Revista Arte

Rotondas y arte público

Por Calamar
Image Rotonda en Majadahonda (Madrid). Fuente de la imágen
Enmascarando la pobreza del paisaje urbano: rotondas y arte público es el título de un estudio de las profesoras de la Universidad Autónoma de Madrid Elisa Canosa Zamora y Ángela García Carballo. El texto que sigue es la introducción del estudio, que se puede leer completo en PDF aquí.

En intersecciones de todo tipo de viales, sobre todo en las establecidas en la periferia de las ciudades y pueblos españoles, aparece de manera reiterada, desde hace poco más de dos décadas, una singular combinación constituida por la rotonda y el conjunto monumental que se ha convertido en auténtica metáfora de los nuevos tiempos, de la nueva cultura y de las nuevas formas. En la difícil lectura de estos espacios urbanos difusos se ha llegado a atribuir un sentido relevante a estas creaciones inicialmente sólo funcionales pero pronto cargadas de imperativos hedonistas, muy propios de la cultura actual. No se trata de una cuestión marginal. Las rotondas son muy numerosas: la Comunidad de Madrid contaba con 2.700 en el 2008, distribuidas en vías urbanas e interurbanas, siendo la provincia con mayor número, casi 1.000 más que Barcelona. En España la cifra ascendía a   24.000 en esas fechas2. Se trata de un fenómeno reciente e invasivo que parece no tener límites. Además ocupan mucho suelo, frente al espacio reducido de las encrucijadas convencionales. Mueven, por otra parte, más cantidad de dinero en su construcción, en su ornamentación y en su mantenimiento. Sobre todo, afectan directamente a una población muy numerosa, obligada a usarlas y contemplarlas fugazmente mientras transitan. Frente a su aceptación generalizada, especialistas de campos diversos están ya denunciando su carácter banal y, por ello mismo, el peligro de su despliegue disparatado e improcedente. Si se analiza críticamente su propagación, se manifiestan entonces como auténticas cortinas de humo que ocultan un paisaje urbano que en la actualidad se empobrece y se estandariza. Intereses económicos, políticos y mediáticos confluyen en encumbrar estos espacios dándoles una trascendencia que no deberían tener: es un producto nuevo, que pueden vender bien y convertirlo fácilmente en exaltación de la cultura o hito simbólico de los lugares. Resulta curioso además que se trate de un fenómeno europeo que sólo en fechas muy recientes ha cruzado el océano para comenzar a desplegarse en Estados Unidos. De allí sin embargo proceden las nuevas piezas urbanas que pueden asignarse a la posmodernidad. Están allí los paisajes canónicos, en las nuevas exópolis, en los espacios difusos, fragmentados y segregados de las periferias, donde persisten vacíos junto a superficies urbanas especializadas, homogéneas socialmente y estandarizadas. En esos territorios es donde aparece por ejemplo el centro comercial, en la confluencia de viales rápidos, autentico emblema de la época, referencia de sus formas arquitectónicas, de las nuevas actitudes y de la prosperidad urbana. En los márgenes de la ciudad española destaca sin embargo, en el nuevo paisaje, en el sprawlscape, la rotonda ornamentada con una enorme escultura. La primera que se construye en Estados Unidos data de 1990 y aún hoy existen menos de 2.000 en todo el país (RoundaboutsUSA, 2009). En contraste, en 2008, había cerca de 30.000 rotondas en Francia (carrefour giratoire o giratoire) y más de 10.000 en Gran Bretaña(roundabout). La dinámica de expansión de estos dos productos ha sido pues inversa, lo cual puede considerarse como una alegoría de las peculiaridades de una y otra cultura. El centro comercial y la rotonda ornamentada son distintivos de los nuevos tiempos, a los dos se les pueden asociar además los valores que las sociedades que los construyen están adoptando: ambas son reverso de la cultura ciudadana y negación del espacio público.


Parece que por fin Europa es capaz de crear sus propios espacios basura, un producto vulgar cargado  sin embargo de grandilocuencia que podría añadirse a los otros símbolos de los territorios urbanos contemporáneos evidenciados por López de Lucio (2006) certeramente. La clave de la crítica es la parafernalia que envuelve esta pieza y su tratamiento. Más allá de su estricta   función, se ha llegado a asimilar la combinación de escultura y rotonda al binomio arte público y espacio público que, sin embargo, constituye una de las mejores incorporaciones a las políticas locales y ha demostrado tener importantes repercusiones tanto en el diseño de nuevas áreas urbanas como en la regeneración de ámbitos marginales.

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