No sabía qué hora era, pero nuestros compañeros peregrinos ya estaban en pie y escuchaba a mi padre buscar un peine en el baño de abajo... si no me había quedado dormido, en breve sonaría el despertador, así que, con miedo, me incorporé...
Tenía la pierna helada, al haber dormido con una bolsa con hielo pegada hasta que se derritió, y el frío al destaparme fue brutal.
Aun así, no se si sería por los repetidos masajes con el Physiorelax, que había casi gastado, el hielo o el frío, pero no solo era capaz de mover el pie sin dolor alguno, parecía que la zona del tibial se me había quedado insensibilizada.
Tras abrigarme (no me cambié, aun), bajé las escaleras, primer con miedo y semblante serio, y después con confianza y una sonrisa en los labios.
Abajo estaban Paco y Pascal, además de mis padres, y mientras se preparaban, me tomé una barrita de las de Herbalife y un plátano; luego iríamos a desayunar al mismo bar donde habíamos cenado la noche anterior, pero me había levantado con hambre.
Estaba de un humor excelente, aunque no quería confiarme y tenía miedo de que en cualquier momento saltase el tibial como un resorte, pero ya volviendo al albergue tras el desayuno, seguía en su sitio.
Nos paró un muchacho por el camino... ¡Víctor!
Habíamos compartido hasta pasado el ecuador la primera etapa del Reto 360º Solidarios, y tras su viaje a Roma, volvía para acompañarnos en una nueva jornada.
Una vez organizamos las cosas y las llevamos al coche de apoyo, me cambié; teníamos aun 8 grados, pero la sensación térmica al haber estado llevando bultos no era desagradable, así que me quedé en manga corta con manguitos, y tras tomar la instantánea que encabeza la crónica, comenzamos a trotar, rumbo a Alameda.
Los dos primeros fueron muy lentos, ya que nos fuimos "desescarchando" poco a poco, la humedad del Río Burriana, paralelo a la senda, era bastante elevada, y la pendiente, aunque tenue, iba ascendiendo.
¿Lo mejor de esos dos kilómetros? que salvo una leve molestia que podía ignorar con facilidad, no tenía problema alguno en trotar.
No podía creérmelo, con el dolor tan inmenso que había estado horas soportando en la jornada anterior... cruzaba los dedos y me sentía muy dichoso, pero no quería confiarme.
Poco después de dejar atrás el Cortijo de Pajariego acabamos con la pendiente, ahora más notable, y ante nosotros se extendía un inmenso mar de olivos desde el cual ya divisábamos, lejana y a la vera de un cerro, Alameda.
Comenzamos el descenso con calma, metiendo cadera a izquierda y derecha para tratar de proteger al máximo mis tibiales, mientras Víctor nos contaba como había ido su viaje, especialmente en el plano gastronómico; así, charlando de panes y aceites, pasaban los minutos y los kilómetros.
Tras aproximadamente 40 minutos de camino Pascal y yo hicimos un alto para quitarnos una capa (en mi caso, los manguitos), ya que los primeros rayos de sol comenzaban a acariciar nuestra piel y la temperatura iba en aumento; ya lo había vaticinado Paco esa misma mañana: Iba a hacer bastante calor.
Retomamos la marcha y me encontraba especialmente cómodo, tanto que comencé a colocarme en la parte frontal del grupo, bajando los ritmos de 7 y estabilizándolos a cerca de 6:30 minutos el kilómetro sin ninguna dificultad.
Las piernas notaban el paso de los muchos kilómetros que llevaban encima, pero comparadas con otras etapas estaban bastante bien, y los tibiales no estaban dando problemas.
Si antes lo pienso, antes llega una molestia, pero por suerte, fue estomacal únicamente... llegando a la carretera un retortijón me puso el estómago del revés, pero por suerte el estómago estaba aguantando; había desayunado solo un mollete con aceite por precaución, pero nunca se sabe...
Llegamos a la N-331 y de repente perdimos los hitos de la Gran Senda de Málaga, y de hecho, el primero que vimos era uno con una cruz... ¡qué mala pata!
