La Ritalina, también conocida como Ritalin (estos serían los nombres comerciales, aunque hay otros: concerta, aradix…), es el conocido metilfenidato (nombre técnico). Se trata de un medicamento psicoestimulante que se usa ampliamente para el tratamiento de los síntomas relacionados con los trastornos por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH).
En el lenguaje coloquial, se le conoce como “la pastilla de la concentración”, razón por la cual cobró gran popularidad hace unas décadas llegando a ser consumida de forma no deliberada sin acompañamiento médico por parte de muchas personas que buscaban incrementar su atención y concentración.
Fue muy popular entre los estudiantes que querían mejorar sus récords académicos y los trabajadores que buscaban aumentar su rendimiento laboral. Sin embargo, el uso de la Ritalina por parte de personas que no presentan ningún trastorno como el TDAH o insomnio es altamente perjudicial para la salud. Si quieres conocer más sobre este psicofármaco, sigue leyendo.
¿Qué es la Ritalina?
La Ritalina, según el manual de psicofarmacología de Stahl (2002), es un medicamento cuyo componente base es el Clorhidrato de Metilfenidato, un tipo de droga que tiene efectos sobre el sistema nervioso central como estimulante. Gracias a sus efectos que podrían compararse con la cafeína pero mucho más potente, fue ampliamente utilizado por personas que querían mejorar su rendimiento y concentración.
Sin embargo, el uso de la Ritalina no es ese; de hecho, los especialistas desaconsejan su toma para estos fines y advierten acerca de los efectos secundarios y negativos a largo plazo que el uso de este medicamento puede llegar a tener.
Se trata de un fármaco de uso delicado que debe administrarse bajo estricta supervisión médica, pues suele ser altamente adictivo además de poder causar alucinaciones y síntomas cardiacos si se toma de manera incorrecta. Actualmente se utiliza para el tratamiento de síntomas asociados al TDAH y la narcolepsia.
Guía recomendada
Usos de la Ritalina
El principal uso de la Ritalina es parte del tratamiento de pacientes con trastornos de déficit de atención con y sin hiperactividad, debido a que favorece la concentración y ayuda a que las personas que la toman puedan permanecer quietos durante periodos prolongados.
Este es uno de los efectos que se busca tener con el tratamiento, por su impacto directo en el rendimiento académico y/o laboral. Al ser un estimulante del sistema nervioso central ha demostrado tener efectos muy positivos para el tratamiento de la narcolepsia.
El uso de Ritalina es delicado y debe llevarse a cabo bajo supervisión médica, siguiendo estrictamente las indicaciones del especialista. Su uso por parte de personas que no tienen estos trastornos puede ser altamente perjudicial para la salud.
Este tipo de medicamentos se consiguen en diversas formas de presentación como: tabletas masticables, cápsulas, tabletas de desintegración oral, suspensión y solución con diferentes tipos de acción: inmediata, intermedia, y prolongada.
Actualmente el uso de Ritalina ha incrementado de manera significativa en comparación con años anteriores, principalmente para el tratamiento de los trastornos ya mencionados en niños y sus efectos han sido notoriamente positivos, permitiéndoles tener un mayor control de sus impulsos con una mejora en los procesos de atención y concentración en clases.
Efectos secundarios de la Ritalina
El consumo de Ritalina puede desencadenar algunos efectos secundarios que pueden ir desde simples molestias hasta afecciones graves que pueden poner en riesgo la salud. Por esta razón es necesario prestar atención a cualquier cambio y comunicarlo inmediatamente con el médico tratante.
Entre los efectos secundarios más comunes se encuentran las dificultades para conciliar el sueño o mantenerse dormido, mareos, irritabilidad, intranquilidad, sensación de nerviosismo, dolores de cabeza, sensación de tener la boca seca, tensión muscular, dolor de espalda, somnolencia, fuerte sudoración.
A nivel estomacal puede causar varios efectos negativos, como: náusea, vómitos, diarrea, acidez estomacal y/o dolor de estómago, lo que puede conllevar a una pérdida de apetito y la subsecuente pérdida de peso. Algunos pacientes refieren además presentar movimientos incontrolables de una parte del cuerpo y una marcada disminución en el deseo sexual.
Es importante tener en cuenta que existen algunos efectos secundarios que ameritan atención médica inmediata, por lo que es imprescindible acudir a urgencias o consulta con el médico tratante si hay convulsiones, dolor en el pecho, desmayos, cambios en el ritmo cardíaco, cansancio excesivo o falta de aliento.
También es urgente ir si habla lento o tiene dificultad para hablar, si hay debilidad, hormigueo, cambio en el olor de la piel o aparición de heridas en una extremidad, urticaria, picazón, sarpullido, ampollas, agitación, alucinaciones, dificultad para respirar o tragar o ronquera.
Si hay inflamación (ojos, rostro, labios, boca, lengua o garganta), cambios de humor, depresión, estado de ánimo anormalmente agitado, tics motores o tics verbales, cambios en la visión o visión borrosa, fiebre, erección que dura más de 4 horas o erecciones frecuentes y dolorosas.
Referencias: Stahl, S.M. (2002). Psicofarmacología esencial. Bases neurocientíficas y aplicaciones clínicas. Barcelona: Ariel.