Revista Cultura y Ocio

Revolución Húngara de 1953

Por Joaquintoledo

Historia 1

Para entender la Revolución Húngara es necesario, como ocurre en todas las revoluciones, comprender su panorama histórico. Es indispensable rememorar la Primera Guerra Mundial. Hacia 1910, Hungría cubría un espacio de unos 325 mil kilómetros cuadrados y su población alcanzaba la cifra de 21 millones de habitantes. Al concluir la Gran Guerra (1914-1918) el territorio de Austria fue cercenado y quedó reducido a 93 kilómetros cuadrados con 8 millones de habitantes. La mayoría de ellos, magyares, que no eran ni eslavos ni germánicos sino miembros de la raza uraloaltaica. Tanto austriacos como turcos habían reducido su poder de potencia para cuando se reanimó el período de guerras, y la alianza con la Alemania nazi los llevó a luchar al lado de ésta en el frente ruso. Como consecuencia de la derrota Hungría fue ocupada por los soviéticos en 1945. Al final del conflicto, los rusos ocuparon militarmente el país así como también su ideología. Stalin empezó a adoctrinar al pueblo húngaro en el ideal comunista y el país fue reconstruido para usarse como área de influencia de la URSS, aprovechándose sus líneas férreas, carreteras y caminos. El país, entonces, se encasilló en la empresa agrícola con algunas industrias bien encaminadas, siendo las zonas más industrializadas Budapest. También destacó, aunque en menor grado, la empresa textil, siderúrgica y química. Para la década del cincuenta Hungría contaba  con los yacimientos petroleros de Lispe, además de ser uno de los principales países de producción de bauxita.

Las líneas militares húngaras

Tras la guerra, además de los prisioneros, el ejército húngaro fue un 99% disuelto por la URSS. Debido al temor de cualquier rebrote ligado al nazismo, los soviéticos dominaban el país y eran la mayor fuerza de ocupación. Años después, la creación de un nuevo ejército húngaro comenzó en 1948. La razón de este ejercito yacía en la interés de Stalin de formar un régimen comunista en el país, mas no en la autonomía de todo país. Stalin tomó por excusa el ingreso de Hungría al Pacto de Varsovia (Organización de países comunistas en respuesta a la OTAN),  en el que Hungría se comprometía a organizar un ejército de doce divisiones en tiempos de paz y elevarla a veinte en caso de guerra.

Hasta 1950 el núcleo oficial de este ejército estaba constituido por egresados de las academias del ejército real. Sin embargo, al pasar los años nuevos oficiales irían desplazando a los anteriores gracias a la continua instrucción militar rusa. La mentalidad impuesta por Stalin, naturalmente, sería debilitada con el transcurso de estas nuevas generaciones. A pesar que los soldados juraban ser fieles al régimen, muchos de ellos guardaban sus costumbres y sus propios vestigios de la guerra. El adiestramiento militar dado a trabajadores y a estudiantes hizo más tarde posible el enfrentamiento con los rusos en la revolución de 1956.

Para el año de 1950 el denominado ejército popular estaba distribuido en cuatro distritos militares, en los que se hallaban ocho divisiones de infantería, una división blindada, una división motorizada, una brigada de montaña y tres brigadas de cazadores de la frontera. Las fuerzas aéreas húngaras sólo constaban de dos escuadrillas de cazabombarderos. De igual modo la fuerza marítima no contaba con un panorama alentador, sólo poseía dos monitores, diez lanchas blindadas y algunos rastreadores de minas. Luego, lentamente, el ejército húngaro crecería hasta alcanzar varias divisiones de 10 mil soldados cada una; la artillería alcanzaría dos divisiones con material pesado y mediano; la artillería antiaérea eran unas nueve unidades y contaba con material soviético, las unidades que tenían cohetes se hallaban en Checoslovaquia entrenándose. Finalmente dotación de elementos blindados ascendían a 480 tanques medianos; 120 pesados y algunos cañones de asalto también pesados. Por si no fuera suficiente, poco antes de la revolución, la aviación había sido repotenciada con cazas Mig-15 y varias escuadrillas de bombarderos Il-28. El servicio militar en ese entonces duraba tres años y era obligatorio. En las escuelas preparaban a los soldados para todo tipo de funciones, desde zapadores a técnicas de supervivencia. Los rusos, mientras tanto, sólo tenían tres divisiones en Hungría para 1956. El pacto de asistencia mutua firmado después de la guerra, había dejado, desde el ámbito militar, a ambos frentes muy parejos.