Menos mal que Víctor rápidamente dio con el camino, cruzando el puente sobre la A-45, y retomamos el buen camino.
El camino desembocaba en un cortijo enorme, donde también nos despistamos brevemente, y con la vista fija en Alameda, muy en la distancia, continuamos avanzando por el serpenteante camino que recorría los campos de cultivo.
Tras dejar atrás otro cortijo de grandes dimensiones, donde unos no demasiado amigables perros querían "saludarnos", llegamos a una carretera comarcal, que remontamos brevemente antes de internarnos de nuevo en la zona de olivares, donde algunos estaban siendo vareados.
Llevábamos cerca de hora y media de camino y el ritmo era muy estable, ya que la pista era ancha y estaba en un estado muy bueno (salvo algunos socavones provocados por el tránsito de vehículos pesados con terreno húmedo), y salvo alguna parada para orinar o sacarme piedrecitas de los huaraches, el cuerpo no me pedía en absoluto parar.
Tras los primeros tres días del reto estaba deseando llegar al ecuador para recorrer los caminos llanos por los que hoy discurríamos, pero ahora al llegar, en comparación con las etapas montañosas, me parecía que a esta le "faltaba chicha", pero bueno, quedaba aun un largo camino por delante y seguro que nos aguardaban mucho más que olivares, especialmente en la zona de los humedales y las lagunas...
Charlando sobre pruebas de ultra distancia de tres cifras y dejándonos llevar por la suave pendiente a favor, desembocamos en la Posada El Tempranillo, donde desaparecían los hitos de la Gran Senda de Málaga.
Estábamos en un cruce de carreteras con una estación de bus, y nos acercamos a preguntar; según nos dijeron, Alameda quedaba a mano derecha, pero los hitos continuaban hacia Mollina... bueno, nosotros a Alameda, que llegábamos puntuales pero teníamos mucho día por delante, y luego ya veríamos por donde saldríamos.
Entramos por la Avenida de la Libertad, y tras cruzar un par de calles, camino al ayuntamiento, ¡escuchamos voces que nos llamaban!
Había varias personas y miembros de la prensa, así que allí debían de habernos colocado finalmente el avituallamiento, pero no veíamos por ningún lado el coche de mi padre ni el de mundorutas.com.
Efectivamente, era nuestra recepción, y tras charlar brevemente con la prensa local, entramos en el campo de fútbol, donde nos recibió un grupo de mayores que acababa de finalizar sus actividades matutinas.
Avisé a Rafa antes de entrar para que fuese viniendo (había aparcado en el ayuntamiento), y en cosa de un par de minutos estaba con nosotros.
Las autoridades se portaron fenomenal con nosotros, el avituallamiento fue completísimo y pasamos un rato muy agradable charlando con los mayores del pueblo, que fueron muy solidarios.
En el campo de fútbol, frente al avituallamiento, Víctor, Pascal, un servidor y Paco
Con las autoridades de Alameda
Decidimos pasar por el ayuntamiento de todos modos, ya que así dábamos más difusión al reto y podríamos captar más donaciones, y de paso podíamos enlazar con la Gran Senda de Málaga hacia Fuente de Piedra por carretera, evitando el desvío hacia Mollina desandando parte del camino.Cruzamos el pueblo animados por los lugareños mientras Rafa y las autoridades se desplazaban al ayuntamiento, donde llegamos con bastante rapidez.
Víctor y yo encabezando el grupo camino al ayuntamiento
Los 4 "jinetes"
Generosos los habitantes de Alameda
La verdad es que tanto en el plano deportivo como en el solidario la jornada empezaba de diez; afrontamos sin problemas los 24 primeros kilómetros en poco menos de 3 horas y media, personalmente sin rastro de molestias en los tibiales, y en la primera parada, Alameda se había volcado con nosotros y con la causa.Dejamos a Rafa a cargo de la hucha tras despedirnos de las autoridades y nos dirigimos a la comarcal, dejando a nuestra derecha el Cerro del Toril.
