TERRITORIO LOVECRAFT (por Román Sanz Mouta)
Chicago, 1954. Siguiendo la pista de su padre desaparecido de forma misteriosa, el joven de 22 años Atticus Turner se embarca en un road trip hasta la mágica y peligrosa Nueva Inglaterra, acompañado por su tío George y por Letitia, una amiga de la infancia. En su viaje a la mansión de Mr. Braithwhite se enfrentan tanto a los terrores mundanos de la América blanca de la época, como a los espíritus malignos salidos de las lecturas de H.P. Lovecraft y novelas pulp que Atticus devora.
En la mansión, Atticus descubre a su padre encerrado, prisionero de una sociedad llamada la Orden del Alba Antigua, dirigida por Samuel Braithwhite y su hijo Caleb, que se han reunido para orquestar un ritual cuyo centro es el propio Atticus. Y la única posibilidad de salvarse a sí mismo y a sus acompañantes pasa por su propia destrucción.
CRÓNICA DE UNA NOVELA A RETAZOS
Siendo una obra notable, me pasa igual que con el Archivo de Atrocidades de Charles Stross (y no es una comparación menor), lo veo más como una colección de relatos sobre un mismo tema, que una novela en sí misma. Nos cuenta diversos momentos y situaciones de los diferentes personajes de una misma familia a lo largo del tiempo (un tiempo finito), en ese insidioso sur racista que castigaba los colores osados. Con el nexo de su árbol genealógico, y el vínculo inexorable que tienen con una vieja logia, que se va destruyendo y renaciendo, que aspira a los secretos más oscuros, que bebe de aguas ignominiosas las cuales no controla ni entiende. Así, a base de estas pequeñas piezas, se forma el tapiz de la historia de forma suave, a base de saltos coherentes, presentando la importancia de los comentados protagonistas de cara a los diversos eventos repartidos a lo largo de la cronología del texto, que cobran sentido global en su desenlace.
Bajo mi desconocimiento, creo que se ha representado bien esa atmósfera de persecución racial continua, más en esa zona concreta de Tulsa, que tenemos ahora muy presente por la reciente serie Watchmen.
Pese a que la historia es un continuo, existe cierta desconexión en ese intercambio de personajes, casi carrera de relevos. Ese protagonismo repartido y múltiple que evita protagonistas fijos, se entrega a la trama y usa primero a unos y luego a otros de ese amplio núcleo familiar. Y aunque empatices, luego son residuales en las siguientes historias. Y ojo, los relatos son brillantes, pero son piezas que sirven al único fin del capítulo donde todos se unen y ponen en común para el desenlace. Ese es el problema, bajo prisma y opinión propia: no fluye en nexos (o no como debiera según mis gustos). Sabemos dónde y con quién estamos, cada fragmento de la historia es cuasi perfecta, engranaje del reloj global y además funciona por sí misma. El tono y estilo y atmósfera son brillantes, pero me faltan conexiones.
Luego hay un factor sobre el que dudo con este género lovecraftiano que homenajea al maestro de una u otra manera: hay un fina y traslúcida frontera, muy peligrosa, entre contar e insinuar (ese horror cósmico, esa insignificancia humana, esas criaturas ciclópeas y poderes inimaginables). El mal profundo e incognoscible. Aquí anhelé por momentos vislumbrarlo más y vislumbrar más, sentir ese miedo, ser asomados al abismo.
Gustándome fondo y argumento, no me terminan de enganchar esta serie de obras, por su discontinuidad. Tengo reciente ese Ritos Salvajes de Daniel Navarro, que siendo de parecida concepción, nunca igual, tiene esos nexos más fuertes en la historia, intratramas, raíces.
Creo además que todos los componentes, tono incluido, pese a que arrancan con supuesta crudeza, se van suavizando, midiendo tiempos y formas para no escandalizar o alejar lectores sensibles, rebajando incluso el racismo.
Es una obra para todos los públicos (no se puede decir lo mismo de la mayoría del material homenaje a Lovecraft, con mejores y peores intentos) donde asistiremos a invocaciones, hechizos, transformaciones, fantasmas, señales desde el firmamento lejano, poderes incomprensibles y luchas por los mismos, distorsiones del espacio tiempo, viajes galácticos… Con recovecos, pero sin barro ni trincheras. Incluso el desenlace acontece más plácido de lo esperado, con poca resistencia por esas fuerzas oscuras y blancas de secta con capirote. Hubiese deseado más conflicto. Pero a su vez esta tibieza la abre al gran público. O no. Qué sabré yo.
Con los momentos más extraordinarios, como ese periplo extraterrestre, y la guía de viajes seguros para negros (existió algo muy parecido, el libro verde).
Odio racial, magia y brujería, sectas masónicas, máquinas alienígenas, viajes imposibles, seres tras el umbral… pero… no explota.
Una buena novela que se queda lejos de lo que y cuánto podría (tantas posibilidades esbozadas sin apenas desarrollar), lejos de profundizar o atemorizar.
Pd: hay que mostrar, señores y señoras escritores, enseñar el género del horror, su catálogo completo sin esperar que la imaginación haga todo el trabajo…