Revista Cine

Roger M007re

Publicado el 28 mayo 2017 por Juancarrasco @JuanCdlH

Ha muerto James Bond. No me estoy refiriendo por supuesto al lozano Daniel Craig, el Bond actual, que goza de salud y edad para seguir luciendo morritos mucho tiempo. Tampoco hablo de Pierce Brosnan (el formal) o Timothy Dalton (el agresivo, el más fiel al personaje de las novelas de Ian Fleming). Ni siquiera ponemos el foco en el que dicen mejor Bond, el gran Sean Connery, que anda delicado de salud y jubilado, pero espero que aún nos dure mucho tiempo. El que el pasado día 23 de mayo nos ha dejado, víctima de un maldito cáncer a los 89 años de edad, es el rubio, el refinado y burlón, el que tomó el testigo precisamente de Connery siendo mayor que él y se convirtió en el actor que más veces encarnó al más famoso agente secreto. El británico Roger Moore (residía en Suiza desde hace unos años para pagar menos impuestos mientras presumía de británico orgulloso), se enfundó nada menos que siete veces el esmoquin con licencia para matar y ahora no ha podido vencer al único enemigo tan formidable como para poder con James Bond, el paso del tiempo y los estragos de la edad. “Ley de vida”, dirán muchos con resignación mientras no se trate de ellos, aunque no anden escasos de razón en la frase, nunca mejor dicho, lapidaria.

Roger M007re
Moore fue el tercer actor de la historia en interpretar al “superespía al servicio de Su Majestad” tras Aussie George Lazenby y el citado Sean Connery. Vive y deja morir (1973) fue la primera ocasión en la que lo hizo. Después le siguieron otras películas tan célebres como El hombre de la pistola de oro, La espía que me amó, Moonraker, Solo para tus ojos, Octopussy y Panorama para matar.

Porque es lo que tiene un icono del cine de este tipo, que el personaje es mucho mayor en tiempo y dimensión que el actor, y si su saga se prolonga a lo largo de generaciones, el intérprete tiene varios rostros, para elegir según estilos y gustos personales. Con la desaparición de sir Roger Moore es la filmografía de Bond de las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado (madre de mi vida, qué antiguo suena todo desde el cambio de milenio) la que queda huérfana de los ojos azules de su elegante protagonista.

No se trata, claro, del único papel que interpretó el longevo actor en su carrera, pero obviamente sí el más emblemático, además del de la conocida serie de El Santo junto a Tony Curtis. A diferencia de Sean Connery, Moore nunca se libró del halo de fama y también encasillamiento de un personaje tan mítico que cuando te queda como un guante ya es prácticamente imposible quitártelo. Curiosamente, le tenía fobia a las armas de fuego por un accidente en su infancia, y ese trauma le hacía complicado a todo el equipo rodar cada escena de acción con tiroteos. Cosas insólitas tiene la vida. Además, es el único actor que tenía un Oscar en su casa sin haber sido siquiera nominado nunca. Él entregaba aquel que Marlon Brando rechazó por medio de una nativa india y en casa de Moore acabó. Una historia a la altura de un tipo capaz de contar: “En una ocasión me dijo el dramaturgo Noël Coward: ‘Joven, con tu atractivo y tu desastrosa falta de talento, deberías coger cualquier trabajo que te propongan. Y si te ofrecen dos al mismo tiempo, acepta el que te dé más dinero’. Y aquí estoy”.

Él mismo siempre afirmó, sin embargo, que su mejor papel en la vida fue el de aprovechar esta fama para llegar a más gente como embajador de UNICEF. En 1985 abandonó casi sexagenario a Bond para hacer películas de menor calado y años después inició su idilio con esta causa benéfica que le colmaba como persona, siguiendo la estela del trabajo en este mismo ámbito de su buena amiga Audrey Hepburn.

La ausencia de Roger Moore es tan llamativa como para reseñarla, pero a la vez se trata de la primera vez que hay que lamentar el fallecimiento de alguien que haya interpretado a este personaje que en la gran pantalla siempre ha parecido inmortal. “No somos nadie”, añadirían con igual tino y originalidad los del tópico “ley de vida” de antes para la oda a la evidencia y exasperación de los familiares del difunto…


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