Rafa no tardó en alcanzarnos, proporcionándonos unas galletas y algo de beber durante el ascenso por la MA-6409, en un tramo lento y pesado, con el sol enfrente nuestra y sin sombra a la vista.
En la bajada Pascal comenzó a quedarse, aquejado por dolores en los tibiales, como me había ocurrido a mi en la jornada previa, y en su semblante serio pude detectar el dolor y la preocupación, pero no se quejó ni dio muestra evidente del mismo.
Llevábamos bastante tiempo de ventaja al reloj y no estábamos en una carrera, así que simplemente relajamos el ritmo y disfrutamos de la conversación, mientras Víctor se adelantaba cada pocos metros para localizar, sin éxito hasta el momento, algún hito de la Gran Senda de Málaga.
50 minutos y 6 largos kilómetros de asfalto después de abandonar Alameda llegamos a la pedanía de Los Carvajales, cercana a la Laguna de la Ratosa, donde improvisamos un nuevo avituallamiento y continuamos con la marcha.
El ritmo estaba siendo machacón, y con una enorme pendiente a favor en la que intentamos no descolgarnos mucho para avanzar todos a una, fuimos acercándonos al horizonte, siguiendo la comarcal, donde ya nos esperaban Fuente de Piedra y sus lagunas.
Divisándola cada vez más cerca, tras la autovía, encontramos un hito de la Gran Senda de Málaga, que se desviaba a mano derecha, pero que de haberlo sabido, no hubiésemos seguido...
Estábamos a apenas 2 kilómetros de Fuente de Piedra, y el sendero nos desvió hacia la derecha algo más de kilómetro y medio, en medio de la nada y sin nada interesante que ver, para luego hacernos cruzar bajo la A-92 y avanzar en paralelo a ella hasta llegar a la Calle de la Roda, tras dar un rodeo de algo más de 4 kilómetros.
Pese a haber trochado a la salida de Alameda, llegamos justo sobre la hora prevista a Fuente de Piedra, donde nos recibieron de buen grado, aunque por lo visto no sabían que llegaba acompañado, pero como el avituallamiento era muy completo, nos lo dividimos y tuvimos de sobra para todos.
Foto de familia con las autoridades en la puerta del ayuntamiento
Más de cerca...
La parada nos vino genial para rehidratarnos y recuperarnos del sol, abrasador en ese punto; Paco no se había equivocado, hacía mucha calor, superando ampliamente los 30º.Mientras nos avituallábamos, Paco y Víctor se informaron de cómo llegar a Campillos, punto de finalización de la etapa, siguiendo la Gran Senda (habría que establecer algún sistema para que el excursionista/corredor/viajero/turista se orientase en el interior de los pueblos, ya que la mayoría de los nativos no conocen el GR y salvo algún panel en el mejor de los casos, no hay indicación alguna en algunos lugares).
Ya habíamos cubierto ampliamente el ecuador de la etapa y estábamos bastante enteros (estuve hablando con Pascal durante el avituallamiento y se encontraba mejor), y tras recuperar, volvimos al camino, con el renovado ánimo que te da saber que el objetivo está cerca.
Pascal, casualidades de la vida, tiene familia en Campillos, y dado que llevábamos los tiempos bastante bien, decidimos hablar con nuestro contacto allí para adelantar la recepción y cambiar, si era posible, la cena que nos ofrecían por un almuerzo, y así cenar con la familia de Pascal, a lo que no nos pusieron pegas.
No queríamos hacer esperar a las autoridades, así que nos pusimos de inmediato en marcha y salimos por Calle Doctor Fleming, y tras trochar por la carretera y cruzar sobre la vía del tren, llegamos a la Laguna de Fuente de Piedra.
Para nuestra sorpresa, nos topamos con un hito con una cruz en mitad de la carretera, aunque un conductor que justamente pasaba por allí en ese momento nos indicó que aunque el hito estuviese tachado, ese era el camino hacia Campillos, y que más adelante habría más.
Rafa llegó poco más tarde, y tras ofrecernos agua (nuevamente estábamos en una carretera eterna, bajo un sol abrasador y sin nada de sombra para guarecernos), se adelantó en busca de los hitos.
