Suena en el móvil la alarma del correo. Esta vez es una oferta de Groupon muy interesante en el desconocidísimo restaurante Riesling de Los Urrutias. Casi al instante empiezan a llegar mensajes de Whatsapp. Que invento más bueno y que mal aprovechado. Cincuenta mensajes y cinco minutos después ya habíamos comprado el bono y quedado para cenar en unos días. Siempre y cuando Riesling tuviese mesa para nosotros. Partiendo de la base de lo contento que estoy con todas las ofertas que lanzan desde las distintas empresas, para promocionar locales con atractivos descuentos, y lo mucho que lo estamos aprovechando. Nos crea un auténtico “problema” de agenda cuando somos muchos los convocados a la cita. Hay que comprarlo con tiempo y luego ver las distintas fechas para poder coincidir.Después de haber reservado, sin ningún tipo de problema, bueno, salvo que no había manera de encontrar el teléfono para reservar, llegamos al restaurante en el que hay demasiadas mesas libres. No entramos al estar nuestra mesa en la coqueta terraza veraniega donde unas palmeras iluminadas al más puro estilo navideño crean un ambiente muy acogedor. La mesa es para ocho comensales y han creado con cuatro mesas pequeñas una mesa más grande y cuadrada, con lo que la comunicación entre todos los comensales es posible y sobre todo fácil, esto permite tanto una única conversación en toda la mesa, como varias simultaneas. La maître de acento germano-murciano se acerca a nuestra mesa y nos hace entrega de las cartas, mientras toma nota de las bebidas. - Primer fallo, ¡No tienen La Casera! ¡Nos vamos! Pero, si ya esta pagado. Entonces, ¡Nos quedamos! Yo pedí una clara y me la hicieron de 7up, cosa que agradecí pues la de limón no me va mucho. Y su tinto de verano de grifo, parece ser que agradó a quien lo pidió.El bono daba derecho a un entrante cada dos comensales y un principal por cabeza. En un principio decidimos pedir solamente dos entrantes por partida doble pero la maître nos quitó la idea de la cabeza, aconsejándonos, creo que de manera acertada, que pidiésemos cuatro distintos. Probaríamos más cosas, y aunque en menor cantidad, sería suficiente. Como así fue. Los entrantes que decidimos pedir fueron, una ensalada Cesar de verdad, hay veces que pueden ser de todo menos una Cesar, un Carpaccio de ternera acompañada de sus correspondientes virutas de queso y unas alcaparras que tanto gustan a los germanos, y una terrina de foie con mermelada de fresa. Para terminar, lo único que llevaba un poco de elaboración, unos calamares encebollados con laurel, que casi todos coincidimos en que fueron, con diferencia, el mejor de los entrantes a pesar del pequeño tamaño de los trozos. Hasta ahora la cosa iba de maravilla. Como había asegurado nuestra anfitriona, pudimos probar más entrantes y no nos habíamos quedado con sabor a poco. Con los entrantes pedimos vino. – ¡Segundo error!, esta vez nuestro. - ¡Empate! Ir a un restaurante que se llame Riesling y no pedir un vino de dicha variedad, no estuvo bien. Tenían el Waltraud de Torres, pero pedimos un Valnogal tinto con seis meses de barrica. –Estaba bueno, pero creo que nos equivocamos. En los platos principales hubo mucha variedad. Podíamos pedir cualquiera de la carta excepto el solomillo de ternera. Yo me pedí una dorada a la murciana. Quizás la noticia que me dio la maître que solamente le quedaban dos, hizo que me decantara por dicho plato. Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi el plato de dorada. Pensé que serían unos lomos, pero por tan ajustado precio, ni se molestaron en limpiarla y me trajeron una magnifica pieza de piscifactoría entera. Con sus patatas, tomate y piñones. Además de mi dorada, pidieron un par de entrecot, otro par de brochetas de solomillo de ibérico con dátiles con bacón y una salsa de pimientos maravillosa a la que por pinta y sabor doy el titulo de plato de la noche. Y lo más llamativo que no sabroso, una brocheta de pollo, calabacín y pimientos colgante sobre un mar de patatas. No acabábamos de dar crédito a lo que estaba sucediendo. Estábamos cenando de manera más que notable a un precio irrisorio. Solamente deberíamos abonar la segunda bebida, los postres y el café. Si normalmente están bien los bonos que compramos, este estaba mejor. Los postres pusieron el punto y seguido a la velada. Una tarta de queso y un tiramisú que cubrían muy dignamente el expediente. Y como no, en los cafés, el rey de la especialidad por estos lares, un Asiático que me supo a gloria. El ambiente, una noche de verano no muy calurosa, el entorno y un buen servicio crearon un ambiente que pedía continuar con la velada. No podíamos terminar con los cafés. Así en plena bacanal, invocamos a Dionisio con unos Tonic & Gin y Mojitos que nos acompañaron hasta bien entrada la noche. Ni si quiera el mal olor que de vez en cuando venía de los campos aledaños pudo con nosotros. Fue una noche para enmarcar.
Riesling Lounge Snack Bar está en la Urbanización Estrella de Mar, en el edificio Las Adelfas 1 de los Urrutias, y para reservar podemos llamar a los teléfonos 968543103 o 657544806.