Yo, de mayor, quiero ser Jonathan Nossiter. Breve reseña biográfica: nacido en EE.UU. en 1961, desde su más tierna infancia viaja y reside en todo el mundo: Francia, Italia, Grecia, Inglaterra y la India. Aunque cursa estudios de pintura en Escuela de Bellas Artes de París y en el Instituto de Arte de San Francisco decide dedicarse al teatro. Tras esta experiencia pasa a ser asistente del director de Adrian Lyne en Atracción fatal (1998), actividad que compagina con su pasión por el vino. Al convertirse en reputado sumiller crea las cartas de vinos de diferentes restaurantes franceses, americanos y brasileños. Y por fin da al salto al cine documental, con el apasionante y conocido Mondovino (2003), y a la realización de películas de ficción.
El personaje principal de la película es, sin duda alguna, la capital carioca, una ciudad que acumula los excesos, las oportunidades y en la que el director, que conoce bien el mundo, encuentra la misma energía que en el Nueva York de los años 70. Stefan Zweig, sublime escritor austriaco, ya nos previno en 1941 al escribir Brasil: tierra de futuro.
Y en Río de Janeiro se van a cruzar el resto de los protagonistas de esta estrafalaria película. Una doctora especializada en cirugía estética británica que se pasa la vida intentando convencer a sus pacientes de que no se operen, encarnada por una Charlotte Rampling que hacía tiempo que no se lo pasaba tan bien en una película.
Bill Pullman en el papel de un embajador americano, harto de representar a su país, que se oculta en una de las favelas más peligrosas de la ciudad. Una antropóloga francesa, Irène Jacob, que realiza un documental sobre las empleadas del hogar incitándolas a la revuelta social. Y Fisher Stevens, un guía que acompaña a los turistas para mostrarles lo que desean ver, aunque esté bastante alejado de la realidad, pero que les permita regresar a su país convencidos de que los tópicos que habían imaginado todavía existen.
La libertad de su recorrido personal contagia todo el ambiente del film. Rio Sex Comedy, que el coproductor brasileño quería subtitular “no apta para personas políticamente correctas”, es un título homenaje a las series B y a las películas porno, géneros de los que el director reconoce ser fan. La película es un verdadero soplo de brisa fresca en una época terrorífica de conformismo, y que según añade Jonathan Nossiter, como siempre en los malos tiempos, “encuentra sus primeras víctimas en la ironía y el humor”. Por cierto, el director vive desde 2005 en Brasil y por lo que parece, en esta ocasión, va a costar bastante moverle de allí.