"Así, cine y pintura comparten una gramática común. Incluso la historiografía moderna ha hecho aseveraciones tan concluyentes como que el cine como arte, no tiene sentido si se le separa de la historia de la pintura."Jacques Aumont
En esta nueva retrospectiva sobre grandes cineastas en la Cinemateca de Bogotá, el invitado fue Stanley Kubrick, considerado como uno de los más importantes directores del siglo XX, el cual, además de un depurado y obsesivo estilo, fue un creador innovador tanto en el lenguaje como en la técnica cinematográfica; aunque el nacido en Nueva York tiene un universo reconocible, no exento de la época en la que firmó su obra y de sus propia manías que se iban evidenciando; también es cierto que cada película, fue un singular experimento y proceso de creación, en el que exploró las zonas más oscuras de la mente humana, sus demonios internos y consecuencias, y el decadente proceso de una sociedad a la que estaba (des)acomodada el o los protagonistas; ésto también lo logró a través de sus cuidadosas imágenes, tan cargadas de sobriedad como simbolismo.
De la obra de Kubrick se ha escrito bastante, de su indiscutible calidad, pulso narrativo, complejos personajes y épico naturalismo en el que afloran las pasiones humanas como lo pudimos observar en Barry Lyndon, -la única película que vimos de toda la retrospectiva- relato e historia de vida de un hombre hecho a pulso en medio de una época tan romántica como compleja como lo fue el siglo 18, y los añós que empezaban a colindar con el 19, donde las guerras, la trampa, la muerte y la mezquindad crecían con la sociedad, en la que Redmond Barry, joven irlandés con un destino sellado por la desgracia y los excesos, es protagonista.
Pintando a 24 FPS
Kubrick, basándose en la novela La suerte de Barry Lyndon de William Makepeace Thackeray, nos adentra en las vivencias de un joven irlandés, que se va vistiendo con los ropajes de la necesidad y experiencia que su propia vida le ha puesto en el camino, desde un primer amor, no del todo correspondido hasta un traje militar traicionero, van formando el caracter y astucia de alguien preparado para la desgracia, como su propia familia, lo argumenta, al igual que un padre muerto en duelo, por las mismas nimiedades románticas de la época. La suerte del ahora militar y tahúr irlandés se irá convirtiendo en fortuna y gloria, además de un matrimonio que le dará el apellido Lyndon y nobleza, pero también, se irá sellando el halo de desgracia, invocada por su propios vicios, naturaleza y el nunca lograr pertencer del todo a una clase, ajena a su rudeza e impetu.
Si lo analizamos bien, varias de las películas de Kubrick han tenido a este tipo de protagonista, que evoluciona, perdiendo su inocencia hasta una decadencia moral o física, pasando por triunfos y logros, que además de experiencia muestran el tipo de sociedad que estaban viviendo, la mayor de las veces, vil y desmoralizada.
De ésto se va a valer el director newyorkino, para trasladarlo a su puesta en escena, principalmente en lo fotográfico, emulando la pintura inglesa del siglo XVIII, ante todo, el paisajismo y los retratos, que reflejaban dicha sociedad; gracias a John Alcott, a unos lentes diseñados por la NASA y al obsesivo estudio de la época por parte de Kubrick, no sólo cada fotograma es un reflejo pictórico de la época, sino del tenebrismo y claroscuro de pintores como de La Tour y los artificios del Barroco y el Rococo.Alcott, haciendo uso de la luz natural, como de fuentes artificiales más realistas como velas, no sólo diseña un impresionante trabajo fotográfico sino todo un ejercicio estético e histórico, en el que sí bien va a primar lo artístico no deja de ser documento de una época, marcada por el histrionismo, y la romantización a todo nivel. Alcot y su equipo de cámara, también aluden al uso del zoom, no tanto como un recurso técnico - cabe recordar que Hollywood y el cine en general han visto en el zoom una especie de defecto- sino estético, como sí de una pintura se tratara, por aquello del aplanamiento de la imagen.
Al gran trabajo de Alcott se va a sumar un preciso diseño de producción, en el que tanto el vestuario, maquillaje y una sobría dirección de arte nos imbuyen en esa mitad del siglo 18, donde el romancticismo excesivo, se tradujo en duelos por amor, honor y otras rencillas al igual que las guerras, traiciones y demás disputas familiares, que entre luces y sombras, y algo de pasteles, nos revelaban el caracter hedonista y superficial de una sociedad.
El off cinematográfico: montaje, música y la voz de Michael Hordem
La voz del actor Michael Hordem, no sólo fue fundamental para la estructura de Barry Lyndon, sino que fue una de las voces más importantes del teatro y el cine inglés, Hordem, quien nos narra las desventuras y fama del joven escocés, además del hilo conductor, es a su vez la conciencia moral de Lyndon, y posiblemente de Kubrick, quien estaba desencatado de la humanidad, como concluye la obra; la voz del inglés a su vez se traduce en la forma del montaje: clásico y emulando cierto carácter literario, con muchas elipsis como sucede cuando se cuenta la vida de alguien, todo ésto bajo los sonidos musicales de Leonard Rosenman, que logra asimilar no sólo el carácter de Lyndon sino el espíritu de una época.
Aunque las actuaciones se puedan ver opacadas por la estilización de la obra, tanto el trabajo de Ryan O Neal como el der Marisa Berenson con más dignos, al igual que los secundarios de lujo, que decoran pero a la vez lideran los cuidadosos cuadros en movimientos planeados entre Kubrick y colaboradores. Aún más, -y como opinión personal-, el alejamiento con los actores, le dan mayor fuerza a los componentes técnicos - estéticos, y su interacción con las interpretaciones, juegan en favor del todo cinematográfico.
Crítica
Para mí, el cine con tintes bélicos de Kubrick, es donde mejor refleja su calidad y forma, y en este caso, lo bélico, es lo que le da soporte al personaje de Lyndon, lo mejor y lo peor de éste se debe a la guerra, pero también es la obra donde mejor desata sus manías, experimentaciones y obsesiones convertidas en imagenes preciosistas, épicas y grandilocuentes, en términos históricos y narrativos; una de las mejores de Kubrick, y posiblemente el mejor o uno de los mejores ejercicios de traslación plástica a imagen en movimiento, que se puede ver reflejado en esa icónica secuencia en la que Lyndon es desafiado a duelo por su hijastro, y vemos que la pintura cobra vida a 24 cuadros por segundo. Toda una obra maestra.
Zoom in: Varias nominaciones y premios, principalmente por su fotografía, dirección al igual que diseñor de producción y arte, categorías por las que ganó en los Oscar, BAFTA y otros más.
Montaje Paralelo: Cine pictórico - Siglo 18