Revista Cine
"¿Ve usted todas las películas?". Si por cada vez que me hacen esa pregunta alguien me regalara un BD de Criterion, ya tendría la colección completa, incluyendo los discos a salir hasta el 2016. No, por supuesto que no veo todo. No podría hacerlo y, la verdad, tampoco quisiera hacerlo.Uno ve lo que le tiene asignado de acuerdo con la cartelera comercial de cada fin de semana y, en el blog, donde hay un poco de más graciosa libertad -pero mucho menos dinero, lo que no es nada gracioso-, escribo de todo aquello que me interesa. Y así, pian pianito, voy llenando los huecos cinefílicos que, inevitablemente, cualquier crítico de cine va a tener. Por ejemplo, el año pasado, intrigado por los magníficos comentarios del cine de Ben Wheatley -inédito comercialmente en México- me di a la tarea de revisar todas sus cintas. El descubrimiento de la obra de Wheatley -cuya más reciente cinta, la menor y autoindulgente Un Campo en Inglaterra (2013) está programada también en el Riviera Maya 2014- fue, para mí, uno de los momentos cumbres del año pasado.Tampoco había visto una sola cinta de Noah Baumbach hasta el año pasado. De hecho, no sé por qué, pero ni siquiera la única de sus películas que ha merecido estreno comercial en México, Historias de Familia (2005), la vi en su momento. En todo caso, ante los consensuados elogios de su más reciente filme, Frances Ha (2013), me di a la tarea de revisar toda su obra. Y, la verdad, si exceptuamos la ya mencionada Historias de Familia -una comedia de crecimiento juvenil en medio de un tormentoso proceso de separación matrimonial/intelectual casi alleniano-, no encontré ninguna razón para seguirle el paso a Baumbach y a su cine. Vamos, quedé tan vacunado que aún no veo Frances Ha aunque, seguramente, lo haré en algún momento.Todo este prólogo vale -eso digo yo- porque tampoco había visto nada del desconocido comercialmente en México Andrew Bujalski, bien conocido en el ambiente del cine indie gringo por haber creado esa "novedad" que llaman "mumblecore", es decir, películas conversacionales centradas en personajes más o menos (in)articulados que aman y desaman mientras buscan el sentido de sus vidas. Escribo "novedad", así con comillas, porque esa misma descripción se puede referir, por ejemplo, al cine de Francois Truffaut y, sobre todo, Eric Rohmer. Y si la otra "novedad" es que los personajes se comunican de forma poco fluida, titubean al hablar, tartamudean, se contradicen, murmuran entre dientes, pues eso mismo hacían James Dean o Marlon Brando hace más de medio siglo.Ok, ok. Ya sé que el término "mumblecore" también se refiere a cintas de bajísimo presupuesto, realizadas con actores a veces no profesionales y regidas por cierto sentido de improvisación. Y esto, claro, no se conecta tanto con el cine de Rohmer ni con el de Elia Kazan -aunque sí con algo del cine indie gringo de fines del siglo XX, en todo caso.En fin. Lo cierto es que ya que el Riviera Maya 2014 programó Ajedrez de Computadora (Computer Chess, EU, 2013) en la sección de Gran Público, me di a la tarea de ver, finalmente, mi primera película de Bujalski que es, también, la cuarta en su cuenta personal. El resultado, para mí, fue poco menos que insoportable. Después de revisar esta cinta -que, por cierto, tuvo excelente críticas en Estados Unidos- no me quedaron ganas de ver sus tres anteriores filmes.Ajedrez de Computadora tiene una propuesta visual ingeniosa y casi es todo lo que tiene. Estamos en algún lugar de Estados Unidos, acaso en 1982. Un grupo de nerds se reúnen en un pinchurriento hotelucho para disputar un torneo de ajedrez por computadoras en los albores del nuevo bravo mundo informático en el que vivimos. Así, pues, los geniecillos del MIT, CalTech y algunos programadores independientes -con sus respectivos hardwares y softwares, por supuesto- han formado equipos que se enfrentan para ganar los 7,500 dólares del premio mayor y, más que nada, por el honor de ser los creadores de una inteligencia artificial de tal magnitud que, sueña más que uno, algún día llegará a vencer al ser humano. Una Inteligencia Artificial que funcione, pues, ya que la Inteligencia Natural humana no luce mucho en toda la película.La propuesta visual de la cinta, anoté antes, tiene su chiste. La película fue realizada, en blanco y negro, en formato académico y con una anacrónica vídeo-cámara análoga ochentera Sony AVC-3260. Es decir, Bujalski no solo nos ubica temporalmente en esa década sino visualmente la cinta parece provenir de esa misma época. El truco, por supuesto, ya lo uso Pablo Larraín en la infinitamente superior No (2012), pues en el filme chileno la fusión de los comerciales televisivos y la mirada "objetiva" de la cámara tiene un sentido estético y hasta dramático. Hay una continuidad inocultable entre lo que los personajes ven en la pantalla chica y lo que nosotros vemos, en el cine, en la pantalla grande. En contraste, en Ajedrez de Computadora, todo el asunto no es más que un gag visual más o menos afortunado que se repite hasta perder todo sentido.La historia, escrita por el propio cineasta, entrelaza la maduración amorosa de un nerd, el descubrimiento de que una de las computadoras empieza a desarrollar la mítica inteligencia artificial pues se niega a jugar ajedrez con otras máquinas, las aventuras/desventuras de un programador que no puede conseguir un cuarto para dormir y hasta las ridículas sesiones de un grupo de autoayuda que se dedican a "renacer". Se supone que todo esto debe tener alguna gracia -y acaso lo tiene porque, insisto, en Estados Unidos muchos colegas deliraron con esta cinta- pero yo no encontré ninguna. Debo estar mal de mi sentido nerdoso del humor. O será porque nunca lo tuve.