Ladies and gentlemen, me llena de orgullo y satisfacción anunciar que nuestro reto 2015 ya es historia: hemos conseguido completar con éxito la BH Madrid Segovia 2015.
Hace seis meses que planteé a mis compañeros de oficina fijarnos un reto deportivo. Algo que nos llevase más allá y nos diese un motivo para seguir saliendo a hacer rutas los fines de semana, ya que habíamos conseguido formar un grupo ciclista muy majo y estábamos ávidos de aventuras. Juanma (@ciclistabinario) y Jose Pablo no dudaron ni un minuto y aceptaron la propuesta. Mi amigo Alejandro tampoco. El resto es historia (podéis leer todos los avatares de este reto en el blog).
Hoy me voy a limitar a contar cómo fue la experiencia de la prueba y nuestras reflexiones al terminar.
El previo
Cinco de la mañana. Sueño. Despertador. Maldiciones. Legañas como croquetas. Hay que desayunar de dos a tres horas antes, pero es que además tenía que pillar el primer tren de Metro Ligero para salir al encuentro de Jose Pablo, que me esperaba a las 7:00 en Colonia Jardín. Con Chema nos reuniríamos a las 7:45 en Tres Olivos, cerca de la salida. Paliza de transporte público para ir calentando.
Después de mucho dudar, decidí no llevar la mochila de hidratación (no me llevo muy bien con ella) y salir con un par de bidones y unas cuantas barritas por si las moscas. Las llevaba pegadas a la tija por falta de espacio en la bolsa del sillín, pero luego no fueron necesarias porque los avituallamientos fueron abundantes.
Fuimos los primeros del grupo en llegar a Montecarmelo y dejar las cosas en el camión para que nos las llevaran a Segovia. Poco después llegó Juanma, que hizo lo propio. Alejandro iba con lo puesto y no hizo uso del ropero.
En la salida, 2500 participantes dispuestos a dar lo mejor de sí mismos.
Justo antes de la salida me encontré con Alejandro, un ex-compañero que le da mucho a esto de la bici. Iba con la novia y se habían apuntado al grupo Popular para ver cómo iban. Me costó reconocerle vestido de torero 😀
Salida desde Montecarmelo
Como ya sabéis, nos apuntamos en el grupo popular (el último de los tres). Los PRO salían a las ocho en punto, mientras que los OPEN lo hacían quince minutos después y los POPULARES como nosotros a las ocho y media.
Nada más salir se confirmaron algunos de nuestros presentimientos: los caminos del comienzo no admitían este volumen de bikers. Tocó echar pie a tierra, aunque tampoco fue algo exagerado. Fue precisamente en uno de esos parones cuando me encontré con Manu Delgado, otro ex-compañero que le da mucho a la MTB ( leed su blog, mola mucho). Esta vez fue él quien me vio. Estaba afrontando la prueba por segundo año consecutivo, aunque me contó que una rotura de fibras le estaba complicando afrontarla en buenas condiciones.
Al reanudar la marcha, Alejandro y yo nos quedamos un poco más rezagados. Juanma, JP y Chema tiraron un poco más fuerte y ya no los veríamos hasta el primer avituallamiento en Colmenar Viejo.
Las primeras conclusiones que sacamos al pasar por los toboganes que hay antes de llegar a Tres Cantos fueron dos: que habría que dosificar muy bien las fuerzas y que el calor iba a jugar una baza fundamental durante el desarrollo de la prueba. Había que controlar esos dos factores.
Antes de entrar en Colmenar Viejo vimos muchos pinchazos. Impresiona un poco ver la cantidad de gente que se apunta a pruebas de estas características y apenas le hace una revisión previa a la bici. Seguro que muchos venían pinchados de casa y no lo sabían, como me comentó mi amigo Manuel...
Avituallamiento en Colmenar Viejo
El avituallamiento de Colmenar Viejo sería el primero de siete (ocho si contamos uno que nos regalaron). Estaba situado en el kilómetro 25, después de un exigente repecho para abrir el apetito. Allí nos estaban esperando Juanma, Jose Pablo y Chema. Este avituallamiento fue bastante completo: agua, bebida isotónica, barritas y geles a discreción.
