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Rubio Platko de sangre

Publicado el 15 abril 2013 por Icreadas @icreadas

Aquí estamos, de nuevo. Ampliando nuestra grada hacia otras artes, no sólo el cine. Volveremos a posicionar al noble arte del balompié en su lugar adecuado, junto al cine y  la literatura, por ejemplo, ya que en la escritura se puede encontrar muchos ejemplos de una cultura futbolística que amplifica la repercusión que este deporte tiene actualmente.

platko

Franz Platko

Quizás el mejor y más poético homenaje lo hizo Rafael Alberti, como se refleja en su conocido poema “Oda a Platko”, dedicado al guardameta húngaro del FC Barcelona Franz Platko. Una primavera de hace 85 años, el poeta gaditano presenció en los Campos de Sport del Sardinero, Santander, el primero de los tres partidos que se jugaron en la final de la Copa de España entre el FC Barcelona y la Real Sociedad (entonces no existían las tandas de penalties). En este partido, el portero blaugrana sufrió una lesión brutal cuando el jugador donostiarra Cholín se dirigía a puerta y Platko recibió una patada de éste en la cabeza cuando se lanzó sobre el pié del delantero para evitar su disparo. Platko volvió al terreno de juego tras recibir seis puntos de sutura con un aparatoso vendaje que iría perdiendo a lo largo del partido.

Oda a Platko

Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡ Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo !
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡ Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría !
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡ Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría !
¿ Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte ?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

Rafael Alberti


Rubio Platko de sangre
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