Revista Viajes

Rocamadour y Sarlat; con sabor medieval

Por Nacho22 @nuestromundovia
Ya como costumbre, y para celebrar el cumpleaños de Ceci, de nuevo nos escapamos de viaje en octubre, haciéndolo coincidir con el puente del Pilar. Esta vez el destino elegido fue uno largamente perseguido por nosotros desde hacía tiempo, Rocamadour, y de paso conocer otros maravillosos rincones que el departamento francés del Lot ofrece al que quiera acercarse a esta abrupta y salvaje región, plagada de pueblos medievales de cuento. Salimos de nuestra casa con la ilusión propia de quien comienza una pequeña aventura viajera. Por delante teníamos 700 kilómetros de autopistas hasta llegar a nuestro destino final, Rocamadour, donde pasaríamos las siguientes tres noches, y a la que llegamos ya de noche y con el único contratiempo del tormentón que nos cayó encima en la zona de Tarbes, y que hizo que durante una buen trecho tuviésemos que bajar la velocidad a poco más de 60 km/h. El navegador del coche indicaba que quedaban dos kilómetros para llegar y de momento todo eran curvas y más curvas, y no se veía ningún signo de civilización pero de repente, después de otra nueva curva, allí estaba...Rocamadour. El impacto al contemplar por primera vez la ciudad de Rocamador, con  la Abadía y el Chateau totalmente iluminados en la oscuridad de la noche y encaramados a la roca, resulta  una experiencia que difícilmente podremos olvidar. De hecho paramos un momento, lo que pudimos en la estrecha carretera, para comprobar que era real y no se trataba de una ilusión de nuestras mentes. Hicimos el check-in en el hotel, les dejamos las llaves del coche para que lo aparcaran en su parking, cenamos algo ligero, ya que por el camino habíamos comido algunas cosas, y fuimos a descansar para recuperar fuerzas y estar bien despejados al día siguiente.  El hotel fue todo un acierto, y repetiré si vuelvo, al igual que la recomendación del estupendo restaurante. El Best Western Beau Site resultó como esperábamos, con un personal muy amable y unas habitaciones impecables en limpieza, y con un estilo marcadamente francés, dentro de unos edificios históricos. Algunas estancias del hotel estaban llenas de encanto. Los salones sociales estaban bajo la escalera principal en bóvedas apoyadas en la roca... ....con muebles del siglo XVIII y del siglo XIX Y estas eran las vistas que contemplábamos desde el balcón de nuestra habitación por las mañanas Una vez que desayunamos, nos dedicamos a explorar Rocamadour. Básicamente tiene una larga calle peatonal donde se concentran las tiendas de productos alimenticios típicos de la zona, otras de artesanías,  restaurantes y creperías, los tres pequeños hoteles que están en el mismo Rocamadour y hasta un pequeño teatro-cabaret. El acceso a los coches estaba prohibido salvo los que nos alojábamos en los hoteles. Además varias puertas fortificadas le dan un empaque especial a esta ciudad medieval declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad, y que en el fin de semana se anima  sobremanera con la visita de numerosos turistas. Es un auténtico placer pasear entre estos edificios con tanta historia Una vez subimos los empinados y numerosos escalones que dan acceso a la Abadía de Rocamadour no pudimos menos que asombrarnos de como los edificios están incrustados en la roca. Casi como si colgaran de las paredes rocosas, que son aprovechadas como paredes traseras o techos , algo verdaderamente curioso. Aunque en realidad el conjunto lo forman siete capillas e iglesias. Hasta esta abadía han llegado durante siglos los peregrinos en su camino hacia Santiago. La razón venerar y rezar a su Virgen Negra. Nosotros por nuestra parte disfrutamos de su espectacular construcción. Cuando llegamos por fin a lo más alto, al Chateau de Rocamadour después de subir los numerosos escalones y rampas, un mirador colgado, literalmente, sobre el pueblo de Rocamadour nos ofreció unas espectaculares vistas del maravilloso Cañón de Alzou y del propio pueblo, así como del frondoso bosque que lo circunda.  El Chateau de Rocamadour dominando el Cañón de Alzou El espectáculo del que disfrutábamos al alzar la vista mientras paseábamos por la Rue Roland Le Preux (la calle principal de Rocamadour)  nos sobrecogía  Después de pasar toda la mañana deambulando por Rocamadour, fuimos a buscar el coche para ir a visitar otra parte del Valle del Dordoña, y sobre todo la ciudad medieval de Sarlat. Desde la carretera Rocamadour nos ofrecía su mejor cara, y aprovechando el buen tiempo y la agradable temperatura pudimos descapotar el coche para  disfrutar plenamente de las vistas y de la naturaleza que nos rodeaba. Al estar en medio del Parque Natural de los Causses du Quercy pudimos ver jabalíes, ardillas, águilas, cuervos y otros tipos de aves que no supe identificar, aunque lo más increíble y que nos dejó sin