A partir de entonces, unos kilómetros de llano en paralelo a las antiguas vías del tren hasta llegar a la segunda montonera del día. En el kilómetro 30 tocaba abandonar el trazado del tren para enfilar una ascensión técnica bastante divertida, pero en esta ocasión volvió a suceder lo mismo que antes: el camino era demasiado estrecho y la trialera demasiado técnica para subirla en condiciones. En cuanto uno echaba pie a tierra obligaba al resto a detenerse, así que aquí perdimos bastante tiempo de nuevo. Algunos dicen que media hora, aunque yo creo que no fue tanto.
En esta trialera perdí de vista a Alejandro, que tuvo más problemas que yo para sortear a los demás bikers. Decidí seguir y reagruparnos en el avituallamiento de Manzanares.
Un importante repecho empezó a hacer estragos en el pelotón. Ya se empezaban a ver los primeros ciclistas que estiraban los músculos y, lo peor de todo, se empezó a ver lo guarra que es la gente: muchos envases de geles tirados sin más en plena ruta.
No podemos generalizar nunca, pero hay que ser muy cerdo para tirar los envoltorios al suelo sin más. Quizás esto sea una consecuencia de la masificación que está sufriendo el mountain bike en los últimos años, porque en "los viejos tiempos" esto no era así. ¡Y es que no cuesta nada volver a meterse los desperdicios en el bolsillo y tirarlos en el próximo avituallamiento, narices!.
Avituallamiento en Manzanares el Real
Al llegar a Manzanares el Real pudimos disfrutar del segundo avituallamiento. Aunque disfrutar, lo que se dice disfrutar, sólo disfrutamos los que llegamos a tiempo, porque se les acabó el agua. Inaudito en una prueba de este tipo: un avituallamiento sin agua. Los pobres chicos de la organización que estaban en el puesto comiéndose el marrón se limitaban a decir que habían ido a por más, pero explícale eso a un participante que viene de meterse cerca de cuarenta kilómetros y aún le restan más de ochenta... Al final apareció el agua (con un retraso importante) y la cosa no fue a mayores, a pesar del cabreo de muchos. En esta ocasión no había barritas ni geles: sólo fruta y agua.
Alejandro apareció al momento. Había tenido problemas en la trialera de subida, que unido al calor que hacía ya a esas horas estaba causando estragos. En ese momento nos dio la mala noticia: había decidido quedarse en Manzanares. Es cierto que por motivos de trabajo no pudo preparar la prueba como le hubiese gustado, pero también es cierto que tenía mucha ilusión en este reto y, personalmente, me entristeció la decisión. Creo que quizás haberle dejado rodar solo hasta Manzanares fue un fallo mío que hizo que se agobiase y no intentase llegar a Cercedilla, pero es cierto que a continuación venía uno de los tramos más exigentes de la ruta. Afrontar tocado mentalmente ese tramo significaba la muerte, con los problemas que conlleva una retirada fuera de los puntos habilitados para ello. No nos quedó otra que aceptar su salida e intentar dedicarle una foto desde Segovia.
A continuación nos esperaba una subida constante hasta Mataelpino. Esta es una vieja conocida, pues ya la hemos sufrido unas cuantas veces gracias a las rutas que nos ha estado preparando Goyo estos meses para ir entrenado. Pistas anchas y mucho kilometraje de falso llano, que hace que te confíes en algunos momentos y no reserves para la subida al pueblo. En plena subida hay una fuente (algo escondida), en la que Jose Pablo y Juanma aprovecharon para refrescarse la cabeza y afrontar unas tremendas zetas justo a la entrada del pueblo.
Avituallamiento en Mataelpino
A tan solo nueve kilómetros del de Manzanares, lo que nos da una idea de la dureza del tramo que dejamos atrás y, lo más importante, del que se nos venía encima: ni más ni menos que el puerto de Navacerrada.
Este avituallamiento volvía a ser líquido y sólido: agua, bebida isotónica, geles y barritas sin límite. Nos iba a hacer falta.