Con la laguna al fondo, camino de Campillos... ¡menos mal que no nos faltaba humor!
Mientras Paco nos comentaba que los occidentales no sabemos vestirnos para combatir el calor y combatía con nosotros sus experiencias en el Sáhara Libre fuimos avanzando, mientras la laguna se extendía, enorme, a nuestra izquierda.Era una pena, ya que no pudimos acercarnos si quiera a la orilla y apenas pudimos disfrutar de las vistas debido a la vegetación, pero el camino, de ser el correcto, era ese...
En efecto, poco después llegó Rafa y nos confirmó que, más tarde que temprano, aparecían los hitos, a unos 6 kilómetros.
Volvimos a avituallarnos, bastante deshidratados (servidor por lo menos), pocos minutos antes de conectar nuevamente con las balizas de la Gran Senda de Málaga, y tras beber y sentarnos unos minutos en el maletero del coche, reanudamos la marcha, algo cansados y con casi 50 kilómetros ya en las piernas.
El camino se me había hecho eterno, con un asfalto destrozado, sin apenas tráfico (pasaron un par de todoterrenos de medio ambiente a toda leche y un turismo particular, únicamente), y a ritmos ya cansinos tras tantas horas corriendo, por lo que agradecí la vuelta al sendero.
Cuando llegamos a la Laguna Dulce, que quedaba a nuestra izquierda, Víctor intentó contactar sin éxito con Pablo Gálvez, que quería acompañarnos en nuestra llegada y en todo el tiempo que pudiese de la siguiente jornada, pero cuando nos quisimos dar cuenta, Pascal nos confirmó que estábamos ya en Campillos.
Avisamos de nuestra pronta llegada y nos comentaron que no podían recibirnos hasta las 6 (quedaban aun casi 2 horas), pero podíamos ir a Los Chopos, donde nos ofrecían alojamiento para esa jornada, almorzar y ducharnos, mientras tanto.
Pascal, casualidades de la vida, había trabajado allí años atrás, y nos guió por Campillos en dos últimos kilómetros urbanos bastante largos.
Cuando llegamos a Los Chopos avisamos a mi padre, que estaba en el ayuntamiento esperando, y comenzamos a almorzar mientras Pascal y Rafa iban en su busca.
Por primera vez desde la tercera etapa del Reto 360º Solidarios me atreví a comer tomate, lechuga y alimentos "poco amigables" con el estómago, pero parecía que mi cuerpo lo asimilaba bien.
Durante el almuerzo llegó Pablo Gálvez, después mi padre y Pascal, y como ya no nos daba tiempo, decidimos ir directamente al ayuntamiento y ya después ducharnos y cambiarnos.
La recepción fue excelente, por parte de varios concejales, el alcalde y representantes de asociaciones locales relacionadas con el cáncer, cuyo símbolo, al igual que el de Cudeca, era el girasol, "emblema" internacional de los cuidados paliativos.
Con las autoridades, en el ayuntamiento
Pasamos un rato muy distendido, disfrutando de un copioso avituallamiento del que, al estar personalmente lleno tras el almuerzo, tan solo aproveché los líquidos (me había deshidratado bastante en esta etapa, pese a no parar de beber en todo el rato).De vuelta en el hostal, el concejal de deportes nos avisó de que una hermandad quería reunirse con nosotros, así que cuando estuvimos listos nos dirigimos allí.
Era la Hermandad del Santo Entierro, que colaboró con una generosa donación (al igual que casi la totalidad del consistorio de Campillos), con quienes pasamos un rato muy agradable mientras la familia de Pascal preparaba la cena, con la que pusimos punto y final a una jornada bastante larga en la que dejábamos atrás el ecuador del reto, y en el plano personal, dejaba atrás los fantasmas de la lesión que me asolaron durante el tramo final de la etapa anterior.
Algo más tarde de lo que me hubiese gustado nos acostamos, con algo más de 6 horas de sueño para descansar antes de que llegase el alba, y con él, nuestro despertar.
Así finalizó la sexta etapa del Reto 360º Solidarios...