Esperar poco de algo acaba dejándote con buen sabor de boca, por poco de más que te dé esa vivencia o situación. Es lo que me pasó anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona. La lona que tapaba el fondo vacío no presagiaba algo bueno, pero la crisis está ahí (entradas a 50 euros) y la realidad es ésta: el tiempo de Roxette pasó. Pero no para sus fans, porque allí, los que acudieron eran fans de siempre que corearon y bailaron sus éxitos de siempre, desde Dressed for succes, con la que abrieron el repertorio hasta Listen to your heart, con la que casi acabaron.
Tiene mucho mérito seguir subiéndose a un escenario después de más de 20 años de carrera profesional. La música ha cambiado y evolucionado, pero los clásicos siempre tiran. Roxette tuvo época dorada entre 1989 y 1994 y, como es habitual, quien tuvo retuvo.
La cantante, Marie Fredriksson, mantiene casi intacta su voz, aunque se nota las secuelas de la enfermedad que pasó años atrás (la operaron de un tumor cerebral) y sus movimientos sobre el escenario fueron escasos y limitados, no así su interacción con el público. Quien compensó esto fue el co-líder de la banda, Per Gessle, que se metió al público en el bolsillo desde el primer momento y el que se movió por el escenario como pez en el agua.
La banda, un grupo de cincuentones, tampoco hacía presagiar nada bueno, pero en esta sociedad en la que parece que lo joven y bello es lo bueno y lo viejo se descarta sin miramientos, hay que echar una lanza por la veteranía y la profesionalidad de unos músicos que tocaron muy, pero que muy bien y, si lo que se trataba era de poner música sobre el escenario, cumplieron de sobra las expectativas de los más escépticos, entre ellos, yo. Hicieron que las canciones de los 80 y los 90 sonaran muy bien y no me sonaron a antiguas.
El momento friqui de la noche fue cuando el guitarrista entonó el himno del Barça y el público cantó el himno para, momentos después, salir la cantante vestida con la camiseta de este equipo de fútbol. Fue un guiño simpático, fueras culé o no.
Marie y Per se despidieron aplaudidos y coreados sus nombres por un público que los tiene y tendrá como la banda sonora de momentos importantes de sus vidas, allá en la adolescencia.