Por entrenamientos anteriores ya sabía que la ascensión a Navacerrada era, para mí, el tramo más exigente que me iba a encontrar hasta Cercedilla, por lo que no dudé a la hora de enchufar el molinillo y subirlo lo más despacio posible. Incluso eché pie a tierra en algún momento. A estas alturas pensaba más en Segovia que en Navacerrada, así que no quería gastar fuerzas que no sabía si iba a necesitar más tarde. Era pronto para quemar las naves.
Juanma se quedó conmigo, mientras que Jose Pablo y Chema se adelantaron una vez más. En general creo que los cuatro íbamos bastante bien de fuerzas, ¡pero a JP y a Chema se les veía muy bien!. Javi dijo hace poco que Jose Pablo parecía un reloj suizo sobre la bici, y la verdad es que razón no le falta. Y Chema venía a esta prueba después de haber superado los 10000 del Soplao. ¡Casi nada!
Una vez superada la subida de Navacerrada ya sólo quedaba bajar hasta Cercedilla, donde estaba situado el avituallamiento principal. Aquí se detiene el cronómetro y los participantes tienen un tiempo para comerse la paella que daba la organización.
Cercedilla: primera mitad superada
La llegada a Cercedilla fue bastante buena. Se agradecía un poco de aire fresco en la bajada, la verdad.
Al llegar a la plaza tuvimos suerte y no nos tocó esperar mucho para que nos diesen la paella. Un plato de paella y un botellín de agua para el que algunos tuvieron que esperar bastante tiempo, como se escuchaba en las mesas que habilitaron para comer. Lo bueno es que los chicos de Nutrisport tenían barra libre de isotónica en su camión, que me salvó la vida. Les debo un abrazo.
Aquellos que estaban un poco justos de fuerzas pudieron darse un masaje gracias a la gente de PhysioRelax, que tenían un chiringuito montado en la plaza para todo aquel que lo necesitase.
Al rato nos comunicaron por megafonía que el tiempo para cerrar el control de tiempo en Cercedilla estaba a punto de cumplirse, por lo que tocaba sacar fuerzas de flaqueza y seguir hasta Segovia. Ahora empezaba la heroica: el Alto del León.
En mi opinión, la parte más dura de la prueba sin lugar a dudas. Ocho kilómetros de una subida con una pendiente demoledora que no se atragantaron tanto como el calor que hacía. Y es que meter esta subida en pleno mediodía me parece algo demasiado improvisado. Ya os contaré mi opinión al final de la entrada, en el apartado de reflexiones.
En esta subida me sorprendió ver la cantidad de gente que circulaba en sentido contrario a la marcha. No caí en el momento, pero Juanma me lo aclaró: la gente se estaba dando la vuelta y volviendo a Cercedilla. Una criba importante si además tenemos en cuenta la cantidad de participantes que había estirando en ambos lados de la pista.
Avituallamiento en el Alto del León
Ya estábamos por el kilómetro 77 y tocaba avituallamiento líquido y sólido. Como siempre, bebida y geles a cascoporro. Aunque estábamos tocados por el esfuerzo, habíamos superado la parte más dura del recorrido y los pensamientos positivos empezaban a acumularse en nuestra cabeza.
Pero estábamos engañados. Lo que venía a continuación nos haría bajar de la nube. Tanto tiempo esperando una bajada para que los organizadores tuviesen a bien regalarnos " la trialera del infierno " 😀
Nada más salir del avituallamiento llegó una bajada rapidísima plagada de baches. Los que no hubiesen llevado bidón de casa podían haber cogido uno de los muchos que nos encontramos tirados 😛 Después de esto, la trialera. Lo simpático es que justo al empezar había una chica de la organización que nos animaba diciendo que " sólo nos quedaban tres kilómetros de bajada ", pero lo que no nos dijo es que íbamos a tardar lo mismo que en la subida.
Una vez superada la trialera vino la que para mí fue la zona más fea del recorrido, que era la que transcurría en paralelo a la autopista AP-61 y pasaba por Los Ángeles de San Rafael y La Estación. Aquí no había ni un árbol que diese algo de sombra, menos mal que el cielo se había cubierto porque aguantar por aquí las temperaturas tan elevadas de antes hubiese supuesto unas cuantas bajas.
