Bostezan los contenedores. Llegan altivas las buscadoras de despojos y hay besos de despedida, manos que recogen trastos, música de chiringuito. Hay cuerpos desnudos rebozados, pequeños salvajes que aún gatean. A caballo sobre la cadera de un titán, una niña protesta en la bemol. Una joven pareja se decide. Una red de voleibol descansa. Una mujer remangada viene y va, pisando el labio del mar con fe de metrónomo. Se queda en los huesos la faja de arena que doraba el sol. Las gaviotas elevan su recolección a disputa cuando la piel mate de la tarde se tiende sobre la playa.