general, mujeres y niños. El precio de la entrada general sin catálogo son 34 euros, que haciendo el cambio al sistema de medición español en cubatas y campos de fútbol, equivale a siete copazos más tres euros, un chupito, que vale el ropero. No se si es caro o barato en relación a los costes, que cada cual lo valore, pero parece evidente que no es fácil para una mayoría pagar por ejemplo tres entradas, los padres y el niño (102 euros), para poder disfrutar una tarde de domingo de una parte importante del panorama artístico contemporáneo en un espacio dirigido por un consorcio integrado por la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Madrid, la Cámara de Comercio de Madrid y Caja Madrid, es decir, por la cosa pública, encargada de promocionar y acercar la cultura y tal. Algo no funciona.

También es consustancial a Arco la polémica que se arma cada año en torno a los criterios de valoración para admitir a las galerías, para lo cual hay varios comités asignados, asesores y ejecutivos. El resultado final es una mezcla entre mercado y política hardcore española que llena unas cuantas páginas en prensa los días previos pero nos aburre soberanamente, todo lo contrario que la feria en sí, un lugar más estimulante y entretenido de lo que la mayoría cree. Arco es un indicador necesario para tomar el pulso al mercado del arte español. Y este año indicó que hay crisis económica, y en parte, creativa. La económica se notó sobre todo en los pasillos, más anchos de lo habitual porque hubo menos galerías que en años anteriores. La crisis creativa es más subjetiva, entremos.

Y de entrada, pues si, Arco es una feria divertida. En cuanto pasamos los controles de los enormes pabellones de IFEMA comenzamos a cruzarnos con una fauna muy variada: periodistas con prisas, galeristas a los que les gusta beber champán en público, estudiantes de bellas artes copiando buscando inspiración, estudiantes de instituto buscando el Burger Kink, snobs, ricos, paseantes, y yo, que estoy por encima del bien y del mal. Y es aquí donde comenzamos a cubrir etapas. La primera, visitar las galerías del país invitado. En esta ocasión se hizo una excepción y se invitó a una ciudad, Los Ángeles, ahí es nada. Las expectativas eran altas, joder es la ciudad de los Lakers, de Hockney, de los Doors, de Chinatown yPulp Fiction, de las palmeras y Dexter Gordon. Fue un bluf, una presencia de galerías menores con obra irrelevante, a excepción del histórico Baldessari (I will not make more boring art).

En la segunda etapa se trata de visitar lo que llamaremos el escándalo de broma. En Arco todos los años hay alguna obra que causa susto y picores en las fuerzas del bien y se convierte en lugar de peregrinación de masas. Este año la suerte le tocó a uno que suele jugar muchas papeletas, Eugenio Merino (Madrid, 1975). Presentó una escultura titulada como el clásico de Led Zeppelin “Stairway to heaven”. La pieza consistía en un árabe agachado rezando, un cura católico sobre su espalda y encima un rabino judío, y no la pongo aquí porque ya la visteis demasiado en el telediario. En fin, la embajada de Israel protestó, todos felices, y finalmente la compró una señora belga por 50.000 euros (señoras belgas que gastan sus fortunas en Arco).

Y la tercera y agotadora última etapa consiste en caminar/ver el resto de galerías de los tres pabellones hasta la hora de cierre y jugar a hacer un top3 en el metro de vuelta [Imágenes]. Bronce para Pier Stockholm (Lima, 1977) en la Galería Lucía de la Puente, jugando con arquitecturas utópicas y diseños limpios. La plata para el sujetador con cuchillas de Nazareth Pacheco (Brasil, 1961) en la Galería Casa Triângulo, sugiriendo erotismo en la amenza. Y lo que más me gustó, un gold en toda regla, el trabajo que trajeron los de La Fábrica de la mítica exploradora Marina Abramovic (Belgrado, 1946), la que nunca falla. The kitchen es un trabajo de performance y fotografía ubicado en la cocina de La Laboral de Gijón, retratada tal y como se la encontró, e inspirado en textos de Santa Teresa de Jesús sobre éxtasis y levitaciones. El resultado son imágenes muy penetrantes, casi cinematográficas, cargadas de contrastes visuales y simbólicos

Por lo demás, Arco es una feria cada vez más convencional de lo que debería y aparenta. Un espacio en el que apenas coexisten las nuevas tecnologías ni el 2.0 y donde la sensación de estar viendo obra repetida es constante (cuanto daño hacen algunas facultades de Bellas Artes). Una feria que huye de la necesidad urgente de reconversión, de unir discursos y contextos, de definirse y renunciar a delirios de grandeza. Arco no es Miami ni Basilea, podría limitarse a asumir con acierto el digno papel de lugar de encuentro e intercambio de ideas que los artistas españoles reclaman y merecen, sin esperar únicamente a contar cuantos stands caben y que tanto por ciento de ventas se incrementa cada año. Porque si la calidad baja, no se sostendrá. En este caso, menos es más.

Andrés Rodríguez Morado


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