Por muchas zonas rodábamos por terrenos en los que las hierbas habían crecido considerablemente. Se notaba que por ahí no había pasado una bici desde hace tiempo. También tuvimos que vadear algún que otro arroyo. Menos mal que la organización nos regaló un avituallamiento fantasma entre el kilómetro 77 y el 102, que es dónde se encontraba situado el último antes de llegar a Segovia. Nos vino de perlas para afrontar el último repecho, largo y tendido.
La pega es que en este tramo hubo muchas partes en las que ir sobre la bici era realmente complicado. No creo que muchos pasasen subidos en sus monturas en varias cuestas que nos encontramos. Costaba pasarlas de pie...
La anécdota de esta parte de la carrera vino cuando me apareció un ruido metálico al bajar con la bici a toda pastilla. En principio pensé que se me había ido algún retén de la horquilla, pero varios kilómetros después descubrimos que lo que pasaba era que se había rasgado mi bolsa del sillín. El ruido lo hacía una botella de CO2 al golpear la tija en las bajadas. Menos mal (ya estaba pensando en una reparación de las caras, je je je). El pobre Juanma se ofreció para cargar con la bolsa (que pesaba lo suyo) en su camelbak. Le debo una...
Avituallamiento del km 102
El penúltimo avituallamiento y el último antes de Segovia. Aquí ya éramos imparables. Íbamos rezagados, pero aún quedaba cuerda para llegar hasta la meta. Más sabiendo que lo que venía a continuación era cuesta abajo.
Esta parte del recorrido nos dimos el lujo de hacerla a toda pastilla, apretando con odio el pedal para llegar cuanto antes a Segovia. Poca historia.
Entramos a Segovia por el Camino de las Baterías (llamado así por los cuarteles militares que hay). Ahí estaba el final de la zona cronometrada y el centro de lavado de Bosch, en el que había tres máquinas de presión con las que pudimos lavar las bicis y entrar en la zona del acueducto como unos señores.
Entrada en Segovia
Unos repechitos sin importancia nos llevaron hasta el acueducto, donde los aplausos de la gente nos llevaron en volandas hasta la línea de meta.
Como nota curiosa decir que fuimos los últimos en entrar dentro del plazo oficial de doce horas. Yo entré con 11:59 y el siguiente ya pasó de las doce horas sobre la bici. Mucho tiempo, pero nuestro objetivo siempre fue terminar la prueba.
Medallita, foto en el podio y exaltación de la amistad en la línea de meta. Después, la cruda realidad: salir pitando a la estación de Renfe para pillar el último tren con destino Madrid. No nos dio tiempo a disfrutar del avituallamiento de Segovia (pasta) ni de la reconfortante ducha, así que tuvimos que improvisar unos bocadillos del bar que hay frente a la estación (que para más cachondeo pillaba en el lado contrario de la ciudad) después de recoger las mochilas en el camión - ropero de la organización.
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Mis reflexiones sobre la BH Madrid - Segovia 2015
Cortito y al pie: mal.
Como he dicho anteriormente, la organización me pareció mala. Es verdad que pocos días antes de la prueba se pusieron las pilas con la información: mandaron un par de correos con la info y poco después mandaron el track (que, por cierto, tuvieron que reenviar porque lo hicieron mal en un primer intento).
A la hora de recoger los dorsales todo fue bien. Los de La Grupetta fueron muy profesionales y, a pesar de tener que desplazarte hasta Alcobendas, todo fue bastante bien.
En mi opinión hubo dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas llega hasta Cercedilla por un recorrido conocido de la edición anterior, salvo la parte nueva para evitar el puente de La Marmota. La segunda parte sería la comprendida entre Cercedilla y Segovia, claramente improvisada si nos limitamos a ver los terrenos por los que nos metieron.
De la primera parte destacaría como punto negativo el avituallamiento colocado en Manzanares, ya que muchos participantes tuvieron que esperar mucho tiempo a que llevasen más agua (por lo visto se agotó).
También hubo un par de embotellamientos: el primero de ellos al poco tiempo de empezar, al pasar bajo las vías del tren y la autopista M40. Algo lógico, ya que era un punto muy cercano a la salida. El segundo embotellamiento ya fue algo más molesto: justo al abandonar el camino paralelo a las vías del tren una vez pasado Colmenar y enfilar un sendero estrecho de subida. Aquí hubo que esperar casi media hora, como os he comentado anteriormente. Sin duda, algo que al ser la segunda edición se tenía que haber subsanado.
