Revista Cultura y Ocio

Ritos iguales, de Terry Pratchett

Publicado el 23 noviembre 2012 por Goizeder Lamariano Martín

Ritos iguales, de Terry Pratchett Título: Ritos iguales Autor: Terry Pratchett Editorial: Debolsillo Año de publicación: 1987 Páginas: 268 ISBN: 9788497930208 Este es ya el quinto libro que leo de Terry Pratchett y su Mundodisco después de El color de la magia, La luz fantástica, Rechicero y Mort. Y aunque no es el que más me ha gustado, ya que no ha logrado desbancar a Mort de ese puesto, creo que puede decir que sí es el que más me ha sorprendido. También es el que menos me ha hecho reír, pero eso no significa ni mucho menos que no me haya divertido, que no me haya entretenido, que no me haya gustado o que no me haya hecho reflexionar. Creo que, de los cinco libros que he leído hasta ahora de esta saga, Ritos iguales es el menos alocado, el menos frenético y, por el contrario, es el más serio, en el buen sentido de la palabra. Voy a intentar explicarme. Al menos en mi opinión, este es el libro que trata el tema más serio, el machismo, pero sin perder el sentido del humor, la ironía, la locura, la fantasía y la magia que caracterizan los libros de Terry Pratchett.
Tambor Leño es un mago moribundo que va a morir en Culo de Mal Asiento, un pueblo perdido en medio de las Montañas del Carnero. Allí se topa con el herrero, que está a punto de ser padre por octava vez. Va a nacer el octavo hijo de un octavo hijo. Alguien perfecto para que Tambor Leño le ceda su bastón y con él todo su poder. Pero, ¿qué pasa si la criatura recién nacida es una niña y no un niño? Eso es lo que le sucede a Eskarina, que a pesar de ser una niña, tiene el bastón de un mago. Pero no puede ser un mago, tiene que ser una bruja. Porque eso es lo que manda la tradición. Los hombres son magos y las mujeres, brujas. Así de simple. O tal vez no sea tan sencillo como parece a simple vista. Eskarina tendrá que enfrentarse en primer lugar a su propia familia, a su padre, un herrero testarudo, ingenuo y bastante corto de luces; a sus hermanos, que siempre le hacen la vida imposible. Pero, por suerte, Eskarina contará con la ayuda de Yaya Ceravieja, una bruja anciana que siempre ha estado junto a su familia. Ella será la encargada de enseñarle todo lo que sabe y de iniciarle en el mundo de la magia guiando su aprendizaje. Pero para conseguirlo antes Eskarina tendrá que convencerla. Porque Yaya Ceravieja no está muy convencida de que eso sea lo correcto. Si nunca ha habido una mujer maga por algo será. Mejor dejar las cosas como están. La tradición manda. Puede ser peligroso. Mejor no intentar cosas nuevas. La magia de las brujas es una cosa y la de los magos, otra muy distinta. Lo mismo que las mujeres y los hombres también son diferentes. Mucho. O tal vez no lo sean tanto. Eso es lo que pretende demostrar Eskarina con tan solo nueve años. Que no porque algo haya sido siempre de un determinado modo es lo correcto y adecuado. Si ella quiere ser maga, lo será, le pese a quien le pese y caiga quien caiga. Es inteligente, despierta, valiente y, lo más importante, tiene magia y poder, mucho poder, aunque ella ni siquiera lo sepa. Así, a trancas y a barrancas, Eskarina y Yaya Ceravieja llegarán a la Universidad Insivible después de superar mil y un obstáculos y de conocer a muchísimos personajes, a cada cual más divertido que el anterior. Unos querrán ayudarles, otros las tomarán por locas, otros querrán impedirles a toda costa que cumplan su propósito y otros, por el contrario, tan solo querrán engañarles o robarles. No quiero desvelaros qué es lo que ocurre cuando Yaya Ceravieja y Eskarina llegan a la Universidad Insivible, donde vuelven a encontrarse con Simón, un joven aspirante a mago tartamudo, tímido, solitario, un lector empedernido que, sin que él lo sospeche todavía, está llamado a convertirse en un gran mago con un inmenso poder. Así, los dos jóvenes, Simón y Eskarina, darán a Yaya Ceravieja, a los magos de la Universidad Invisible, al archicanciller y a todos una lección no solo de magia, de poder, de fuerza, de valentía, de tenacidad o de ilusión sino, sobre todo, de igualdad. Porque en el Mundodisco, como en muchos otros lugares, los ritos, como otras muchas cosas, también pueden ser iguales. 

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