Que Leer
Para contradecir a los aguafiestas que dicen que los aniversarios y celebraciones culturales no sirven para nada, de los fastos de los 400 años de El Quijote en 2005 surgió la idea de adaptar grandes clásicos de la literatura para hacerlos accesibles a un público de jóvenes lectores. Una idea de la editora de Edebé,Reina Duarte, que tenía lo suyo de quijotesco: en vez de publicar libros de vampiros guapos, decide dedicarse a editar El Cantar del mio Cid y compañía. El primer libro de la serie sería El Quijote y el encargo recayó en Rosa Navarro, catedrática de literatura que lleva 40 años compartiendo su amor por la literatura a niños y jóvenes. Lo suyo no es la introspección filosófico-literaria sino el contagio del entusiasmo, bien sustentado en un profundo conocimiento de la literatura española (sobre todo del Siglo de Oro, donde es una reputada especialista). Verla en acción hablar de libros es acercarte a un huracán que te succiona y te arrastra. A lo largo de estos años ha acometido la tarea de adaptarEl Quijote, Tirante el Blanco, Platero y yo, El Lazarillo, El Cid, La Odisea, La Eneida, Leyendas de Bécquer, Novelas ejemplares de Cervantes , Fábulas, Milagros de Nuestra Señora, Las fabulosas aventuras del caballero Zifar y La Biblia. Y más de medio millón de ejemplares vendidos confirman que los clásicos nunca mueren. Por eso son clásicos.¿Cómo se puede convencer a un chaval de 2012 que se pasa el día navegando por internet con las herramientas tecnológicas más deslumbrantes que deje sus llamativos juguetes y se recluya a leer El Cantar de Mío Cid? Ella nos responde que “es muy fácil; basta compartir con él la lectura. Toda actividad compartida vence sin dificultad a la diversión solitaria. Y tiene que empezarse el aprendizaje desde muy niño, como todo. Si los padres aprovechan el espacio del afecto, como yo llamo a esos momentos antes de dormirse que el niño quiere estirar como sea para seguir estando con papá o/y con mamá, y se coge un libro y todos los días se lee un breve capítulo del Cid, del Zifar, del Lazarillo, del Quijote contados a los niños, se verá el resultado. A la semana es el niño (por supuesto, utilizo siempre el término no marcado para englobar en él a niños y niñas) el que pide a la mamá, al papá que lea con él el libro. Si esa complicidad se mantiene con los años, el hábito de lectura persistirá. Y en clase, el profesor tiene que recurrir a la lectura colectiva, al comentario en clase del libro, y los efectos son espectaculares. Los niños se han distraído siempre con el vuelo de la mariposa o… con la navegación en Internet, pero también se han quedado siempre –y se quedan– extasiados ante el relato, ante la historia contada, leída. No hay cosa más fascinante que ver la cara de un niño escuchando un buen relato. Si se logra que anide en él el “vicio” de la lectura, luego ocupará también sus ratos solitarios; y no importa el soporte del libro, la forma de leerlo, lo esencial es leer. Solo así se aprende, solo así se enriquece la mente con palabras, con ideas; solo así se combate la desolación y las horas bajas.”
Habrá que tomar nota.
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