La segunda parte no me gustó nada. A mí me dio la sensación de que el que la diseñó lo hizo poniendo los waypoints a mano en Google Maps directamente
La subida del Alto del León fue mortal a esas horas, ya que las temperaturas eran infernales. La organización podría decir que es imposible controlar la hora a la que pasan todos los participantes, pero si comparas esta subida con la de La Fuenfría, plagada de sombra de sus pinares, se te caen "los pelos del sombrajo".Las trialeras de después creo que sobraban. Es cierto que eran muy bonitas y divertidas, pero creo que a esas alturas de la prueba eran más peligrosas que otra cosa. Cuando llevas tantos kilómetros acumulados y lo único que quieres es mantenerte en equilibrio es muy complicado maniobrar en estos obstáculos. Casi todo el mundo echó pie a tierra y las superó andando.
Algunos tramos de la segunda parte eran directamente NO CICLABLES. Se te va a hacer bola, decían... La bola te la vendían hecha, no había que hacerla. No puedes vender un formato de prueba con un recorrido que vas a cambiar a poco más de un mes de la prueba (el recorrido inicial iba por La Fuenfría en vez de por el Alto del León, como he dicho) por no tener el permiso de los gestores del Parque Nacional del Guadarrama. Eso es una auténtica CHAPUZA.
Creo también que los avituallamientos no estaban a la altura de una prueba que cuesta 45€.
A su favor diré que había asistencia sanitaria en todos los avituallamientos e incluso más, pues encontré algún puesto en medio de la ruta por si acaso.
Mi opinión no ha sido positiva, lo siento por Last Lap (empresa organizadora del evento). Creo que todos estos errores en una segunda edición deberían haber sido subsanados, pero no ha sido así. Punto negativo.
Me siento muy contento por haber llegado a Segovia. No había hecho una ruta tan larga nunca y no sabía cómo iba a responder mi cuerpo, pero ir acompañado de tan buenos compañeros me dio alas. No obstante, el año que viene no pienso repetir.
Una mención de honor para nuestro compañero Jorge, que no pudo venir con nosotros pero sí que se animó a conseguir su reto personal: se hizo los 100 kilómetros en 24 horas. A la tercera fue la vencida, finalmente. Enhorabuena.
Reto solidario para Aldeas Infantiles
Sin lugar a dudas, la mejor noticia del día es que superamos el reto solidario y donamos 400€ a Aldeas Infantiles en nombre de todos los que nos apoyaron. Muchísimas gracias a tod@s en nombre de Jose Pablo, Juanma y un servidor. De verdad que esto hizo que mereciese la pena.
Para terminar este ladrillo que os he soltado me gustaría hacer algo que no suelo hacer al final de mis posts: dedicatorias. Y es que este reto me ha llegado al fondo del corazón y me gustaría dedicar esta victoria (porque es una victoria) a mucha gente:
- A mis padres en primer lugar. Se que no leerán esto, pero quiero dedicarles esto porque los dos lo han pasado mal recientemente al perder a seres muy queridos.
- A Conchi y a Nora, que han pasado muchos días sin marido y sin padre respectivamente. Esto de entrenar es duro
- A mis compañeros de ruta: Alejandro, Chema, Jose Pablo y Juanma. Putos cracks (perdón por los tacos, pero estoy exultante).
- A mis compis de entrenamiento: ellos saben quiénes son (Rob, Javi, Jorge, Goyo, Diego, Román, Juanan, Esteban, Jaime, Herme...)
- A toddos y cada uno de los que habéis donado en nuestro reto solidario. Sois muy grandes y lo que habéis hecho es muy importante para todos esos niños que recibirán vuestra ayuda. Muchas gracias de corazón.
- A mis compañeros de oficina, a los que este jueves dejaré de ver tan a menudo (Manu, que sepas que ostentas el record de permanencia a mi lado).
Y nada más, que me pongo melancólico. Gracias por leerlo todo y llegar hasta el final.
El album de fotos de Facebook lo tenéis aquí, y aquí el recorrido en Strava.