En lo político, a pesar de que el país húngaro había tratado de iniciar una democracia multipartidaria, el PartiDo Comunista, con el apoyo de la URSS, fue ganando terreno. Un ejemplo claro fue el mariscal Voroshilov, quien forzó al gobierno húngaro a ceder el Ministerio del Interior a miembros del partido comunista, nombrándose un nuevo ministro del interior, Lászlo Rajk, a todas luces un paranoico, líder de la AVH (Autoridad de Protección del Estado), una organización al de corte de las SS o Gestapo nazis que se encargaban de eliminar toda la oposición política. El monopolio político en Hungría se acuñó en 1949, cuando finalizó el breve período multipartidista de este país, luego de que el Partido Comunista se fusionase con el Socialdemócrata para formar el Partido de los Trabajadores Húngaros, presentando a las elecciones de aquel año, sin oposición, pues todos los disidentes políticos habían sido “limpiados” por Lászlo Rajk, nuevo ministro del interior.

De esta manera, el pueblo húngaro vivió oprimido por un régimen castrense, sin posibilidad alguna de oposición. No siendo suficiente, el gobierno impuso como segundo idioma el ruso, siendo obligatorio en las escuelas. También se vio casos de encarcelamientos a religiosos o a intelectuales que manifestaban cualquier forma de oposición al régimen comunista.

En cuanto a lo económico, la URSS exigió reparaciones de guerra, así como también a Checoslovaquia y Yugoslavia, generando una hiperinflación en la nación, pues los ingresos a la caja fiscal eran escasos y el futuro poco acogedor ya que la URSS impidió la ayuda del Plan Marshall. El país se sumergió en una crisis económica proveniente desde afuera como del interior.

Con la muerte de Stalin el 5 de marzo de 1953, la mejora de la calidad de vida estaba a la expectativa de todos. Imre Nagy reemplazó a Matyas Rakosi como primer ministro, pero este último pasó a ocupar el puesto de Secretario General del Partido en el país, impidiendo a Nagy efectivas y necesarias normas para cambiar el curso del país. Poco a poco empezó a intimidarlo y a presionarlo hasta que logró la renuncia de este último. Sin embargo Rakosi también tenía los días contados, y gracias a las verdaderas reformas introducidas por Krushev, fue depuesto como Secretario General, su sucesor fue Erno Gero a partir del 18 de julio de 1956. Poco después con el Pacto de Varsovia, Hungría quedaba seriamente comprometido con la URSS. En junio de 1956 empezaron las primeras revueltas con los trabajadores polacos en Poznán, que fue totalmente reprimido por el gobierno dejando varios muertos y heridos. Sin embargo, en nombramiento del comunista Gomulka el Partido Comunista Polaco buscó beneficios para su país frente a la URSS, y culminó con un pacto bastante provechoso que insitó a húngaros a hacer sus propios reclamos. Encendiendo de esta manera la llama de la Revolución Húngara de 1956.

D

Comienza la revolución

Tras la renuncia del maquiavélico Rakosi, toda Hungría se levantó en contra del régimen, desde intelectuales hasta periodistas, disidentes políticos, incluso estudiantes. El 16 de octubre los estudiantes universitarios de Szeged pugnaban con el sindicato comunista oficial de estudiantes (controlado por el gobierno), exigiendo las primeras reformas democráticas. De igual modo los estudiantes de la universidad técnica de Budapest compilaron una lista de 16 puntos con demandas para el país. El Sindicato de Escritores Húngaros planeaba al día siguiente unirse a las protestas para plantear las reformas tan necesarias para el país, justo cuando la rebelión estalló.

