Revista Cultura y Ocio

Ruido – @reinaamora

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Hay un lugar en el fondo de toda alma humana donde, tarde o temprano, todos acabamos hablando con nosotros mismos, analizamos los devenires de nuestra vida y los enfrentamos a nuestros sentimientos más profundos. Lo hacemos entre el ruido ensordecedor que martillea el interior de nuestras cabezas y el sepulcral silencio exterior.

El ruido de la mente que se debate entre lo que “se debe hacer” y el deseo de vivir lo prohibido. Es como cuando follas y follas, y cuanto más follas, más quieres. La lucha interna, lo de siempre… pero no me sale escribir de otra manera. Vomitar sentimientos, sensaciones, deseos, sexo, vicio, provocación, salir, entrar, vivir, amor…
Mi libertad en un lado de la balanza.
En el otro, la profunda pena de ver cómo se derrumba mi castillo de cristal. Cambiaría sin dudarlo, cambiaría, si pudiera, ser cuchillo por herida. Cambiaría las páginas en blanco, las costumbres sin sentido de las que somos esclavos. Cambiaría, sobre todo, la situación que nos ha atrapado a los dos…
¿Cómo no escribirle, no hablarle, no sentirlo? Él encuentra maneras de hacerlo, de decir lo que tiene dentro. Yo lo hago a mi manera, imaginando que encuentro la forma de decirle que soy la misma, que en el fondo no me he convertido en una desconocida porque siempre he sido yo…
Es ahora cuando noto que realmente lucho por ser lo que siempre he creído ser a su lado, consciente de que viajo con el silencio como única guía. Busco su mirada en mis recuerdos, en esos momentos llenos de alegría que no sé muy bien cómo llamar y en los cuales hoy me aterra adentrarme por miedo al dolor…
Porque duele mucho, quizás demasiado. Recuerdos llenos de callejones donde tantas noches locas deambulamos entre risas, comiéndonos el alma en las esquinas, sabiéndonos afortunados por tenernos, por tener nuestros respetos más profundos, por compartir el mayor bien que es la vida.
Me gustaría decirle que renuncio a todo lo que tengo por lo poco que él pueda darme, que, en realidad, hasta su mínima sonrisa es mucho, o mejor lo es todo, porque la regala sin esperar nada a cambio.
Querría decirle que lo acompañaría hasta el mismísimo infierno si me lo pidiera. La única palabra que me haría renunciar a todo lo demás vive en sus labios. Secuestró mi amor, mi pasión, y no hay nada en este mundo, ni en mil más, que pueda conseguir que lo olvide.

Y es ahí donde vuelve el ruido, el maldito y ensordecedor ruido, la libertad de ser yo misma contra la sensación de tenerlo todo menos eso, ser yo misma. Dura elección, muy dura…

Una vez le dije que era yo misma cuando el venía y me respondió que lo sabía, pero no sabía si era yo quien lo llamaba o él el que era incapaz de alejarse, y de algún modo tenía razón, lo buscaba de la misma forma que huía de él, la dualidad eterna del yo o el contigo. La sensación de que deseas ambas cosas por igual aun sabiendo que son antítesis, que en una no puede jamás caber la otra. Lo correcto nunca puede contener lo prohibido… ¿Estás seguro?

Y ahora ya casi no sé quién soy. Veo la realidad y no sé cómo afrontarla, yo que siempre presumí de saber manejar las situaciones y cuanto más complicadas eran, más me excitaban…
Sólo sé que lo quiero. Lo quiero por su alma caótica, por su necesidad de que lo cuide, por dejarme ser la dueña de su arte y la receptora de sus puros sentimientos. Necesito decirle ese te amo del que es el único dueño.

Su ruido siempre será el mío, nuestro ruido, y aun así necesito la libertad de seguir buscando sensaciones aunque me hunda. Y mientras escribo esto, lágrimas saladas como puños recorren mis mejillas y tengo que sonreír, forzada, mientras mi alma llora entre rabia y recuerdos…

Demasiado ruido… ruido en el alma.

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