Se enfrentaban el único puntero del campeonato y el último campeón, por lo que en los papeles se preveía un encuentro atractivo, pero muchas veces el fútbol no entiende de especulaciones y pronósticos. Racing y Estudiantes aburrieron, se sacaron pocas ventajas y la joya de Rodrigo López fue la diferencia en un juego que tenía pinta de cero a cero.
En un partido que según muchos no tendría que haber empezado, por respeto al fallecimiento de Ramón Aramayo en las adyacencias del estadio de Vélez, los de Russo fueron los que propusieron, mientras que los de Berizzo se replegaron y esperaron concretar alguna pelota parada.
Con un Toranzo activo en los primeros minutos, acompañado del buen manejo de Yacob y las corridas picantes de Hauche, el local apretó al Pincha pero no logró tener profundidad. A Estudiantes le costó un poco acomodarse en el campo, pero cuando lo pudo hacer, controló las subidas de Pillud y Licht y anuló el circuito creativo de Racing, varias veces apelando a las infracciones.
La Academia venía de convertir ocho goles en dos partidos y se encontró con un rival férreo que no lo dejó jugar y que le ganó el partido por esas casualidades que tiene el fútbol. El Pincha no era merecedor del triunfo, pero López se encontró con una pelota afuera del área local y se la picó a De Olivera para la alegría visitante.
Estudiantes ya no es el equipo de Sabella, tiene jerarquía, pero a veces es muy amarrete. Como dijo Verón, hay que tenerle respeto por los logros conseguidos, pero el hincha está en condiciones de exigirle más, cuando hace no mucho tiempo demostraba que podía jugar un buen fútbol y también ganar. Por el lado de Racing, Russo no debe preocuparse en demasía, tiene una identidad, una apuesta y le podrá salir bien o mal, sólo fue un tropezón, un partido en el que no mostró lo que venía haciendo y que perdió porque el fútbol no tiene lógica. Y porque Rodrigo López estuvo preciso en la única situación clara de su equipo.