Revista 100% Verde

Romanticisma

Por Cooliflower

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Los románticos, los de la cuarta acepción de la RAE, según llegan a mano izquierda, siempre lo han tenido difícil.

Cuando eran pequeños soñaban barbaridades. Se aburrían en clase y querían cambiar a las profesoras por hologramas de magdalenas. Jugaban sólos, con amigos imaginarios o mal acompañados, con amigos imaginados. Se deshicieron a sí mismos, por aquello de desmenuzarse en pequeñas cosas, y en plena mengua les infravaloraron su memoria fotogénica, la que hace recordar detalles que nunca han sucedido. La memoria fotogénica tiene la particularidad de funcionar en todas las direcciones; inventa recuerdos recientes y deseos futuros, permite visualizar hechos bonitos e improbables y positivizar (a veces, inventar) pasados de a hierro mata sin hierro-muertes. Los románticos, con su memoria atemporal, creen en el amor para toda la vida, y el amor para toda la vida no acostumbra a creer en ellos; los románticos (allá van, con los pájaros siempre, siempre sobre la cabeza), se hartan de decir que “un mundo mejor es posible” y el mundo les da su espalda, que son las antípodas silenciosas, por falta de negocio.

Los románticos, los energéticos, pertenecen a una subdivisión que decidió formar cooperativas para exigir suministros renovables, o se decidieron a montar sus propios paneles solares para desconectarse de multinacionales. Entonces llegó alguien a recordarles que la familia es la familia, y el negocio es el negocio:


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