habla, una pareja de buitres sobrevolando en círculos a no más de viente metros sobre nuestras cabezas. Sobrecoge el  gran tamaño que tienen, algo verdaderamente espectacular. Sarlat la Canéda A menos de cincuenta minutos de Rocamadour, conduciendo por estrechas carreteras llenas de curvas, entre bosques, gargantas y cañones, y con unos paisajes otoñales verdaderamente espectaculares, llegamos a la ciudad  con el caso medieval con más monumentos por metro cuadrado. Y esa ciudad no es otra que Sarlat, capital del Périgord Noir, en la región de Aquitania. Una ciudad verdaderamente encantadora, con estrechas callejuelas medievales y animadas plazas llenas de terrazas, y sobre todo con un montón de comercios con las numerosas "delicatessen" propias de esta zona del Périgord tan cercana al Valle del Dordoña. Una ciudad con arcos y estrechísimas calles cuya anchura se podía abarcar con nuestros brazos, y espectaculares mansiones en piedra ocre. Pasear por sus calles y rincones fue un auténtico placer, y aún más con el sol otoñal que nos acompañó ese día. La torre de la Catedral de St Sacerdos es visible desde casi cualquier punto de Sarlat Sarlat está llena de encantadores rincones... .....y de originales comercios Las fachadas medievales lucen espectaculares, algunas con entramados de vieja madera Y cómo no....un homenaje a las ocas no podía faltar en esta ciudad que tanto le debe al foie-gras Justo antes de   dejar  la  preciosa ciudad  de  Sarlat, compramos en uno de los comercios unas conservas artesales (no industriales) de confit de  pato, que según la vendedora era  100% de patos nacidos y criados en Sarlat. A día de  hoy puedo dar fe de que son un producto excepcionalmente bueno, y sabrosos a  más no poder. Tendré que volver a  por  más, o bien ver si me  lo pueden vender a través de internet. Y  ya  de paso que me den una buena receta para poder hacer una salsa suave con la mostaza de dijon. Domme Ya de camino de regreso a Rocamadour, donde teníamos reserva para cenar en el restaurante del hotel, decidimos parar en otra población medieval tan numerosas por esta zona de Francia. Domme, que a parte de sus encantadoras y pequeñas plazas, y de sus edificios en la típica piedra dorada con sus contraventanas de madera, nos ofreció unas maravillosas vistas del Valle del Dordoña, y del Río Dordoña.  No es difícil encontrar por los pueblos de Francia entrañables "clásicos populares" Henri Miller escribió: " Un sólo vistazo al río negro y misterioso en Domme, desde el hermoso acantilado...es algo para estar agradecido para el resto de la vida". La verdad que las vistas desde el mirador del acantilado son espectaculares, y desde luego que sólo por eso merece una parada esta pequeña localidad, que además conserva todas sus puertas medievales. El Valle del Dordoña hasta donde se pierde la vista A su paso por Domme, el Río Dordoña da la impresión de estar teñido de negro, de ahí su otro nombre Es una maravilla pasear por el laberinto de callejuelas de intramuros de este encantador pueblo, y que como toda  pequeña localidad que se precie en Francia, queda semi desértica a partir de las seis de la tarde. Como curiosidad, Domme posee bajo su mercado medieval una gruta o caverna a la que se puede acceder mediante un ascensor y que no pudimos visitar por encontrase cerrada en esos momentos. Gourdon Mientras desandábamos el camino para regresar a cenar a nuestro hotel en Rocamadour, tuvimos la oportunidad de visitar otra población amurallada. Gourdon nos ofreció otra nueva estampa medieval, una vez atravesamos su puerta fortificada. Paseamos por sus callejuelas hasta llegar a la plaza del ayuntamiento y de la Iglesia de San Pedro, que forman un bonito conjunto con sus fachadas en piedra anaranjada, aún más intenso con el sol del atardecer. Y al igual que nos había ocurrido en Domme, lo que ocurre en las pequeñas poblaciones francesas es la desaparición casi total de cualquier indicio de vida humana a partir de las seis o siete de la tarde, hasta quedarse con un aspecto fantasmagórico. De todas formas aprovechamos también para comprar en un comercio unas conservas de cassoulet y unas botellas de vino de Cahors. Después de un día repleto de visitas llegamos de nuevo a nuestro hotel. Nos refrescamos un poco y bajamos a cenar a su restaurante. Habíamos reservado por la mañana ya que suele ser uno de los más solicitados de Rocamadour, además de estar muy recomendado por los huéspedes del hotel Beau Site. De la carta bien surtida estas fueron nuestras elecciones: Foie-gras con bloc de jabalí  Un magret con una salsa suave de mostaza de dijon, acompañada del propio consomé del pato....sin palabras De postres un queso de cabra de Rocamadour...con un aroma intenso a más no poder.... ....y un tiramisú muy especial y diferente, con plátano marinado

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