Roma no paga a traidores

Roma no paga a traidores. La frase se atribuye al cónsul romano Escipión, quien ordenó ejecutar a los asesinos de Viriato cuando fueron a pedir su recompensa. Viriato había sido un digno contrincante de los romanos en la lucha por la libertad y la forma de vida en lo que hoy es Portugal.

Algo más de 2.000 años más tarde, las cosas no han cambiado mucho. Lo está viendo y sufriendo Mariano Rajoy en sus carnes, que son las nuestras. El gallego impasible (no se sabe si por templanza de espíritu o simple ignorancia de la realidad que le rodea), empieza a impacientarse, un rasgo inaudito hasta ahora en él. Rajoy ha traicionado a sus electores, incumpliendo paso a paso, en una gran mentira de manual, un programa electoral basado en una dialéctica populista, demagógico (como casi todos en algún momento). Luego aparecería esa realidad que siempre estuvo ahí (tapada por la verborrea) que vino a estropear titulares y promesas.

Nada era como nos lo quisieron hacer ver y tampoco nada es ahora lo que parece. Islandia es el camino, pese al cartel de Prohibido el paso que han colocado la troika y, ya sin voluntad propia ni margen de maniobra, los títeres que aparecen cada noche con traje y corbata en los informativos, ahogados por su propio nudo.

El PP, que traicionó a los millones que le dieron su confianza y creyeron en sus trucos de magia barata, no tiene ahora autoridad moral para exigir, ni siquiera proponer, ningún cambio, ni siquiera de velocidad, intensidad o rumbo, a esa Roma cruel que pide más recortes. Se ha cambiado el eje. Ahora Roma está en Berlín y está dirigida por los bárbaros del norte, empecinados en construir una Europa para los europeos, pero sin los europeos.