Al comienzo de la Cuaresma, las mozas casaderas se organizaban en los pueblos de la Sierra Norte para pedir donativos para Semana Santa (dinero y cera). Eran “las ramas”, normalmente 4, responsables de poner el Monumento del jueves santo en la iglesia, para lo que necesitaban fondos. El éxito del monumento dependía de ellas y por unos días eran la comidilla del pueblo.
Las ramas salían por la tarde y en fin de semana en grupos de dos; se acercaban a los forasteros y les pedían el donativo. Para animarles a ser generosos cantaban (a capella), coplillas: “El arado”, “Las quince rosas”, “Los números”,“La baraja”,…
Cada lugar tenían sus peculiaridades. En Majaelrayo “las mandonas” llevaban el santo: una tabla forrada de tela donde formaban el Santo Cristo con flores de papel y lo vestían con muchas rosas. En Puebla de Valles visitaban las casas pidiendo y aceptando cualquier vianda, además de dinero y cera.
El domingo de ramos era el día grande y “las ramas” aprovechaban la fiesta para conseguir las mayores limosnas (de ahí el nombre). En Puebla se acercaban a vecinos y forasteros ofreciendo una ramita bendecida, su simpatía y canciones para conseguir su objetivo. En Majaelrayo lo hacían con un ramo de enebro al que ponían un enagua de la que prendían muchas rosas; luego visitaban a los vecinos casa por casa.
Este rito se perdió en la posguerra, aunque en algunos lugares sobrevivió hasta los años sesenta. La despoblación acabó con él y hoy solo nos queda el recuerdo.
Lar-ami
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