Revista Cultura y Ocio

Roberto Bolaño, unos poemas

Publicado el 05 marzo 2014 por David Pérez Vega @DavidPerezVeg
De Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953 – Barcelona, 2003) ya he contado en el blog que he leído todo lo que he podido encontrar. Por supuesto también he leído su poesía. Aunque el primer impulso de Bolaño fue el de ser poeta, y la poesía y los poetas tienen una gran importancia en su obra, siempre me pareció que su prosa era muy superior a su poesía. Siempre he encontrando –paradójicamente- su prosa bellamente poética, y su poesía un tanto prosaica. Sin embargo leí Los perros románticos con un gran interés, con ese interés que nos despiertan los escritores que admiramos sin reservas, los escritores a los que les podemos perdonar todo, incluso las obras que consideramos inferiores, y que siempre nos producen, sin embargo, placer leerlos, como apuntes de sus grandes obras, como punteros que señalan el camino para entender más claves de su obra.
Roberto Bolaño, unos poemas
De Los perros románticos (su mejor libro de poesía) recuerdo bastante bien algunos poemas, que me gustaron mucho), y que me apetece traer hoy a este espacio:
LOS PERROS ROMÁNTICOS
En aquel tiempo yo tenía veinte años y estaba loco. Había perdido un país pero había ganado un sueño. Y si tenía ese sueño lo demás no importaba. Ni trabajar ni rezar, ni estudiar en la madrugada junto a los perros románticos. Y el sueño vivía en el vacío de mi espíritu. Una habitación de madera, en penumbras, en uno de los pulmones del trópico. Y a veces me volvía dentro de mí y visitaba el sueño: estatua eternizada en pensamientos líquidos, un gusano blanco retorciéndose en el amor. Un amor desbocado. Un sueño dentro de otro sueño. Y la pesadilla me decía: crecerás. Dejarás atrás las imágenes del dolor y dellaberinto y olvidarás. Pero en aquel tiempo crecer hubiera sido un crimen. Estoy aquí, dije, con los perros románticos y aquí me voy a quedar.
AUTORRETRATO A LOS VEINTE AÑOS
Me dejé ir, lo tomé en marcha y no supe nunca hacia dónde hubiera podido llevarme. Iba lleno de miedo, se me aflojó el estómago y mezumbaba la cabeza: yo creo que era el aire frío de los muertos. No sé. Me dejé ir, pensé que era una pena acabar tan pronto, pero por otra parte escuché aquella llamada misteriosa y convincente. O la escuchas o no la escuchas,y yo la escuché y casi me eché a llorar: un sonido terrible, nacido en el aire y en el mar. Un escudo y una espada. Entonces, pese al miedo, me dejé ir, puse mi mejilla junto a la mejilla de la muerte. Y me fue imposible cerrar los ojos y no ver aquel espectáculo extraño, lento y extraño, aunque empotrado en una realidad velocísima: miles de muchachos como yo, lampiños o barbudos, pero latinoamericanos todos, juntando sus mejillas con la muerte.
LUPE
Trabajaba en la Guerrero, a pocas calles de la casa de Julián y tenía 17 años y había perdido un hijo. El recuerdo la hacía llorar en aquel cuarto del hotel Trébol, espacioso y oscuro, con baño y bidet, el sitio ideal para vivir durante algunos años. El sitio ideal para escribir un libro de memorias apócrifas o un ramillete de poemas de terror. Lupe era delgada y tenía las piernas largas y manchadas como los leopardos. La primera vez ni siquiera tuve una erección: tampoco esperaba tener una erección. Lupe habló de su vida y de lo que para ella era la felicidad. Al cabo de una semana nos volvimos a ver. La encontré en una esquina junto a otras putitas adolescentes, apoyada en los guardabarros de un viejo Cadillac. Creo que nos alegramos de vemos. A partir de entonces Lupe empezó a contarme cosas de su vida, a veces llorando, a veces cogiendo, casi siempre desnudos en la cama, mirando el cielorraso tomados de la mano. Su hijo nació enfermo y Lupe prometió a la Virgen que dejaría el oficio si su bebé se curaba. Mantuvo la promesa un mes o dos y luego tuvo que volver. Poco después su hijo murió y Lupe decía que la culpa era suya por no cumplir con la Virgen. La Virgen se llevó al angelito por una promesa no sostenida. Yo no sabía qué decirle. Me gustaban los niños, seguro, pero aún faltaban muchos años para que supiera lo que era tener un hijo. Así que me quedaba callado y pensaba en lo extraño  que resultaba el silencio de aquel hotel. O tenía las paredes muy gruesas o éramos los únicos ocupantes o los demás no abrían la boca ni para gemir. Era tan fácil manejar a Lupe y sentirte hombre y sentirte desgraciado. Era fácil acompasarla a tu ritmo y era fácil escuchada referir las últimas películas de terror que había visto en el cine Bucareli. Sus piernas de leopardo se anudaban en mi cintura y hundía su cabeza en mi pecho buscando mis pezones o el latido de mi corazón. Eso es lo que quiero chuparte, me dijo una noche. ¿Qué, Lupe? El corazón.
MUSA
Era más hermosa que el sol y yo aún no tenía 16 años. 24 han pasado y sigue a mi lado.
A veces la veo caminar sobre las montañas: es el ángel guardián de nuestras plegarias. Es el sueño que regresa
con la promesa y el silbido. El silbido que nos llama y que nos pierde. En sus ojos veo los rostros
de todos mis amores perdidos. Ah, Musa, protégeme,le digo,  en los días terribles de la aventura incesante.
Nunca te separes de mí. Cuida mis pasos y los pasos de mi hijo Lautaro. Déjame sentir la punta de tus dedos
otra vez sobre mi espalda, empujándome, cuando todo esté oscuro, cuando todo esté perdido. Déjame oír nuevamente el silbido.
Soy tu fiel amante aunque a veces el sueño me separe de ti. También tú eres la reina de los sueños.
Mi amistad la tienes cada día y algún día tu amistad me recogerá del erial del olvido.
Pues aunque tú vengas cuando yo vaya en el fondo somos amigos inseparables.
Musa, a donde quiera que yo vaya tú vas. Te vi en los hospitales
y en la fila de los presos políticos. Te vi en los ojos terribles de Edna Lieberman y en los callejones de los pistoleros. ¡Y siempre me protegiste! En la derrota y en la rayadura.
En las relaciones enfermizas y en la crueldad, siempre estuviste conmigo. Y aunque pasen los años
y el Roberto Bolaño de la Alameda  y la Librería de Cristal se transforme, se paralice,
se haga más tonto y más viejo tú permanecerás igual de hermosa. Más que el sol y que las estrellas.
Musa, a donde quiera que tú vayas yo voy. Sigo tu estela radiante
a través de la larga noche. Sin importarme los años o la enfermedad. Sin importarme el dolor o el esfuerzo que he de hacer para seguirte. Porque contigo puedo atravesar los grandes espacios desolados
y siempre encontraré la puerta que me devuelva a la Quimera, porque tú estás conmigo,
Musa, más hermosa que el sol y más hermosa que las estrellas.


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