Revista Cultura y Ocio

Ruido de fondo, de Don Delillo

Publicado el 10 abril 2013 por Ninyovampiro @ninyovampiro
Ruido de fondo, de Don Delillo
En alguna ocasión he lamentado el error que he cometido con algunos autores, al leer en primer lugar su obra maestra y luego las demás. La consecuencia es que éstas, por muy buenas que sean, inevitablemente nunca llegan a la altura de aquélla. Me sucedió con Sebald y Austerlitz, o con Murakami y la Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Sin embargo, con Delillo acerté al leer en primer lugar Underworld, que según muchos es su obra cumbre. Creo que si hubiera empezado con Ruido de fondo (1985), no me habría atrevido a embarcarme luego en una obra suya de 900 páginas. Y lo que me habría perdido. Y no, no es que Ruido de fondo no me haya gustado, es que...
Ruido de fondo, de Don Delillo
Los 80 están de moda. Desconozco si será cosa sólo de mi generación, y si quizá dentro de unos años tendremos el correspondiente revival noventero con sus orgullosas reivindicaciones nostálgicas. Probablemente, pero sospecho que la década de los 80 marcó el mundo y la época que hoy vivimos de manera más acusada que los años que vinieron antes y después. Ahí está, verbigracia, la noticia de la muerte de Thatcher, que, más de 20 años después del final de su mandato, ha sacudido medios de información, foros y blogs. 
Puede que se deba a que los que tuvimos la suerte o la desgracia de vivir nuestra adolescencia en aquella época, somos la primera generación que, al mismo tiempo que gozamos de una perspectiva histórica lo bastante amplia como para analizarla, tenemos a nuestra disposición esto de internet para compartir recuerdos y opiniones. En cualquier caso, los 80 siguen aquí y la nostalgia es una enfermedad  que se está extendiendo descontroladamente. Uno recuerda los nombres de aquéllos que cambiaron la historia, recuerda los dibujos animados, los grupos musicales, algún que otro acontecimiento deportivo, pero tengo la impresión de que un aspecto de aquellos días ha quedado en segundo plano: los 80 estuvieron dominados por un miedo universal a la hecatombe nuclear. Ruido de fondo no tiene como trasfondo una catástrofe exactamente de ese tipo, pero sí tiene en ese pánico al desastre de consecuencias inimaginables uno de sus ejes centrales.
Ruido de fondo, de Don DelilloChernobyl
Mi problema con esta novela puede deberse a que, tonto de mí, no leí el texto de contraportada, que, como bien sabéis, suele darnos información valiosísima para afrontar la novela que tenemos en las manos. Lo hice, un tanto perplejo, una vez concluida la lectura, y entonces me encontré con que lo que acababa de leer era, en palabras del propio Delillo, una comedia. ¡Acabáramos!
Pues puede que sí, me dije. Es verdad que la idea de que un escape tóxico produzca sensaciones de dejà vu es sencillamente genial (y hay muchas ideas igual de brillantes), y puede  que esos irritantes diálogos entre el protagonista y su esposa, repletos de non sequitur, y donde parece que cada uno va por su lado, fueran más por la comedia que por la profundidad. Bien, es posible que lo leyera en el "modo" equivocado. Pero aun así.
Ruido de fondo, de Don Delillo La sombra de Ruido de fondo es alargada
Cabe la posibilidad de que Ruido de fondo fuera en su día tan original y divertida, tan llena de imágenes icónicas y grandes revelaciones, que se haya convertido desde entonces en fuente de referencia e inspiración para novelistas, guionistas y directores de cine norteamericanos. Porque la sensación de dejà vu fue la que yo tuve constantemente a lo largo de la novela. Tenemos, en primer lugar, eso que ya tiene un nombre reconocido por todos: una familia disfuncional. ¿Os suena? Una especie de casa de locos, donde se amontonan hijos de los anteriores matrimonios de ambos, una casa donde cada loco va con su tema. Tenemos dos chicas preadolescentes que han perdido hace tiempo todo rastro de la infancia, y un chico de catorce años que cada vez que habla suelta un discurso nihilista. Tenemos también la presencia ubicua de la televisión, y en especial de la publicidad, los eslóganes comerciales y las noticias. No falta la obsesión consumista, el miedo al desastre ecológico y, sobre todo, el pánico a la muerte como idea central de la obra, combinado con la arrogancia de la clase media norteamericana: "soy ciudadano americano de clase acomodada, no vivo en una caravana ni en un suburbio de Bangladesh. Por lo tanto, a mí no me pueden afectar los grandes desastres". En definitiva, es posible que esto en su día fuera el no va más en originalidad, pero las ideas han sido tan pirateadas que hoy parece más bien una colección de lugares comunes. A la obra se le ven las costuras, y al autor, las intenciones.
Ruido de fondo, de Don DelilloNieve en la pantalla. El ruido de fondo en español se llama en realidad ruido blanco.
¿Significa eso que Ruido de fondo me ha parecido mala? Desde luego que no. Dudo que Delillo sea capaz de escribir nada "malo". De hecho, el final de la novela, con la resolución que toma el narrador y protagonista, así como los giros que da la historia en ese momento, son magistrales; el diálogo que mantiene el narrador con las monjas es de lo mejor que he leído en una novela en mucho tiempo, y nos encontramos con muchas frases inolvidables (ahí va una: "la muerte es impar"). Pero sí creo que esta obra ha envejecido mal. Sin duda, cuando una novela define una época es inevitable (es más: es lógico y, para el autor, hasta deseable)  que sus ideas se reflejen en otras obras posteriores, es decir, que otros autores picoteen de ella. Pero si la novela en cuestión es una obra maestra, sobrevive a ese picoteo. A mí me habían vendido Ruido de fondo como una obra maestra, o al menos como una "gran novela" (ay, esto de los grados) y no lo es. Yo a una gran novela le pido algo más que buenas ideas, algo más que oficio para presentarlas, algo más que un acertado retrato de una época. La sociedad norteamericana está obsesionada con el consumismo, la tele, y el miedo a la muerte. Vale. ¿Y?
No sé muy bien qué le pido yo exactamente a una gran novela, pero sí sé lo que no le permito: no le permito que me irrite y, sobre todo, no le tolero que me oculte hasta el último momento que se trata de una comedia. Porque me hace sentirme como un tonto.

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