Revista Cine
Debo decir que me gustó, y bastante, esta Drive, un por momentos megaviolento thriller con mil puntos de interés. Es cine filmado a la vieja usanza y que se regodea en su estilo retro (en este caso, cierto thriller norteamericano de los tardíos 70 y los primeros 80), con referencias visuales y temáticas (para muestra, un botón: las imágenes de abajo) de trabajos como el Ladrón (Thief, 1981) de un Michael Mann que demostró gran talento en su ópera prima, el Vivir y morir en Los Ángeles (To live and die in L.A., 1985) de un William Friedkin en una forma aceptablemente buena, el American gigoló (1980) de un inspirado aunque históricamente irregular Paul Schrader, o el The driver (1978) de un por aquél entonces prometedor Walter Hill.
Es sobradamente conocida, para el aficionado, la deuda artística contraída por los movie brats de los 70 con los autores europeos de décadas anteriores. Ejemplos hay muchos: Woody Allen idolatraba a Ingmar Bergman; Paul Schrader incluso llegó a escribir un libro sobre Bresson y Dreyer; Brian de Palma y Francis Ford-Coppola tomaron el importante y extraño Blow-up (1966) de Antonioni como indudable referente para algunos de sus filmes más celebrados (Doble cuerpo en el caso del primero y La conversación en el segundo); el caso de Coppola es aún más notable, pues también bebió de las creaciones de Lucchino Visconti para sus padrinos; y Scorsese nunca ha escondido su aprecio por la Nouvelle Vague.
A una escala, digamos, menor, popularmente hablando, se puede hablar del plagio/robo/copia perpetrado por ciertos cineastas de género, como los ya mencionados arriba Hill, Mann, Friedkin, para con el thriller existencialista del francés Jean Pierre Melville, cuyo referente más conocido e inmediato sería la espléndida El silencio de un hombre (Le samourai, 1967). Estos filmes romanticizaban al héroe-delicuente-lobo solitario, trasladándolo a la jungla urbana de las grandes ciudades norteamericana y dotando a Hollywood de todo un nuevo abanico de posibilidades para el género noir.Todo en Drive- su estilo, sus vestimentas, su look- recuerda a ese período del cine policíaco que tan buenas muestras dejó.
Este estilo, elegante y ciertamente ostentoso, adecentado con música electrónica y una narrativa que oscila entre la parca inactividad (se habla muy poco) y la momentánea aunque espeluznante acción y gore, ya se veía venir en este pasado género, más o menos resucitado aquí, y que resultó en su momento tan seductor que se ramificó en otros sub-géneros como el de gángster (el Scarface de Brian de Palma) o el drama criminal con estudio de personajes de por medio (el American gigoló de Schrader)
Es de asumir que N.W. Refn, responsable final de Drive, haya visto la mayoría, si no todos, de los exponentes del género que recupera/ plagia/ homenajea aquí. El personaje del conductor inmediatamente recuerda, para el conocedor del género, al personaje que interpretara Ryan O'Neal en la estupenda The driver, o al acompañante femenino del cual se apropió Richard Gere en uno de sus papeles más recordados e inspirados para la no menos plausible American gigoló. Elevada a las más altas cotas cinematográficas desde su estreno (personalmente creo que las merece), ha alcanzado un prestigio crítico y de público como muy pocos fenómenos cinematográficos últimamente, siendo un thriller arthouse de hipermoderno diseño y cuidadoso e hipnótico acabado que nos retrotrae a este ya mencionado thriller USA de una época ya pasada.
Una de las razones del prestigio que ostenta la película protagonizada por Ryan Gosling, un mediocre actor por otra parte, por inexpresivo, visto hasta estos años en cintas indies tanto correctas- El creyente(The believer, Henry Bean, 2001)- como ciertamente originales aunque personalmente fallidas- Lars y una chica de verdad (Lars and the real girl,Craig Gillespie, 2007), es el hecho diferencial que la película absorbe al haber sido realizada por un director europeo: no creo que hayan dudas de que si hubiera sido por un cineasta norteamericano, en unos parámetros dentro de la media de la calidad del cine americano de género, pongamos por caso, un Antoine Fuqua (Training day, Los amos de Brooklyn) el resultado habría sido bien diferente: un correcto y, a ratos, buen thriller, pero no el gran thriller que es al pasar por las manos de Refn, a la postre nombrado mejor director en el festival de Cannes por su primer trabajo en Norteamérica tras una celebrada carrera en Europa también dentro de los parámetros del género criminal.
El director danés destila toda la fuerza del noir urbano a través de sus imágenes y los hechos que éstas muestran, ya que sus diálogos son más bien escasos, consiguiendo un resultado que sobrepasa el notable alto, rozando el sobresaliente y, por momentos, la matrícula de honor, en seguramente el más convincente ejemplo de cine negro de 2011, un año, por otra parte, no demasiado prolífico en el género.
Como ya se ha apuntado, toma como referencia argumental la estupenda The driver de Walter Hill de finales de los 70, aunque también los títulos iniciales (esas letras color rosa que recuerdan a los primeros años 80 y últimos 70) y otro rubio protagonista (Ryan O’Neal en aquél ya lejanísimo film de Hill; Gosling en el que nos concierne) presentan a un conductor sin nombre (Gosling), mecánico y conductor de coches en rodajes de películas, que para ganarse un sobresueldo hace de chófer para delincuentes durante la noche. Se define por sus gestos, con ese palillo en la boca (como antaño hacía Stallone en Cobra), resultando parco en palabras (como también lo era O’Neal en el film de Hill). Se enamorará de una cliente del taller (Mulligan), en apariencia inocente y cándida pero que esconde una vida difícil, lo cual no hará más que traer problemas al conductor.
Desde el primer minuto de visionado somos conscientes de que seguramente vamos a entretenernos un buen rato. Engancha, vamos. Enseguida nos hace introducirnos en la historia y nos evade (no sé quién dijo una vez que “me gusta el cine porqué allí los problemas los tienen otros”…pues eso). La puesta en escena de Refn es inquietante y cautivadora al mismo tiempo. Temazos como “A real hero” de College convierte la escena que la acompaña, con la feliz pareja conduciendo por el canal de Los Ángeles en un primer acto de la cinta sentimentaloide, en memorable, antes de que se desencadene la trama principal, cargada de tensión aunque poblada de vulgares clichés mil veces visto en el cine norteamericano. Los momentos violentos (pocos aunque muy gráficos) cortan la respiración, tanto por el grado de violencia que destilan como por lo original de su rodaje, como la escena del ascensor o la del tiroteo del motel.Sus detractores afirmarán que no es lo mismo crear algo totalmente original que “recrear” (es decir, volver a crear algo sobre algo ya existente) estilos fílmicos pretéritos (que no extinguidos), sino ya existentes/existidos (en este caso, el ya mencionado noir criminal de varias épocas atrás en el tiempo, y una antología de films que serán objeto de una próxima y cercana entrada en este blog) y que, si partimos de esta base, Drive no es ni mucho menos la gran película que otros (yo mismo) se empeñan en creer que es. Opinión tan respetable como discutible, pero si nos basamos en el simple concepto de originalidad, no encontraríamos (casi) nada original, no sólo en el cine, sino en la vida, ya que está todo inventado. ¿Por qué no sentarse a disfrutar de un thriller como los que se hacían antaño?De obligado visionado, que no os pase desapercibida.