Las acciones revolucionarias empezaron el 23 de octubre. En la imagen izquierda del Danubio, ante la estatua del poeta húngaro Petofi, los estudiantes y obreros se reunieron para prestar un juramento de “libertad o muerte”;las acciones para la URSS habían tocado fondo definitivamente. Y precisamente cuando se marchaba hacia la embajada de Polonia, los rencores de la guerra y la frustración por la crisis ahogaron el orgullo patrio y ya no sólo se trató de una marcha por la libertad de Polonia, sino también la propia. Una muchedumbre enfervorizada de aproximadamente 200 mil personas entre estudiantes, obreros y demás civiles, marchó hacia la sede de gobierno, desenvolviéndose una algarabía que contagió a todo Budapest. Los enfrentamientos entre las fuerzas armadas y civiles se produjeron en diversos puntos de la ciudad.

Poco a poco los carros de la policía se incendiaron y la población se hizo con armas y depósitos militares. Al día siguiente el gobierno hizo mención de lo ocurrido y pidió a la población que no abandone sus casas sino hasta que la situación se normalice, cuando los tanques soviéticos ya estuvieran sobre las calles. A media mañana del 24 se pidió a la población húngara apoyar a los soldados soviéticos apostados en las calles para colaborar en la pelea contra los “rebeldes”. En ese instante se cerraron las fronteras de Hungría, dejándola aislada, mientras las emisoras sólo hacían propaganda contra los sublevados, y la ciudad se convertía en un campo de batalla. Los revolucionarios lanzaron un ultimátum: la lucha no se detendría a menos que los soviéticos abandonen el país y se acabe con la policía secreta.

En nuevas y violentas embestidas los manifestantes atacaron las sedes del Partido Comunista y los locales de la policía política, para ese momento las víctimas eran cientos. La batalla de disputó especialmente en los cuarteles de Kilian, en el Museo Nacional, en la Opera. Pero la gravedad de la situación aumentaba para los húngaros, pues los rusos ocupaban ya todas las pistas y aeródromos, nada, ni alimentos o medicamentos, podía entrar.  El gobierno recibía poco después varias guarniciones frescas para mantener el orden, sin embargo,  sólo si eran soviéticos, pues casi todos los húngaros se solidarizaban con sus compatriotas y se unían a ellos. La lucha se incrementaba, no sólo en Budapest sino también en otros puntos del país. Los comandos húngaros empezaron a coordinar todos los movimientos de los civiles armados, y poco a poco se fueron administrando las municiones y los medicamentos, necesarios para la lucha. La represión rusa desplegó sus tanques, y los primeros combates entre blindados y civiles húngaros se esparcieron por la ciudad. Ante la falta de armas anti-tanque utilizaron “cócteles Molotov”. La primera víctima fue un blindado a las 7:30 de la mañana del mismo 24 cerca de los cuarteles Kilian, a las 8:30 un segundo tanque era destruido por unos adolescentes. Era la juventud, la que había empezado el levantamiento, quien ahora recibía el apoyo de obreros, empleados y civiles. La mayoría se atrincheró en el centro de Budapest, en los cuarteles de Kilian, una unidad regular del ejército húngaro, al mando del general Maléter, se unió en masa a los rebeldes y resistió los ataques soviéticos. Los húngaros allí establecidos eran unos 2 mil.

Sin embargo las municiones empezaron a escasear, y los húngaros se vieron obligados a improvisarlas, de este modo, los prisioneros, la mayoría de la AVH, eran ahorcados ante la escasez de balas y el peligro de tener que entregarlos obligatoriamente. El 25 de octubre nuevamente una masa se reunió frente al Parlamento, unidades de la AVH dispararon, y los civiles atacaron inclusive cuando los soviéticos también se presentaron en la batalla; el ataque fue fructífero pues significó el fin del gobierno por el momento. En efecto, el gabinete de turno colapsó y el primer secretario del Partido Comunista y el ex ministro huyeron a la URSS, los puestos fueron ocupados por Janos Kadar e Imre Nagy respectivamente. En las calles de la ciudad los combates fueron incesantes hasta el 28 de octubre. En la ciudad existía una huelga general y el cese de actividades paralizó las acciones de toda conjetura en el país. El 28 de octubre se dio una orden de cese de fuego, cumplida recién el día 30 concluyendo la lucha de momento. La Radio Budapest anunció que las bajas ascendían a 7 mil muertos y 50 mil heridos.

