Revista Cultura y Ocio

Ruido

Por Revistaletralibre
Ruido

Ruido

© Pedro Jaén
(@profesorjaen)

Una de las diferencias entre un empleo en el sector público y otro en el privado, como todos sabemos, es que en el primero -por lo general, y por desgracia- no hay que rendir cuentas en términos de productividad. Al provenir la nómina de la recaudación de impuestos, ese puesto obtiene una 'seguridad' y garantía que pagamos entre todos. Es por ello que el sintagma 'empleo público' sigue teniendo connotaciones positivas y es usado en el discurso político de la progredumbre como un valor, porque se posiciona al receptor del mensaje del lado del funcionario y no del que le paga la nómina.
Sin embargo, el sector privado produce riqueza y la reparte más justamente en términos de mérito y no de cuotas ni colectivos que favorecen la mediocridad. Esto hace que si uno, pongamos por caso, no vende chucherías suficientes en su kiosco y no le llega ni para los impuestos de autónomo, tiene que cerrarlo e ingeniárselas como empresario para ver en qué se juega ahora su dinero.
Esto tan simple que he expuesto en los párrafos anteriores, es lo que hace que uno que desde siempre ha dicho ser comunista o de izquierdas, tras abrir un negocio y comprobar lo que cuesta hacer dinero con tanto impuesto, pase a ser de derechas y muchas veces sin ser consciente de ello, porque sigue irracionalmente atrapado por el discurso buenista y progre. Ahí empieza la izquierda a formar parte de la ficción y no de la realidad.
Por extrañas razones, no se ven como un robo los impuestos, sino -para más inri- como algo positivo porque según dicen (y se creen) los vividores de la mamandurria: “ayudan a los que más lo necesitan y crean una sociedad más justa”, cuando en realidad suponen el mayor atraso y son verdaderos 'palos en las ruedas' para el emprendimiento libre que es el que crea empleo productivo y desarrollo económico.
Absolutamente ningún país del mundo ha prosperado ni económica ni socialmente con políticas socialistas, y aquí es donde yo quería llegar. La situación de un político de la llamada socialdemocracia europea pasa por justificarse constantemente con el discurso de que él 'es necesario': es necesario para luchar contra la pobreza, es necesario para arreglar este conflicto o aquel otro... Y justamente un político en una sociedad avanzada y que se trata y reconoce a sí misma como de ciudadanos adultos que saben ganarse la vida, debería tener, a mi juicio, muy poco margen de maniobra sobre los asuntos de la gente. ¿Por qué esa obsesión de los socialistas por meterse en nuestras vidas y decirnos qué tenemos que decir o pensar? Porque si no se mete ahí, no tiene dónde meterse. La realidad lo expulsa del sector privado o lo hace partícipe de un juego hipócrita: se les llena la boca con la educación pública, pero a sus hijos los tienen en uno privado (por ejemplo).
Una señora del 'nivel' intelectual de Carmen Calvo necesita que exista un problema gravísimo contra el que sólo ella pueda luchar y ser una campeona: pongamos por caso la violencia machista. ¿Hay violencia machista en España? No digo que no la haya. Pero Carmen Calvo la necesita porque cuando deje de existir, ella no tendrá cómo justificarse en el poder. El político que dice 'luchar y estar del lado de los pobres' necesita que haya pobres. Por eso a todos ellos hay que mandarlos al espejo de sus propias vidas, al ostracismo más absoluto y en el que se den cuenta -algunos de ellos, ya mayorcitos- de que todavía no se han hecho hombres ni mujeres y a la sociedad (de la que viven) sólo han aportado ruido.

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