¡Qué rápido ha pasado el verano! Ya estamos a 1 de septiembre y en poco más de 8 horas el mercado de fichajes se cerrará para España hasta el próximo enero. Unas últimas horas de infarto para el Fútbol Club Barcelona, que no es más que el reflejo del desaguisado deportivo en el que se ha instalado el club en los últimos años. El hecho de que esta temporada el plazo de inscripción de futbolistas se cierre un día después que en las grandes liga europeas, hace que la expectación mediática centre el foco de atención en un predecible gran final vergonzoso y ridículo. La idea de un último fichaje a la desesperada, caro, muy caro, innecesario y con poca o nula capacidad para ilusionar va tomando forma en la cabeza de los culés. Sería la guinda para culminar la falta de profesionalidad de quienes se aposentan en la zona noble del Camp Nou.
Tras la reñida lucha con el Dortmund por hacerse con a precio de oro, Robert Fernández se hinchó el pecho para soltar a los cuatro vientos que pretendía traer "uno o dos fichajes más". Supongo que la intención de Robert (correcto futbolista, de los peores directores deportivos que he visto, capaz de hacer bueno a Zubizarreta, nefasto futurólogo y muy ignorante de lo que se cuece en su propio vestuario) con esa declaración tan rimbombante era ganarse la confianza del aficionado. Sin embargo este verano seguramente haya sido el más caluroso de la historia de la humanidad, el aficionado culé está más que quemado y aprovechó la presentación del joven crack francés para mostrar su desilusión con el rumbo que ha tomado el club, redondeando así un acto marcado por la improvisación y el desacierto.
El despropósito y la inoperancia se han hecho muy visibles y evidentes. Hace un año llegaban jugadores sin nivel Barça como Paco Alcácer o André Gomes, o no se contrataba lateral de garantías para suplir la marcha de Dani Alves. Por increíble que parezca este año ha sido peor. Se ha perdido a Neymar, se ha mareado la perdiz con jugadores que no han llegado y que difícilmente llegarán, se han fichado a perfiles tan necesarios como poco ilusionantes, y los fichajes que deben ilusionar se han hecho esperar demasiado.
Las dudas del socio y seguidor culés se han convertido en alarmas. El trío que en años anteriores tapaba cualquier grieta se ha roto. El histerismo se ha desatado en las redes sociales, dando cancha a terribles profecías, teorías conspiranóicas y juegos de intereses. La fractura social está abierta y sangra, como tantas veces ha pasado. En su momento se produjeron enfrentamientos entre cruyfistas y nuñistas, nuñistas y laportistas, y laportistas y rosellistas. La diferencia ahora mismo es que nadie defiende a Bartomeu. El incendio ya se ha propagado, los gritos pidiendo su dimisión cada vez son más unánimes y no habrá fichaje millonario que logre acallarlos.
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