El interludio

La condición exigida por los revolucionarios fue la retirada de las tropas rusas, y, al final, se consiguió entrar en negociaciones. El acuerdo fijaba sus primeras metas en la retirada de las tropas rusas de Budapest y luego del país. La diplomacia entró a tallar entonces, pero en realidad el nuevo gobierno y los rusos sobretodo buscaban ganar algo de tiempo, los primeros para conseguir respaldo internacional, los segundos el retorno. La medida controversial sin embargo, fue la de clausurar todos los aeródromos de los alrededores de Budapest, y allí intervino el Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas Húngaras, dando un aviso de retiro dentro de las doce horas siguiente a los aviones soviéticos. Los húngaros por su parte dominaban unos seis aeródromos y disponían de unos 250 aviones. De hecho, se tenía un plan de contingencia de no cumplirse la exigencia: primero bombardearían el puente Zahony, y atacarían a las fuerzas soviéticas en marcha. Reforzarían a las fuerzas húngaras y aniquilarían los tanques soviéticos. También les correspondería bombardear bases aéreas y patrullar la frontera con Checoslovaquia. El genearl Kiraly, siguiendo instrucciones de Nagy prohibió de momento la intervención militar. Su temor no era para menos ya que esto entorpecería cualquier tipo de negociación, sólo de momento se autorizaron reconocimientos aéreos. Pero los soviéticos jamás se prestarían para semejante retirada humillante, en realidad ganaban tiempo fingiendo retirarse de todas las principales ciudades del país, para que así sus movimientos pasen desapercibidos. El 2 de noviembre, la situación sufre un revés para los húngaros, sus temores se hicieron realidad y los soviéticos contraatacan, Hungría era invadida de nuevo. La razón que la URRS dio a la comunidad internacional fue que Hungaria saldría del Pacto de Varsovia violando las normas inscritas.

Contragolpe soviético

En la ONU, mientras tanto, la noticia recorría todos los salones y se discutía la crisis. El gobierno húngaro de Kadar rechazó a cualquier observador de la ONU, organización que había denunciado la operación de la URSS, país que hizo caso omiso pues aclaró que los occidentales también habían intervenido en Corea. Aunque  en realidad las potencias occidentales casi no se preocuparon en ayudar a los húngaros mediante presión, la ayuda se limitó a dinero así como alimentos, agua, medicamentos y ropa. En contra parte, la ayuda a los refugiados consistió en asilo a Austria y Yugoslavia, hecho que la URSS no pudo evitar pues hubiese quebrado los derechos internacionales. En total 179 mil marcharon a Austra, y 20 mil se exiliarion en Yugoslavia. Para fin de año sólo habría unos 15 mil húngaros en el primer país, otros 157,400, recibieron ayuda para emigrar a otros países del mundo y 8100 optaron por repatriarse. En medio de todo el debate de la ONU, el 1 de noviembre, Imre Nagy recibió los informes de que las tropas soviéticas habían ingresado a Hungría por el este con dirección a Budapest. El gobierno húngaro sin embargo despreció tal acción y decidió enviar embajadores cuanto antes, los soviéticos no respondieron, la ONU era demasiado lenta y los tanques soviéticos avanzaban sin cesar. Para el 3 de noviembre las cosas parecían no cambiar, pues cerca de Budapest el ministro de defensa húngaro Pal Maleter fue invitado a negociar, pero en medio de las conversaciones el general soviético Serov ordenó a la NKVD arrestar a los húngaros, al día siguiente los tanques soviéticos atacaron la capital.

