Revista 100% Verde
Aunque esta mujer ya ha sido mencionada en el post anterior, su historia me tiene cautivada y por eso creo que se merece uno para ella sola. Su gran éxito, dejando a un lado los conflictos políticos de su época en los que se vio fielmente involucrada, fue vivir hasta los 96 años disfrutando cada minuto como si fuera el último, luchando día a día contra su enfermedad.
Rosalinda Powel Fox nació a principios del pasado siglo en el seno de una familia inglesa acomodada que vivía en Calcuta. Se casó tan sólo con dieciseis años con un comerciante rico con el que tuvo a uno de los grandes amores de su vida: su hijo Johny. Dos años después de ser madre la enfermedad truncó su vida matrimonial; contrajo tuberculosis bovina y su marido se deshizo de ella como si se tratara de una muñeca vieja: la mandó primero a Inglaterra y después a Suiza con una jugosa pensión.
Su vida no fue sencilla, pero fue feliz. Las recaídas eran constantes, pasaba meses enteros postrada en una cama danzando de país en país para que los médicos le dieran una solución a su terrible calvario y por si no tuviera suficiente su marido aparecía de vez en cuando para hacer de su existencia un martirio. Sin embargo, siempre mantuvo intacta su sonrisa y disfrutó hasta el último momento al máximo en su flamante Austin 7.
A pesar de lo que pueda parecer, Rosalinda no era una muñequita frágil , era fuerte y bastante idealista. De hecho, esta delicada rubia estuvo en la lista negra de la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial por ser espía del Gobierno inglés. Su objetivo no era otro que, a la sombra como la amante de Juan Luis Beighbeder ,ministro de Asuntos exteriores los primeros años de la dictadura franquista, conseguir que España no se aliara con Alemania durante la guerra.
Acabó sus días como creo que a todos nos gustaría acabar. Con la satisfacción de haber llevado la vida que quiso, en una casita frente al Estrecho contemplando, aunque de lejos Tetuán: la tierra en la que fue tan feliz al lado de Juan Luis su gran amor.
Rosalinda Powel Fox nació a principios del pasado siglo en el seno de una familia inglesa acomodada que vivía en Calcuta. Se casó tan sólo con dieciseis años con un comerciante rico con el que tuvo a uno de los grandes amores de su vida: su hijo Johny. Dos años después de ser madre la enfermedad truncó su vida matrimonial; contrajo tuberculosis bovina y su marido se deshizo de ella como si se tratara de una muñeca vieja: la mandó primero a Inglaterra y después a Suiza con una jugosa pensión.
Su vida no fue sencilla, pero fue feliz. Las recaídas eran constantes, pasaba meses enteros postrada en una cama danzando de país en país para que los médicos le dieran una solución a su terrible calvario y por si no tuviera suficiente su marido aparecía de vez en cuando para hacer de su existencia un martirio. Sin embargo, siempre mantuvo intacta su sonrisa y disfrutó hasta el último momento al máximo en su flamante Austin 7.
A pesar de lo que pueda parecer, Rosalinda no era una muñequita frágil , era fuerte y bastante idealista. De hecho, esta delicada rubia estuvo en la lista negra de la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial por ser espía del Gobierno inglés. Su objetivo no era otro que, a la sombra como la amante de Juan Luis Beighbeder ,ministro de Asuntos exteriores los primeros años de la dictadura franquista, conseguir que España no se aliara con Alemania durante la guerra.
Acabó sus días como creo que a todos nos gustaría acabar. Con la satisfacción de haber llevado la vida que quiso, en una casita frente al Estrecho contemplando, aunque de lejos Tetuán: la tierra en la que fue tan feliz al lado de Juan Luis su gran amor.