El nombre clave era “Operación Torbellino” lanzada y dirigida por el mariscal Iván Kónev. Diecisiete divisiones soviéticas cercaron la capital a las 21:30 horas del 3 de noviembre. Al día siguiente a las 4 de la madrugada se produce el ingreso a la capital, mientras miles de personas, sobre todo mujeres adultas, niños y ancianos, se encerraron en sus casas; muchísimas mujeres jóvenes colaboraron desde el principio hasta el fin en la revolución. La ofensiva incluía un ataque desde el sur, por Soroksari y desde el norte en Vaci; buscando dividir la urbe, cortando todos los posibles cruces por puente entre uno y otro extremo teniendo cada grupo de ataque la retaguardia protegida por el río Danubio. Avanzaron hacia Buda, y a continuación para las 4:30 a.m., los disparos podían ser escuchados por todos los civiles. Desplegando todo su poderío armamentístico y sus estrategias más duchas, los soviéticos atacaron desde el aire, con artillería y con tanques e infantería. El ejército húngaro, a pesar de toda la experiencia obtenida y la educación castrense que había recibido, fue sobrepasado, algunos soldados desertaron disminuyendo las líneas de defensa. Casi una hora después de iniciada la ofensiva Inre Nagy se comunicó al mundo lo sucedido, afirmando que los soviéticos estaban aplastando la revolución con tanques, el gobierno por lo pronto se mantenía firme con la poca ayuda recibida.

Mientras, por todas partes los soviéticos atacaban violentamente y las defensas precariamente organizadas se desmoronaban, los rusos se fueron acercando cada vez más a la sede de gobierno, hasta que por fin ocuparon el edificio. Los intendentes de gobierno fueron arrestados. A las 8 a.m. el avance soviético había sido tan contundente y agresivo que la ciudad estaba parcialmente con edificios en proceso de destrucción, poco después fue capturada la radio mientras se daban fuertes combates en las zonas industriales de la ciudad. La aviación húngara nada pudo hacer y los ataques contra las fábricas se dieron por tierra y cielo, los últimos que resistieron en Budapest se rindieron el 10 de noviembre, las bajas, al menos no habían sido ingentes, tan sólo 2500 húngaros y poco más de 700 soviéticos. Sin embargo había miles de heridos y la destrucción se veía por todas partes. La revolución no duró más que unos pocos días.

Consecuencias

El poderío bélico soviético acabó con las esperanzas de los húngaros de librarse del régimen comunista. Unas pocas horas bastaron para detener la ilusión, estaba claro que los soviéticos jamás se retirarían pacíficamente. En los próximos días se produce un espantoso y a la vez lúgubre éxodo, de casi 200 mil húngaros, según las fuentes; además otros 26 mil fueron sometidos a juicio y unos 13 mil encarcelados. Se desconoce el número exacto de ejecuciones, pero se estiman en varios cientos. El país era un caos, en especial la capital, los soviéticos aún continuaban remanentes, La ONU poco o nada pudo hacer, y las huelgas y la paralización de la clase obrera generaron una interrupción económica que generó resentimiento en gran parte de la población. Kadar, el jefe de gobierno, mostró más intolerancia y mandó a ejecutar y en menor medida a encarcelar a cuanto significara una posible oposición. La revolución significó un golpe muy duro para el ejército húngaro, pues prácticamente fue purgado y sometido a los soviéticos, no era ni la sombra de lo que fue antes. Se firmó un tratado y Hungría aceptó el incremento de tropas soviéticas en el país y la permanencia de  estas indefinidamente. Imre Nagy y su grupo se refugiaron en la embajada de Yugoslavia (entre los que se encontraban el filósofo y sociólogo, Lukacs), pero fueron arrestados, la mayoría fue absuelta pero Nagy sí fue ejecutado. Los presos, por fortuna, fueron liberados para 1956 bajo una intensa presión internacional.

Conclusión

La revolución fue un fracaso pero llevó a los gobiernos de Europa a la reflexión. Hungría no tenía posibilidades de libertad y seguiría atada al régimen rojo hasta la disolución de la URSS. Durante los ataques también se produjeron ofensas hacia la iglesia católica, la cual pidió mediante su cardenal  Mindszenty un alto al fuego. En medio de calles vacías e ilusiones perdidas, Budapest a partir del 10 de noviembre había vuelto a la normalidad y reinaba el silencio, sólo interrumpido por el sonido de las orugas de los tanques soviéticos recorriendo y vigilando la ciudad. La Guerra Fría había escrito un capítulo más, esta vez la victoria había sido decisivamente soviética y occidente había quedado seriamente desprestigiado por no defender una democracia. Finalmente, la Revolución Húngara sería un ejemplo más de cómo la URSS, aplicaba tendencias imperialistas, haciéndose llamar, cínicamente, el país líder en contra de este “mal occidental”.


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